Una
información reciente del Banco Mundial [BM] afirma que América Latina
se mantiene como una de las regiones más violentas del mundo.
“Comparadas con el promedio mundial de 6.2 asesinatos por cada 100 mil
habitantes, las subregiones de América del Sur, América Central y el
Caribe registran 24, 26 y 19 asesinatos por cada 100 mil habitantes… El
aumento de la ola delictiva en la región es uno de los mayores riesgos
económicos. Por la violencia México crecerá [económicamente] menos de
lo previsto y si el crimen se extiende, el entorno para los negocios en
América Latina se hará menos fácil.”
Lo que en verdad le preocupa
al BM es que la maquinaria económica capitalista de la región esté bien
aceitada para funcionar adecuadamente, y no el bienestar social –que
presupone la seguridad de la vida misma– de la población
latinoamericana. Si algo ha venido propiciando más violencia en las
últimas décadas en muchos de los países de estas subregiones son los
poderosos organismos financieros mundiales como el propio BM, el Fondo
Monetario Internacional [FMI], y la Organización para la Cooperación y
el Desarrollo Económico [OCDE]. La imposición de sus políticas
neoliberales, en el caso de México, trae consigo una creciente
desigualdad social, una mayor explotación de la población trabajadora,
un incremento de la precarización de la calidad de vida e
hiperviolencia cotidiana por todos lados. Insistimos, el capital en sí
mismo es muy violento, y su proceso de acumulación bajo su forma
salvaje, brutal, requiere de políticas autoritarias y represivas contra
la población trabajadora. Cuando estas grandes corporaciones
financieras mundiales hablan acerca del problema de la pobreza social,
la inseguridad, la violencia, la criminalidad, el desempleo, etcétera,
son muy cínicas e hipócritas.
Si algo significa el aumento de
la violencia en todas sus manifestaciones posibles en el mundo entero
es precisamente la creciente barbarie social de un capitalismo tardío,
su decadencia visible con una profunda crisis civilizatoria
apocalíptica que arrastra consigo una devastación de la naturaleza y de
la población. La degradación salvaje de la sociedad asume muchas formas
criminales y violentas. Este es el marco histórico–social del
terrorismo en su diversidad de formas; desde los crímenes terroristas
fundamentalistas–religiosos hasta el propio terrorismo de Estado, cuyo
mayor perpetrador es el imperialismo estadounidense, sus secuaces
europeos y del Oriente Medio, el caso de Israel. Los grandes grupos
terroristas, como Al Qaeda, han sido directa o indirectamente
prohijados por el imperialismo yanqui y demás socios.
Este imperialismo ha actuado como el agente de reclutamiento más eficiente de los terroristas yihadistas y es el creador del Estado Islámico. Los grandes y poderosos gobiernos actúan como verdaderos sicarios mafiosos de las grandes corporaciones capitalistas. Detrás de las atrocidades criminales cometidas por los terroristas está el origen de acciones bélicas y terroristas por todo el mundo de gobiernos que protegen los intereses económicos y geopolíticos de los grandes monopolios capitalistas y de las oligarquías criollas. Además, la industria del armamento tiene como principales productores a Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia, Rusia y China, todos ellos países capitalistas que obtienen tres cuartas partes del valor de las armas que hay en el mundo. La violencia en México, por ejemplo, la de los cárteles mafiosos, es alentada por la industria de armas estadounidense. La muy “civilizada y democrática” Alemania vende armas al gobierno mexicano. Hay decenas de ejemplos de violencia brutal en África, Afganistán, Gaza, en Palestina, Siria, etcétera. Países y regiones cuya violencia genera ondas expansivas de violencia terrorista, como en los Estados Unidos, Inglaterra y Francia.
Este imperialismo ha actuado como el agente de reclutamiento más eficiente de los terroristas yihadistas y es el creador del Estado Islámico. Los grandes y poderosos gobiernos actúan como verdaderos sicarios mafiosos de las grandes corporaciones capitalistas. Detrás de las atrocidades criminales cometidas por los terroristas está el origen de acciones bélicas y terroristas por todo el mundo de gobiernos que protegen los intereses económicos y geopolíticos de los grandes monopolios capitalistas y de las oligarquías criollas. Además, la industria del armamento tiene como principales productores a Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia, Rusia y China, todos ellos países capitalistas que obtienen tres cuartas partes del valor de las armas que hay en el mundo. La violencia en México, por ejemplo, la de los cárteles mafiosos, es alentada por la industria de armas estadounidense. La muy “civilizada y democrática” Alemania vende armas al gobierno mexicano. Hay decenas de ejemplos de violencia brutal en África, Afganistán, Gaza, en Palestina, Siria, etcétera. Países y regiones cuya violencia genera ondas expansivas de violencia terrorista, como en los Estados Unidos, Inglaterra y Francia.
La
indignación y condena mundial ––incluida la de la población musulmana,
donde los extremistas-terroristas son una ínfima minoría–– por el
asesinato atroz en París de 12 trabajadores periodistas de la revista
Charlie Hebdo, incluidos los policías y los rehenes judíos, es el
profundo rechazo a toda forma de violencia atentatoria contra la vida
humana, la cual debería estar muy por encima de las mezquinas ganancias
capitalistas. La xenofobia, la islamofobia, el antisemitismo, el
racismo, son consecuencia inevitable de un mundo caótico y podrido por
un mercado mundial navegando en las aguas turbulentas y heladas del
cálculo egoísta de las ganancias capitalistas. Este es el fondo del
paroxismo de la violencia mundial.
El cinismo de algunos
gobernantes se hizo presente en la marcha de protesta por este crimen
atroz en la sede de la revista parisina ¿Qué diablos hacía en tal
protesta el genocida Netanyahu, representativo de un Estado terrorista
como Israel? ¿Por qué el gobierno francés “republicano” prohibió las
marchas propalestina? Podemos estar de acuerdo o no con la provocadora
intencionalidad de los caricaturistas de Charlie Hebdo, pero condenamos
enérgicamente su asesinato brutal; de la misma manera que condenamos
los crímenes de Estado como el de los estudiantes de Ayotzinapa. En
México hay más de 80 periodistas asesinados en los últimos años y los
autores intelectuales siguen impunes; los periodistas secuestrados son
casi 20 y muchos más se han visto obligados al exilio ¿Dónde está el
gobierno para cuidar la libertad de expresión? Protestas las ha habido
por estos crímenes, cierto, pero no tienen eco de la ciudadanía. El
cinismo del poder, su hipocresía –junto con sus portavoces de la prensa
corrupta– no tiene límites y hasta el gobierno mexicano envió
condolencias al gobierno francés, pero aquí hace mutis y quiere dar
carpetazo por los asesinatos y desaparecidos de Ayotzinapa. La infamia
y vileza del poder y el dinero.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario