Abriendo cualquier periódico se encuentra la huella de los interminables abusos en contra del erario.
Cientos
de miles, quizá millones, de mexicanos se sienten estafados cada vez
que deben pagar impuestos. No es de extrañar, si consideramos dos
factores que hacen del pago de impuestos un deber odioso y acaso
inútil, es decir un verdadero derroche.
Por un lado hay que
considerar que el pago de impuestos en México no es nada sencillo. Una
persona con instrucción universitaria que tenga más de una fuente de
ingresos y quiera aprovechar las posibilidades de deducciones que le
permite la ley no puede hacer por sí misma su declaración de impuestos,
sino que debe acudir a la asesoría de un profesional de la contaduría
que se dedica especialmente a ello.
En segundo lugar, y esto es
quizá lo más relevante, sabemos que nuestros impuestos no se utilizan
para lo que es debido. No todo el dinero que le entregamos al gobierno
se destina a mejorar el sistema educativo, los hospitales públicos, las
carreteras y aeropuertos del país. No. Mucho de ese dinero sirve más
bien para que políticos y “servidores públicos” de todo nivel se
despachen con la cuchara grande y lleven un tren de vida muy superior
al de la población que dicen representar y que a veces con grandes
sacrificios les paga su sueldo.
Simplemente abriendo cualquier
periódico al azar se encuentra la huella de los interminables abusos en
contra del erario, del desperdicio de los recursos públicos, del
derroche con que se conducen los presidentes municipales, los
gobernadores, los funcionarios federales, los jueces y magistrados y,
en suma, todo aquel que pueda tener acceso al presupuesto público.
En
esas condiciones de dificultad para cumplir con las leyes fiscales y de
permanente derroche por todo tipo de funcionarios, solamente un loco
estaría contento al momento de pagar impuestos. En México la mayoría de
las personas no lo está, como es natural.
Pero además de la
información que nos llega por los periódicos, es fácil comprobar el
derroche público por la vía del conocimiento directo. Cada uno de
nosotros podría contar varias docenas de anécdotas sobre abusos de todo
tipo.
Por ejemplo, el caso de hijos de ex funcionarios que a
pesar de su juventud y de que no se les conoce ningún tipo de negocio
propio conducen coches de varios millones de dólares en Miami o en el
Paseo Tollocan de Toluca.
Por ejemplo el caso de algunos jueces
de cierto tribunal federal en cuyo comedor privado se sirven vinos Vega
Sicilia que cuestan más de 5 mil pesos cada una. Por ejemplo el caso de
legisladores que viajan a Europa en primera clase, pagando boletos de
150 mil pesos, cuando por internet el mismo boleto se puede comprar en
menos de la mitad de precio.
Por ejemplo en los miles y miles de
maestros comisionados, que cobraban y siguen cobrando sin dar clase.
Por ejemplo en el expolio que hace el sindicato petrolero de los
recursos públicos de Pemex a través de todo tipo de prebendas
incomprensibles.
Por ejemplo el caso de un líder sindical (en el
ramo ferrocarrilero) aficionado a viajar siempre acompañado de vistosas
“asistentes”.
Por ejemplo el de políticos que, pese a que los
ciudadanos les pagamos sus oficinas bastante bien ubicadas y
perfectamente amuebladas, deciden tener reuniones de “trabajo” en los
restaurantes más lujosos, en los que un filete de res puede llegar a
costar más de lo que un trabajador tarda 15 días en ganar laborando
durante 8 horas diarias.
Como el caso de algunos funcionarios
judiciales en materia electoral que viajan anualmente a Venecia en
asientos de primera clase y se hospedan a nuestras costillas en lujosos
hoteles para participar en encuentros académicos de los que no se sabe
que arrojen ningún beneficio para nuestro país. Como es el caso de
presidentes municipales que circulan en camionetas blindadas cuando en
sus municipios hay calles sin asfaltar o escuelas sin baños. Como es el
caso de gobernadores que, luego de endeudar a las generaciones
presentes y futuras de su estado se dan vida de reyes en los
rascacielos de Dubai o en lujosas mansiones de la costa catalana. Como
el caso de una ex dirigente magisterial que durante muchos años tuvo un
espacioso departamento en el barrio más caro de París, con una
magnífica vista hacia el Río Sena.
Somos miles los ciudadanos
que sentimos que se nos revuelven las tripas cada vez que tenemos una
nueva noticia de tales abusos. La opción que toman muchos es dejar de
pagar impuestos, pero eso es algo indebido no solamente porque es
ilegal sino también porque todos tenemos el deber cívico de colaborar
con los gastos públicos. No me parece una opción sana dentro de un
sistema democrático.
Lo que sí creo que debemos hacer es exigir
una rebaja de impuestos. En el 2015 vamos a votar por la renovación
completa de la Cámara de Diputados. Tendremos la oportunidad de pedir
la revancha frente a tantos miles de abusos que la inepta y cleptómana
clase política ha perpetrado contra los ciudadanos.
Debemos
exigir que los candidatos que quieran obtener nuestro voto se
comprometan públicamente a bajar los impuestos, para que el dinero de
las familias mexicanas no se siga desviando (o al menos no en tan
groseras y vergonzantes cantidades), sino que sirva para elevar el
nivel de vida de cada ciudadano, al tener mayor libertad para disponer
de los recursos que genera. Es una tarea cívica y diría que urgente,
para que los políticos reciban con claridad el mensaje de que ya
estamos hartos de que nos sigan robando y de que lo hagan con absoluta
impunidad.
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