“Sí X México”, “Va X México”, y ahora “Unid@s X México”, tienen como común denominador la marca “X”, del señor Claudio X, además de la absoluta ausencia de proyecto de nación. Se trata de un mismo intento fallido, y repetido, por cerrar filas en contra de la Cuarta Transformación del país que pretende, obstinadamente, conseguir resultados distintos a los obtenidos con las anteriores experiencias frustradas. Para ello se maquilla de manera diferente pero interpreta el mismo papel, cambia de nombre, de logo, pero eso es todo, lo demás es igual, la misma burra revolcada.
Si sumamos las intentonas fallidas que la oposición ha tenido para crear alianzas: Tumor, Futuro 21, Frenaaa, toda la franquicia “X”, México Despierta, o Sociedad Civil México, entre otras, podemos juntar más intentos de alianzas que estados que tienen gobernados, y aunque ello pueda sonar chiste, no les, lejos está de serlo debido a que en toda democracia es necesaria una verdadera oposición, un contrapeso serio que abone, proponga y represente intereses ciudadanos, no de élites.
El papel de una oposición responsable es fundamental en el ejercicio democrático, debe ser, desde su trinchera, una fuerza de equilibrio que abone al desarrollo, para ello debe presentar alternativas y fomentar el diálogo. Quien lucha por el país desde la oposición está obligado a tener muy claro el que la derrota sufrida en elecciones anteriores, esa que precisamente la hizo oposición, es voluntad popular y respuesta a muchas cosas, entre ellas, y específicamente en el caso de México, la falta de un proyecto de nación acompañada del hastío de la ciudadanía a la normalización de una clase política que utilizó el servicio público para servirse a si misma. A partir de lo anterior, la responsabilidad de una oposición seria es la de construir un proyecto con sentido social.
Hoy la oposición, por más alianzas que inaugure en cocteles con participantes encopetados y discursos agoreros, tendría que reconocer su papel en el pasado y asumir que perdieron, para entonces dejar de evadir que este país se está transformando por voluntad popular, y que de ellos se esperaría que, desde su ideología y posturas, se sumen a ese cambio que el pueblo –mayoritariamente- mandató. Más allá de simpatías y antipatías, o de ser de izquierda o de derecha, nada justifica el deseo a que un gobierno fracase, ello afectaría a todos: ricos y pobres, quienes viven en el campo y en las grandes urbes.
La verdadera oposición no entorpece o torpedea acciones o programas de gobierno con la única intención de sabotear a su rival político o beneficiar intereses ajenos a los soberanos, al contrario, propone alternativas que construyen, reprueba cuando es edificante, y no difama. Hace política no politiquería, presenta proyectos, no demagogia.
Por el bien del país se espera que la Cuarta Transformación llegué también al sistema partidista; la 4T no es nada más un gobierno o un presidente, se trata de un movimiento cuya inercia afecta, de una manera u otra, a absolutamente todos y a todo. No hay manera en la que la oposición pueda representar una fuerza política si se empeña en seguir operando sin un proyecto que tenga en él algo más que repudios. De nada servirá cambiarle el nombre y el logo a alianzas que, como hemos visto, están unidos por exactamente lo mismo que las separa.
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