La Jornada
En otro giro de su discurso acerca de la frontera que Estados Unidos comparte con México, el presidente Donald Trump anunció el martes que
por el momentono cerrará ni total ni parcialmente los cruces fronterizos como había amenazado con hacerlo el viernes pasado, cuando por primera vez emitió un ultimátum al respecto. De acuerdo con el mandatario, por ahora puede ponerse en suspenso la drástica medida porque el gobierno de México
está deteniendo a miles de personas en su frontera sur. En lo que parece un esfuerzo por apuntalar la percepción de alarma transmitida por Trump, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) cerró dos de los ocho carriles de la garita situada en la Mesa de Otay debido a lo que llamó una
crisis humanitaria y de seguridad sin precedente.
Las declaraciones del magnate y de la instancia a cargo de las
aduanas son del todo inconsistentes con la realidad. Primero, porque en
días recientes no ha habido una variación drástica en la política que el
gobierno mexicano ha venido aplicando desde diciembre del año pasado
con respecto a los migrantes centroamericanos que ingresan a la nación
en su camino hacia Estados Unidos, ni mucho menos ha emprendido las
detenciones masivas a las que se refirió Trump. Segundo, porque la
cantidad de personas sin documentos migratorios que arriban a Estados
Unidos se encuentra muy lejos de los máximos históricos, por lo que es
en todo punto falaz hablar de una
crisis sin precedente.
En este contexto, el hecho de que el político republicano reculara en
su última serie de amagos hace pensar en la presión del empresariado
estadunidense para conjurar un completo despropósito, cuyas
consecuencias resultarían catastróficas incluso en el más corto plazo:
sólo un día de intercambios comerciales por esa vía representa hasta 2
mil millones de dólares para compañías de ambos lados de la frontera.
Para la industria automotriz en Estados Unidos el escenario resultaría
particularmente desastroso, pues en apenas una semana de cierre
fronterizo podría verse paralizada del todo por la falta de insumos
provenientes de territorio mexicano.
Por lo demás, la decisión de suspender el temerario ultimátum exhibe,
ante todo, que detrás de éste y de anteriores lances no se encuentra
sino una estrategia propagandística diseñada por el antiguo presentador
de televisión para mostrar la imagen de macho audaz, agresivo e
irreflexivo que tanto agrada a los sectores más retrógrados del
electorado estadunidense, justamente aquellos cuya fidelidad a Trump se
ha mantenido imperturbable. En suma, las causas y los ritmos de estos
exabruptos no deben buscarse en la frontera ni en los flujos migratorios
sino en el calendario electoral del magnate y su partido.
Lo grave y lamentable de este demagógico estira y afloja propagandístico es que el teatro de la
emergencia fronterizarestringe el acceso a refugiados y solicitantes de asilo y refuerza la perspectiva de que se desarrolle una crisis humanitaria verdadera.
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