Al menos 21 compañías o
consorcios han manifestado su interés por participar en la cuarta
licitación de contratos de licencia para la exploración y extracción de
la ronda uno de la Comisión Nacional de Hidrocarburos, la cual
incluye 10 áreas contractuales en aguas profundas del Golfo de México.
La cuarta licitación se encuentra en proceso de precalificación y será
el próximo 5 de diciembre cuando se comiencen a recibir propuestas para
la asignación de contratos por un plazo hasta de 50 años.
Entre las empresas que participan en el proceso de precalificación se encuentran cuatro de las llamadas Siete Hermanas, las
mayores petroleras de capital privado: la británica BP plc (antes
British Petroleum); la anglo-holandesa Royal Dutch Shell y las gigantes
estadunidenses Chevron y Exxon Mobil. Cabe recordar que estas compañías
controlaron la práctica totalidad de los yacimientos petrolíferos
mexicanos antes de la expropiación petrolera de 1938. Otros concurrentes
a la cuarta licitación son Petróleos Mexicanos (Pemex), la española
Repsol y la francesa Total.
El interés en el actual proceso de licitaciones contrasta con la frialdad con la que fue acogida la primera fase de la ronda uno,
en la cual sólo pudieron adjudicarse dos de los 14 bloques petroleros
ofertados debido a que las empresas y consorcios participantes se
abstuvieron de presentar propuestas o lo hicieron sin cubrir siquiera
los requerimientos mínimos. Además del relajamiento de los requisitos
para participar anunciado tras el fracaso de esa primera fase por el
secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, cabe atender a dos
factores para explicar la inclinación de las grandes corporaciones hacia
esta cuarta licitación.
Primero, el hecho de que bajo el esquema de contrato de licencia
contemplado en esta licitación el régimen fiscal de la empresa o
consorcio que lleve a cabo la explotación de los recursos petrolíferos
se ajustará de acuerdo con la rentabilidad del contratista, pero con un
tope fijado en el contrato. Es decir, que el Estado renuncia a obtener
beneficios por las ganancias extraordinarias que los privados obtengan
por encima de la tasa máxima acordada. En segundo lugar, no puede
ignorarse que las regiones de aguas profundas contienen las mayores
reservas petroleras del país, 26 mil millones de barriles de petróleo
crudo equivalente sin explorar, según estimaciones divulgadas por el
presidente Enrique Peña Nieto cuando presentó el texto de la reforma
energética vigente.
Además de la renuncia a la renta petrolera real, implícita en
el diseño de las licitaciones y del riesgo de agotamiento de los
recursos estratégicos que supone entregar las reservas más cuantiosas
por un plazo de medio siglo, debe recordarse el peligro que
históricamente ha representado la cesión de territorios a empresas
extranjeras. En la propia experiencia mexicana, la presencia de las
compañías petroleras que ahora podrían volver a gozar en concesión
porciones sustanciales del territorio nacional supuso su conformación en
poderes fácticos, situados fuera del alcance del estado de derecho y
perpetradores de toda suerte de abusos contra la población.
Si a todo lo anterior se suma el entorno de fuerte depresión en los
precios internacionales del crudo, queda claro que las licitaciones
resultantes de este proceso serán entregadas en condiciones lesivas para
los intereses económicos, políticos y sociales de México. Es urgente
rectificar el actual esquema y plantear uno nuevo que responda a las
necesidades de la población y el fortalecimiento de la economía
nacional.
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