Cristóbal Miguel García Jaimes, estudiante de la UNAM. Foto: Tomada de Facebook |
MÉXICO,
D.F., (apro).- A sus 18 años de edad, Cristóbal Miguel García Jaimes,
suma más de 80 reconocimientos académicos, el último de ellos el Premio
Nacional de la Juventud 2014, la máxima distinción pública que otorga
el gobierno a menores de 29 años “con una trayectoria de esfuerzo,
superación, creatividad, productividad, iniciativa o por actos u obras
valiosas o relevantes” en beneficio de la humanidad, el país o
cualquier persona.
Oriundo de San Miguel Totolapan, Guerrero, una de las comunidades más marginadas del país, el estudiante del primer semestre de la carrera de física en la facultad de ciencias de la UNAM se ha convertido en uno de los científicos más jóvenes y exitosos del país.
“Desde niño quise dedicarme a la investigación. Llegué a la UNAM para aportar al progreso de mi pueblo”, dice el joven cuitlateca quien a los 17 años ganó en la Feria de la Ciencias de la UNAM con un proyecto de un acelerador de partículas miniaturas que también llevó a su pueblo para mostrar la relevancia de la ciencia.
Además, lo construyó con sólo mil pesos, el más barato del mundo, y después de trabajar ocho meses, 23 días y 13 horas con asesoría del profesor Efraín Chávez Lomelí quien lo invitó a permanecer en su laboratorio.
“El proyecto ganó en la Feria de las Ciencias de la UNAM. Al presentarlo en el Congreso Nacional de Física me convertí en el expositor con menor edad en las 57 ediciones del encuentro”, afirma, orgulloso, el universitario.
Cristóbal relata que fue en quinto año de primaria cuando descubrió el libro Física. Conceptos y aplicaciones, de Paul E. Tippens. “Ahí decidí tomar este camino. La ciencia es mi pasión, porque lo que más me gusta es preguntar y no quedarme con dudas”.
Desde los seis años dio muestra de sus aptitudes. “Mi madre relata que a esa edad observaba con detenimiento las flores. En el jardín de niños descubrí la sucesión de Fibonacci (serie en que cada número se calcula al sumar los dos precedentes). Desde entonces, me interesa indagar en lo que hay detrás de todo”, afirma.
En la primaria y secundaria destacó en los primeros lugares en aprovechamiento y ganó distintos certámenes académicos a nivel de zona, región y estado.
Posteriormente, en el segundo año de bachillerato, en el plantel 6 Antonio Caso de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP), triunfó en un certamen de matemáticas aplicadas e ingresó al programa Jóvenes hacia la Investigación en Ciencias Experimentales.
A partir de esa iniciativa realizó una estancia en el Instituto de Física de la UNAM y actualmente cursa el primer semestre de Física en la Facultad de Ciencias.
Además de sus actividades escolares y tareas para sufragar gastos personales, escribe la columna de divulgación Como por arte de ciencia en un impreso de circulación nacional, y dirige la fundación Ciencia Sin Fronteras, a fin de divulgar conocimiento y cultura, así como ayudar a niños y jóvenes indígenas en sus estudios o proyectos.
A futuro, dice Cristóbal, quiere ver progresar al país y a su comunidad.
“Con este propósito indago en los usos del zacate, que tiene potencial para curar quemaduras de piel. Con este conocimiento, San Miguel Tololapan podría tener industria propia y generar mejores empleos.
“Por cada joven que estudia, México duplica su ganancia a futuro, porque es un elemento menos para el mal y uno más para el buen desarrollo de la nación. No niego que tenemos problemas, pero unidos podremos superarlos”, afirma el joven científico.
Cristóbal es el mayor de tres hermanos, dice que no se intimida frente a las carencias o dificultades heredadas por siglos a su comunidad y que está convencido de que con estudio y esfuerzo, conseguirá sus sueños y ayudará a otros a cristalizar los propios.
Oriundo de San Miguel Totolapan, Guerrero, una de las comunidades más marginadas del país, el estudiante del primer semestre de la carrera de física en la facultad de ciencias de la UNAM se ha convertido en uno de los científicos más jóvenes y exitosos del país.
“Desde niño quise dedicarme a la investigación. Llegué a la UNAM para aportar al progreso de mi pueblo”, dice el joven cuitlateca quien a los 17 años ganó en la Feria de la Ciencias de la UNAM con un proyecto de un acelerador de partículas miniaturas que también llevó a su pueblo para mostrar la relevancia de la ciencia.
Además, lo construyó con sólo mil pesos, el más barato del mundo, y después de trabajar ocho meses, 23 días y 13 horas con asesoría del profesor Efraín Chávez Lomelí quien lo invitó a permanecer en su laboratorio.
“El proyecto ganó en la Feria de las Ciencias de la UNAM. Al presentarlo en el Congreso Nacional de Física me convertí en el expositor con menor edad en las 57 ediciones del encuentro”, afirma, orgulloso, el universitario.
Cristóbal relata que fue en quinto año de primaria cuando descubrió el libro Física. Conceptos y aplicaciones, de Paul E. Tippens. “Ahí decidí tomar este camino. La ciencia es mi pasión, porque lo que más me gusta es preguntar y no quedarme con dudas”.
Desde los seis años dio muestra de sus aptitudes. “Mi madre relata que a esa edad observaba con detenimiento las flores. En el jardín de niños descubrí la sucesión de Fibonacci (serie en que cada número se calcula al sumar los dos precedentes). Desde entonces, me interesa indagar en lo que hay detrás de todo”, afirma.
En la primaria y secundaria destacó en los primeros lugares en aprovechamiento y ganó distintos certámenes académicos a nivel de zona, región y estado.
Posteriormente, en el segundo año de bachillerato, en el plantel 6 Antonio Caso de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP), triunfó en un certamen de matemáticas aplicadas e ingresó al programa Jóvenes hacia la Investigación en Ciencias Experimentales.
A partir de esa iniciativa realizó una estancia en el Instituto de Física de la UNAM y actualmente cursa el primer semestre de Física en la Facultad de Ciencias.
Además de sus actividades escolares y tareas para sufragar gastos personales, escribe la columna de divulgación Como por arte de ciencia en un impreso de circulación nacional, y dirige la fundación Ciencia Sin Fronteras, a fin de divulgar conocimiento y cultura, así como ayudar a niños y jóvenes indígenas en sus estudios o proyectos.
A futuro, dice Cristóbal, quiere ver progresar al país y a su comunidad.
“Con este propósito indago en los usos del zacate, que tiene potencial para curar quemaduras de piel. Con este conocimiento, San Miguel Tololapan podría tener industria propia y generar mejores empleos.
“Por cada joven que estudia, México duplica su ganancia a futuro, porque es un elemento menos para el mal y uno más para el buen desarrollo de la nación. No niego que tenemos problemas, pero unidos podremos superarlos”, afirma el joven científico.
Cristóbal es el mayor de tres hermanos, dice que no se intimida frente a las carencias o dificultades heredadas por siglos a su comunidad y que está convencido de que con estudio y esfuerzo, conseguirá sus sueños y ayudará a otros a cristalizar los propios.
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