Hernán Garza
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, conocida como COP27, se celebrará en Egipto el próximo mes de noviembre y será patrocinada por Coca-Cola. El anuncio fue publicado el mes pasado en la página oficial de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y aunque generó fuertes rechazos nada nos indica que la Corporación o la ONU den marcha atrás[1]. ¿Qué significa para nosotros este contubernio entre dos organismos que concentran enorme poder económico por un lado y político del otro? Hagamos algo de historia para tener mayor claridad del contexto que propició este absurdo despropósito.
La Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992 dio inicio a los esfuerzos globales organizados contra el cambio climático, la protección de la biodiversidad y la lucha contra la desertificación. Sin embargo, no pudo haber comenzado de peor manera: la declaración a su llegada a la Conferencia del Presidente George H. W. Bush: “El estilo de vida americano no es negociable”[2] marcó desde entonces una pauta anárquica y egoísta en los acuerdos internacionales para la protección del medio ambiente. La postura de los EE. UU. era entendible, un año antes invadieron Irak por primera ocasión y no estaban dispuestos a que nada ni nadie les impidiera lucrar con su botín de guerra, el petróleo del Golfo Pérsico.
Con todo esto en contra, durante 30 años se lograron establecer metas y hasta acuerdos vinculantes para la disminución de emisiones de gases de efecto invernadero, esto con un claro sesgo en contra de la industria del petróleo[3]. Lo último no fue casualidad, ya que para 1977 la petrolera Exxon había entendido la ciencia detrás del cambio climático[4], y de forma perversa decidió ocultar sus hallazgos al público. Fue hasta una década después, con la comparecencia ante el Senado norteamericano del científico James Hansen[5], que el asunto se convirtió en un tema de interés general centrado en la emisión de contaminantes. El sentimiento anti petrolero[6] congregó a los grupos de interés de las energías alternativas bajo la bandera del «capitalismo verde» que llegó a la cúspide de su poder e influencia a finales de 2015 al firmarse el Acuerdo de París[7]. Sin embargo, tan solo un año y medio después, el Presidente Trump anunció que EE. UU. se retiraría del citado acuerdo[8].
Lo indecoroso, limitado así como los vicios del pacto vinculante frente a la crisis climática fueron denunciados en investigaciones como el documental El Planeta de los Humanos de Michael Moore[9] y la crisis energética derivada de la invasión a Ucrania —que por las sanciones impuestas a Rusia y el sabotaje al gasoducto Nord Stream 2 obligaron a países “modelo” de la «transición energética», como Alemania, a recurrir al más contaminante de los combustibles fósiles, el carbón— fue el golpe de gracia al “histórico” Acuerdo de París sobre el clima. El rotundo fracaso de tres décadas de Conferencias plagadas de simulaciones diplomáticas puso de nuevo en tela de juicio la efectividad de Naciones Unidas para atender las crisis civilizatorias que enfrentamos y provocó un desencanto tal al interior de la comunidad ambientalista internacional que, para sacar adelante su próxima Conferencia, acudieron al patrocinio de la Corporación Coca-Cola, reconocida como la mayor responsable de la contaminación por plásticos[10]; acaparadora y depredadora del agua[11]; promotora de cultivos transgénicos[12]; y vinculada con atroces eventos de violaciones a los derechos humanos[13]; la marca, sedienta por lavar su imagen, ahora lo hace capturando el «movimiento ecologista institucionalizado» como lo hicieron con el espíritu deportivo olímpico, con la navidad y hasta con nuestro ideal de felicidad, al asociar los momentos íntimos de convivencia familiar, al consumo de sus productos.
Este enorme disparate se suma a la cadena de barbaridades provocadas por la larga connivencia dolosa entre el Estado y las Corporaciones, tradición inaugurada un 12 de octubre hace 530 años con la alianza entre Cristóbal Colón e Isabel de Castilla para abrir la ruta comercial al nuevo mundo de la que surge el colonialismo español, que da paso al mercantilismo holandés y se transforma en el imperio británico para luego consolidarse bajo el orden unipolar estadounidense que ahora enfrenta al movimiento contrahegemónico chino. Solapar, detrás de triviales «patrocinios de marca» las brutales disputas y conflictos armados entre corporaciones, industrias y naciones por controlar los recursos energéticos, sólo sirve para evadir la discusión acerca de los insostenibles estilos de vida y hábitos de consumo predominantes que, por sus insaciables demandas de energía, amenazan con destruir la vida civilizada del planeta.
[1] Coca-Cola anunciada como patrocinadora colaboradora de la COP27 | NIEVE AZUL 360
[2] El estilo de vida americano no es negociable
[3] Al concentrar los esfuerzos multilaterales exclusivamente en la reducción de emisiones de CO2 se dejaron de lado discusiones sobre las crecientes demandas de energía y la sustentabilidad misma de otras industrias como las de productos de consumo, vestido, electrònicos de obsolescencia programada, la producción industrial de carne y el comercio internacional. El sesgo de atacar el problema por el lado de la “oferta” de combustibles fósiles y no por la creciente demanda de energía para actividades superfluas, banales e innecesarias acabó por descarrilar todos los esfuerzos para lograr un acuerdo global cuando la realidad de la dependencia de combustibles fósiles baratos alcanzó a los países desarrollados.
[4] El científico James Black expuso en 1977 a los ejecutivos de Exxon: «…existe un consenso científico general de que la forma más probable en que la humanidad está influyendo en el clima global es a través de la emisión de dióxido de carbono por la quema de combustibles fósiles».
[5] Dr James Hansen – US senate 23 June 1988
[6] El auge del capitalismo verde,como muchos de los movimientos progresistas, ha sido impulsado por una infinidad de organizaciones de la sociedad civil que sirven de fachada a las empresas de energías alternativas como la eólica y la solar, las más interesadas en acaparar el litio. La ridícula protesta de arrojar sopa a unos girasoles de Van Gogh es una de esas típicas acciones de alto impacto mediático de estas “ONG’s” para atraer adeptos al capitalismo verde, al mismo tiempo que desprestigian a la industria petrolera o de energía nuclear, que hasta ahora siguen siendo imprescindibles.
[7] ¿Qué es el Acuerdo de París?
[8] Trump retira a EE UU del Acuerdo de París contra el cambio climático | Estados Unidos | EL PAÍS
[9] Michael Moore Presents: Planet of the Humans | Full Documentary | Directed by Jeff Gibbs
[10] El desafío de Coca Cola, considerada el mayor contaminante de plásticos del mundo
[11] COCA COLA: La gran depredadora de agua
[12] Coca-Cola endulza sus bebidas con azúcar transgénico
[13] Violaciones de derechos humanos por parte de Coca Cola en Colombia |
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