Entrevista
Periódico Diagonal
Entrevista a Itziar Ziga con motivo de la publicación de su último libro 'Malditas. Una estirpe transfeminista'. Es uno de los nombres más importantes en los feminimos jóvenes y los transfeminimos que nadan contra corriente en el Estado Español. Ha publicado tres libros de gran repercusión dentro y fuera de los movimientos como 'Devenir Perra', 'Un zulo propio' y 'Sexual Herria'. Hablamos con ella con el motivo de la llegada a las librerías este otoño-inverno de su último libro “Malditas. Una estirpe transfeminista” (Editorial Txalaparta, 2014), que acaba de presentar en la feria del libro de Durango. |
Hay libros que son como bocanadas de aire fresco pero aún siguen causando encendidos debates. Uno de ellos es Devenir perra. ¿Necesitamos airear el panorama en medio de tanto ensayo seudoacadémico, en ocasiones, repetitivo o alejado de la sociedad?
Suelen
decirme que mis libros se leen muy rápido y que casi se puede escuchar
mi voz. Soy muy directa, incluso concisa. En la facultad de periodismo
trataron de inculcarme el credo de la objetividad, o lo que es lo
mismo, las técnicas para dar la versión del poder como si fuera
imparcial. Me juré que siempre escribiría dejando claro desde dónde y
para quién.
De ocho malditas, seis han pasado por los calabozos
y una fue esclava. Todas ellas mujeres de acción. Sin que importe si
fueron identificadas como hembras en el paritorio, para algo afirmó
Simone de Beauvoir en 1949 que no se nace mujer, se llega a serlo es
decir, a funcionar como socialmente debe funcionar una mujer. En el
caso de las malditas feministas, a disfuncionales, aunque no sólo en el
engranaje de género. Las guerreras de mi libro dislocaron todas las
máquinas: la heteropatriarcal, la colonial, la capitalista,…
Cierto
descoloque intergeneracional es inevitable, hasta yo me interdescoloco
conmigo misma, pero he ido comprendiendo que las que persisten en
rechazar el ansiado relevo defienden su pequeño trono. Y el feminismo
es por encima de todo destronante, como todo movimiento radical.
Superar
el daño infringido por unas oligarquías que siguen dominando no sólo es
imposible, sino también paralizante y descabellado. El problema es que
la mayor parte de violencias que sufrimos en nuestras vidas, la
policial, la machista, la capitalista, son estructurales y no cesan.
Hay que seguir teniendo muy claro quién es el enemigo.
La selección de malditas fue automática, ellas son
como mis amigas invisibles desde hace años. Me las fui encontrando en
los libros y en las narraciones de otras y sus hazañas me enaltecieron
para siempre. No he tratado de abarcar diversidad ni totalidad alguna
con ellas. Aunque bastarda, soy hija del feminismo occidental y blanco.
Claro que no es casualidad que todas ellas nacieran en Europa o en
Estados Unidos cuando guerreras imprescindibles hubo, hay y habrá en
cualquier rincón del mundo. Yo he hecho una lectura transfeminista de
sus vidas porque todas ellas han combatido radical y desbocadamente
todas las opresiones, no sólo la de género. ¿Qué decir de Laura
Bugalho? Esa sindicalista galega transexual que ha denunciado
diecinueve mafias institucionales, que ha tocado tanto los huevos al
sistema que tramaron un vendetta a modo de montaje policial para acabar
con ella. En primavera se celebrará el juicio, allí estaremos.
Las redes sociales son
interesantes para conectarnos entre nosotras, pero discutir
compulsivamente con idiotas que, a la ligera, nos llaman feminazis para
mí no es verdadero activismo. No tengo facebook, soy demasiado bocazas
y la adolescencia ya pasó, afortunadamente. Pero, sobre todo,
detestaría tener una voz sobredimensionada en un movimiento que debe
seguir siendo horizontal y descabezado y en mis libros ya opino
suficiente. Creo por encima de todas las cosas en el feminismo
comunitario. Por otro lado, me asusta que la red confunda cada vez más
la información, a veces cuesta horrores dar con el dato verdadero de
hechos constatables. Y eso es muy bueno para que acabemos dudando de
todo y decidamos no actuar. Sigue habiendo cosas que sólo están en las
calles, afortunadamente.
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