Los tres meses de la matanza de Iguala coinciden con el final del año. A
todas luces asistimos al fin de un ciclo. Las movilizaciones bajan en
intensidad y frecuencia —por unas semanas, por lo menos—. El gobierno le
apostó a meter al movimiento a la congeladora de las vacaciones
navideñas y a que en enero, cuando el país vuelva a su ritmo normal,
éste sea incapaz de alcanzar los picos que se vivieron en
octubre-noviembre.
Es muy probable que lo anterior se logre. Con este cierre de ciclo, el
gobierno federal puede acusar recibo de una cosa: Peña Nieto no cayó, y
no caerá en el futuro próximo. La posibilidad se barajó en las élites, y
cientos de miles o millones exigieron su renuncia con un ardor que no
se veía en décadas —lo cual es por sí sólo un éxito—, pero el gobierno
no cayó.
No, Ayotzinapa no desató una revolución, como varios creían o esperaban.
Ayotzinapa no desató una revolución, pero sí una revelación. O varias,
mejor dicho. Una respecto al gobierno, otra respecto a la izquierda y
otra respecto al campesinado mexicano. Es en esta triple toma de
conciencia por parte de amplias capas de la población en donde radica la
importancia en el largo plazo del movimiento desatado tras la matanza, y
la que formará el horizonte de posibilidad para los actores políticos
en los siguientes años.
De las dos primeras he escrito ya. Las mencionaré brevemente: el
discurso modernizador del PRI, que una parte importante de la población
mexicana se creyó durante un tiempo (y que tuvo como principal prueba la
completa pasividad respecto a la privatización de PEMEX hace un año) ha
quedado sepultado bajo los cadáveres de los estudiantes y los
escándalos de corrupción en el seno del gabinete. La investigación de
Anabel Hernández en Proceso apoya la tesis de que Iguala no fue un
“accidente” de una alcaldesa ebria de poder y que se había infiltrado,
casi accidentalmente, dentro del gobierno municipal. Iguala fue un
crimen de Estado, llevado a cabo por el PRD pero con el buen visto de
las fuerzas armadas y del círculo más cercano de Peña. El gobierno
federal tuvo una pequeña ventana de posibilidad, en los primeros días de
octubre, para lanzar una línea democrática y pro-justicia, que
implicaba encarcelar a varios peces gordos, de su partido y del PRD, así como a varios narcotraficantes, pero tal
posibilidad se les escapó: mejor dicho, nunca la intentaron llevar a
cabo a fondo.
Los tres meses que han seguido al 26 de septiembre mostraron a un
gobierno federal errático, fragmentado, incapaz de tomarle el pulso al
movimiento y de actuar con audacia. Son malas noticias para la burguesía
mexicana, que creía encontrar en el PRI a su guardián más
experimentado. Aunque tampoco hay que llevar las cosas al otro extremo:
EPN fue torpe, pero estamos lejos de una crisis insalvable dentro de la
élite en el poder.
La otra revelación, la que devela a “la izquierda” como asesinos de
estudiantes, tiene consecuencias de más largo plazo. La crisis del PRD
es peor que la del PRI, y la gran incógnita de los años a venir es cómo y
bajo qué condiciones se reestructurará la izquierda en México tras la
bancarrota del que fue el partido-hegemón durante los últimos 25 años.
En esta columna, hace más de un año, había escrito que el PRD “había
muerto como opción progresista”. Ahora hay que elevar esa afirmación a
la quinta potencia. Tras la caída (impuesta) de Aguirre, el PRD intentó
contener la movilización con lo que a grandes rasgos podríamos llamar
como una línea democrática en Guerrero. Sus límites y contradicciones se
han hecho sentir desde el primer día.
Pero lo más importante, y lo que en gran medida queda ausente de buena
parte de los análisis coyunturales, es la reacción que Iguala ha
provocado en el campesinado guerrerense. Una parte importante de
Guerrero se armó, se constituyó en policías comunitarias o asambleas
populares (que no son otra cosa que campesinos armados) y expulsó a los
ediles. La gran revelación es que en Guerrero se ha mantenido un
reflejo, más subconsciente que otra cosa, de armarse, autorganizarse y
“abolir” el Estado, espontáneamente, ante crisis como la vivida. Sus
limitaciones son enormes: en 42 municipios o poblados se expulsó a los
representantes del Estado, pero sólo cinco o siete intentaron formar
consejos de gobierno embrionarios. En la gran mayoría de los casos, el
reflejo de desconfiar y expulsar al Estado llegaba hasta ahí: no alcanzó
para dar el siguiente paso; el de diseñar y poner en pie una nueva
estructura de gobierno democrática. Lo que pasó, en el mediano plazo, es que ante la toma de los palacios de gobierno,
el PRI o el PRD abrieron oficinas semi-oficiales en otras partes de las
comunidades.
Como siempre, la gran incógnita irresuelta del movimiento ha sido la del
poder. Esa delgada línea entre tomar el poder (o sus símbolos) y
ejercerlo. Pero ese reflejo condicionado habla mucho sobre el sedimento
político-histórico, filtrado por quién sabe cuántos siglos en el
campesinado del sur de México, y listo para resurgir, no como sedimento,
sino como historia viva, en cualquier momento.
El año que viene será el año de la turbulencia. Hay una palabra que
domina las perspectivas políticas del gobierno y los partidos para 2015:
el enigma. Hasta ahora, el gobierno tenía un plan, o una serie de
proyectos, cuyos costos eran calculables: las reformas estructurales, el
tratamiento del narcotráfico, las elecciones de 2015, etc. Pero 2014 ha
roto todos estos planes o proyectos y provocado una política de la
improvisación y la turbulencia que depende cada vez más en el olfato y
el azar que en los programas y la ideología. EPN sufrió un alzamiento en
Michoacán a principios de año y luego otro en Guerrero a finales. Las
últimas semanas de este 2014 han visto un renacer de las autodefensas.
El gobierno ha podido contener, mal que bien, a cada uno por su lado.
¿Qué pasaría si se juntan, si se les unen los siempre explosivos Oaxaca o
Chiapas? En eso precisamente yace el problema de la turbulencia: que es
imprevisible, que puede o no suceder y puede durar unos segundos o provocar la caída del avión.
¡Feliz 2015 para todos, pues!
@CamiloRuizTass
Publicado originalmente en http://www.elbarrioantiguo.
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