1/17/2015

Usan la rabia del rap contra la violencia en Ciudad Juárez

 Jóvenes intentan con su música cambiar valores patriarcales

Ex trabajadora de la maquila, hija de padres migrantes con un hermano que se sumergió en las drogas y una hermana víctima de violencia de pareja, Susana Molina Medina decidió romper con su destino y tomar el micrófono para denunciar, a ritmo de rap, la violencia de su natal Ciudad Juárez, Chihuahua.  



En medio del despunte del feminicidio, en 2009 un grupo de jóvenes decidieron unirse para narrar lo que, como mujeres, les tocaba vivir en una ciudad de crimen e impunidad. Así nació la Colectiva Fronteriza, que después daría vida a Batallones Femeninos, una red de raperas en la que participa Susana.

La cantante, de 30 años de edad, comenzó su carrera musical en los coros de la iglesia y de la escuela, pero a los 17 años dio un salto y comenzó con las canciones de protesta. Tiempo más tarde su voz serviría para denunciar la pobreza, las balaceras, las mujeres desaparecidas y la injusticia que día a día presenciaba.

A ella, conocida en la música como Oveja Negra, y a sus compañeras de Juárez y a las que viven en Tepic, Puebla, el DF y Tijuana, no les fue fácil entrar al mundo del rap pero algo es seguro: ningún varón les puede impedir que tomen los micrófonos porque, al igual que ellos, estas mujeres son de barrio pero a diferencia de muchas mujeres decidieron no quedarse en casa. 

En entrevista con Cimacnoticias, Susana narra: “Los padres de mi papá son de Durango y salieron a Estados Unidos. Vengo de abuelos migrantes; mi abuelo viene en la época de los braceros, pero se vuelve alcohólico; la abuela decide no regresar al pueblo y se queda en Ciudad Juárez a trabajar con sus siete hijos”.

Al ser hija de padres trabajadores de la maquila, parecía que su destino sería ser obrera. “Me decían jugando: ‘Mira, aquí está tu empresa’. Mientras yo decía: ‘No voy a trabajar aquí en la maquila’”. Y es que desde niña le gustaba eso de “la artisteada”, como ella dice al referirse al espectáculo musical.

Dejada al cuidado de sus abuelas, Susana era la única niña entre varios nietos, por lo que debió crecer en medio de juegos de niños, pero cumplir con deberes domésticos.

“Me decían ‘machetona’ (que te juntas a jugar con los hombres). Una vez mi abuela me da unos palazos porque me fui a jugar maquinitas (videojuegos), y me dijo que las niñas no iban a jugar maquinitas, yo no entendía por qué”, cuenta.

“Llegó mi mamá y le dije. Tuvo una bronca. La educación de mi abuela fue muy fuerte: ellas reproducían esta forma de educar a través de los golpes, reproduciendo la violencia”. Desde entonces la joven siempre cuestionó que las mujeres fueran castigadas por hacer actividades que –decían las abuelas– eran inapropiadas. Ahí empezó su rebeldía.

“Mi bisabuelo me platicaba que nuestra familia anduvo con Pancho Villa (el caudillo de la Revolución Mexicana) y que era revolucionaria… Ahora ando en las marchas y lo ven como la herencia. En nuestra familia siempre anduvieron apoyando los movimientos, pero claro que al final es una decisión propia”.

Cuando tenía entre 17 y 18 años, Susana acudió a un café, que era más un centro cultural en Juárez. “Conocí a Sofia; ella estaba haciendo una rola para el 8 de marzo –yo venía del coro de la iglesia, de la escuela–; veo que le faltaba el aire, veo que jadeada, entonces le dije que le faltaba respirar”. Al ver que aquella adolescente sabía de música, Sofía le pidió que hiciera los coros de la canción.

Días más tarde, Sofía y Susana se presentaron en el centro de la ciudad como parte del proyecto “Socialismo Barbarie”. En aquel entonces, emocionada, informó a su familia de su primer concierto, si es que así se le podía llamar. Les dijo que era en conmemoración del Día Internacional de la Mujer. En casa ni siquiera sabían que existía un día con esa leyenda.

En el proyecto “Socialismo Barbarie” la dejaron escribir canciones. “No me veía como en ese sentimiento; las primeras canciones no eran combativas”, pero poco a poco logró sacar sus emociones a través de la pluma y el papel. Una de sus primeras letras fue sobre personas que degradaban su vida como trabajadores de la maquila.

Ella sabía muy bien lo que se sentía trabajar en esos lugares; fue obrera, un trabajo que nunca le gustó, sobre todo por tener que realizar tareas mecánicas, cansadas y enajenantes, quizás esa fue la razón para que abandonara cada trabajo que consiguió. 

Después Susana se involucró con la teoría feminista, ahora incluso puede citar a la política alemana Clara Zetkin. “Decía que las mujeres no nos apartamos de los hombres por el gusto de segregarnos, sino por crear nuestros liderazgos”, y entonces explica cómo abandonó su primer proyecto para crear uno conformado sólo por mujeres.

“Soy una chava de barrio que no quiso ir a la universidad”, dice orgullosa al recordar que fue una de las jóvenes que convocó a un grupo de artistas para crear la Colectiva Fronteriza, integrado por pintoras, músicas, grafiteras y escritoras, que se unieron para expresar sus ideas, pero sobre todo para apoyar la búsqueda de justicia de las madres de Ciudad Juárez.

“Queríamos  poner el arte al servicio de las voces de exigencia, poner al servicio de las mujeres que reclamaban justicia para sus hijas”, y en especial tener los reflectores sobre ellas para direccionarlos hacia la lucha de las mujeres, de aquellas que todos los días pedían que dejaran de aparecer sus hijas asesinadas.

El rap fue el arma ideal porque permite gritar y sacar el enojo, “el encabronamiento, te enoja mucho la impunidad porque hagas lo que hagas nada se nota, la frustración, hacen sentir mal… con el rap puedes vomitar”, y desde entonces su forma de contrarrestar los asesinatos que se cuentan día a día es gritar palabras.

CONTEXTO VIOLENTO

Susana cuenta una anécdota: en 2010, cuando Batallones Femeninos grababa la canción “Ni una guerra en nuestro nombre” –tema contra la cruzada que emprendió Felipe Calderón contra el crimen organizado–, la madre de una de las integrantes llamó a su hija para decirle que volviera a casa.

La madre le pidió a su hija que regresara porque ya casi era medianoche, le llamó de manera insistente hasta que la joven decidió irse pese a no haber grabado su voz. Pero dos minutos después regresó. El colectivo estaba alegre porque la habían dejado quedarse. Ella simplemente respondió: “No, es que se están balaceando aquí afuera; le hablé a mi mama y me dijo ‘regrésate a dónde estabas y no te muevas’”.

La música de Susana  se recopila en la producción Oveja Negra y se puede escuchar en SoundCloud o verla en las presentaciones que hace por todo el país. Ella cree que quizás en un futuro las mujeres puedan vivir sin tanta violencia, mientras eso sucede hay que denunciarla y seguir cantando, destaca.


Por: Yunuhen Rangel Medina y Anayeli García Martínez
Cimacnoticias | México, DF.- 
 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario