Son 5.3 millones de Mujeres trabajadoras independientes, mientras que en el mismo periodo de 2018 fueron 4.6 millones, un alto crecimiento porcentual del orden de 15 puntos. Esta modalidad de trabajo se ve como una ventana de oportunidad frente al desempleo.
El llamado trabajo independiente o por cuenta propia se caracteriza por sus bajos ingresos; carecer de derechos laborales, sin acceso a instituciones de salud, sin protección en accidentes de trabajo, donde las mujeres son víctimas de acoso laboral y sexual; no tienen estabilidad en el empleo y pueden ser desempleadas en cualquier momento sin poder exigir algún derecho.
El mejor ejemplo son las y los trabajadoras de plataformas digitales como: Uber, Didi, Rappi, etc.; los llamados “gig work” son trabajadoras y trabajadores independientes, por cuenta propia. Les venden la fantasia de compartir la empresa, son emprendedoras y por tanto no son “empleados”, desde esta perspectiva cero derechos.
El pomposo título de “socios repartidores”, esconde una explotación de las y los repartidores porque la premisa de socias permite negar derechos laborales como salud, vacaciones, accidentes de trabajo, etc.. En realidad es una explotación encubierta, no se puede formar un sindicato de“socios”.
El ingreso promedio por hora trabajada de las y los trabajadoras independientes apenas alcanza un promedio de 49.5 pesos, muy inferior a los 78.3 de los empleadores; en tanto que los datos de personas sin acceso a instituciones de salud es de 13.7 en hombres y 10.5 millones para mujeres trabajadoras, un efecto inegable del “trabajo independiente” (veáse gráfica).
De hecho las llamadas “socias repartidoras” cuentan con un ingreso mensual promedio de ocho mil pesos, ni siquiera alcanzan diez salarios mínimos.
“Lo cierto es que obtienen muy bajos ingresos, a tal punto que un 20 por ciento declaró que“pasó hambre porque no podía pagar lo suficiente para comer”. Y casi un tercio que no pagaron el monto total de sus recibos de los servicios públicos de sus hogares (luz, gas,agua) en el mes anterior a la encuesta.
Adicionalmente, un 62 por ciento de los encuestados declaró que perdió parte de sus ingresos debido a dificultades técnicas para marcar la entrada o la salida de sus labores”.
Un factor a considerar es la relación entre trabajo independiente y desempleo juvenil, en las mujeres tiene una tasa de 6.93 para la edad de 15-19 años y 5.77 para 20-29. En contraste la tasa muy baja de 2.06 corresponde del grupo de mujeres trabajadoras con 40-49 años.
Es sabido que el desempleo más alto del mercado laboral está en la juventud, las altas tasas permiten concluir que no se ha recuperado el nivel de empleo para este segmento demográfico de la población, registrado previo a la pandemia; para mayor información: 7 de cada diez mujeres de 15 a 19 años no tienen acceso a trabajos formales, mucho menos a derechos laborales y sindicalización (ver gráfica).
Y esta situación significa un grave problema social y político generador de pobreza. Según Inegi el trabajo por cuenta propia sumó 345 mil 728 personas a la población ocupada en el octavo mes del año, el trabajo subordinado (generalmente con derechos laborales) tuvo una reducción de 155 mil 726 plazas.
Implica una amplia desigualdad laboral entre trabajadoras con derechos y las “independientes” sin acceso a derechos laborales, con ingresos muy bajos que las circunscriben a condiciones de pobre intergeneracional.
Los documentos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre el tema del desempleo juvenil señalan:
“Entre 2019 y 2020, las y los jóvenes de entre 15 y 24 años de edad experimentaron una pérdida porcentual de empleo mucho mayor que los adultos (definidos como las personas que tienen 25 años o más).
Muchos de ellos abandonaron la fuerza de trabajo, o no llegaron a incorporarse a ella, debido a la enorme dificultad de buscar y conseguir un empleo en un momento en el que muchos gobiernos imponen medidas de cierre y confinamiento y los empleadores sufrían pérdidas masivas de ingresos como consecuencia del cierre de empresas.
Además, la fuerte caída de los ingresos familiares y el cambio al aprendizaje a distancia por parte de las instituciones educativas hicieron que la búsqueda de educación y formación fuera más ardua para muchos. En consecuencia, el ya elevado número de jóvenes sin estudios, trabajo ni formación aumentara a partir de 2020.
El déficit global de empleo de los jóvenes con respecto a 2019 ascendía al 8,2 por ciento en 2020, mientras que el déficit correspondiente a los adultos ascendía a menos de la mitad”.
@ramonaponce
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