Alegatos
Foto: Rubén Espinosa
Demos algo por sentado: Javier Duarte
no sólo compite seriamente por ser uno de los peores gobernantes de la
historia reciente del país, también es uno de los peores políticos en
activo y muy probablemente una de las peores personas involucradas en el
ámbito público.
¿Corrupción? Su gobierno la retrata. El portal de noticias Animal Político
hizo un extraordinario trabajo de periodismo de investigación sobre
contratos a empresas fantasmas. No es –ni de lejos- el único caso, pero
sí uno que exhibe la gravedad del asunto.
Las cifras iniciales hablaban de operaciones simuladas por 600 millones de pesos.
Pero el botín puede ser mayor. Con el avance de las indagatorias y el
cruce con información del SAT, hoy se estima que dichas operaciones
fraudulentas pueden alcanzar los 3,000 millones de pesos.
Acostumbrados a usar la mentira como argumento, en el gobierno de
Veracruz salieron a ensayar cualquier barbaridad como respuesta. Con
datos, entrevistas y –lo más importante- documentos públicos Animal Político demostró que desde Xalapa se planean y ejecutan graves desfalcos.
El gobierno de Duarte descargó su indolencia respondiendo a las acusaciones de corrupción con cinismo.
A cada documento, a cada acusación fundamentada, a cada evidencia le
devolvieron apenas algún dicho o alguna retahíla de ambigüedades.
Pareciera que en su mundo las pruebas no importan… o que saben que no les pasará nada.
¿Insensibilidad? Duarte la ejemplifica. Prueba de ello son los
episodios en los que, a pesar del desborde de la macrocriminalidad, la
inseguridad y la violencia, ha tenido el coraje de ser frívolo. Ante la
desaparición de 5 jóvenes, a manos de la Policía Estatal, en Tierra
Blanca dijo: “Lamentablemente en temas de seguridad podemos hacer 99
cosas bien, pero si una sale mal se empaña el esfuerzo (…) los resultados ahí están y los índices delincuenciales van de manera clara a la baja.”.
Como si su función fuera la de ser agitador de la opinión pública,
hace dos años Duarte declaró que en Veracruz antes “se hablaba de
balaceras, de asesinatos, de participación de delincuencia organizada, y
hoy hablamos de robos a negocios, que se robaron un frutsi y unos pingüinos en un Oxxo“.
Y en la memoria del dolor está el momento cuando el gobernador no pudo sostener un diálogo con Araceli Salcedo,
madre de una chica desaparecida en Orizaba, que le reclamó las
omisiones de su gobierno. En el registro de la cobardía política, en
cambio, está su paso acelerado para huir de esa escena y su sonrisa
burlona como respuesta al dolor de una madre.
¿Incompetencia? ¿Ilegalidades? ¿Abuso de poder? Los ejemplos son tantos que el espacio de esta columna luce ridículamente breve para abordarlos. El trato a la Universidad Veracruzana,
los desvíos en los programas sociales, las denuncias penales de la ASF,
los millones de pesos en efectivo en aviones privados y en pleno
contexto electoral, la insostenible deuda pública, la corrupción
policial, los periodistas asesinados y un largo etcétera.
Con todo, desde hace mucho no es Javier Duarte lo que más me preocupa, sino el contexto que le ha permitido causar este nivel de desgracia.
Me preocupa la evidente falta de contrapesos. Una prensa y medios de comunicación con una larga historia de sometimiento al poder político. Sin olvidar los asesinatos, la despiadada violencia y las agresiones que impunemente sufren los periodistas.
Una Comisión de Derechos Humanos y un Instituto de Transparencia
que jamás han tenido un papel serio y de contrapeso. El Poder Judicial
en estado de desgracia, lleno de corrupción e incompetencia. Alcaldes
que no se atreven a expresar la diferencia y suelen tener su propio
historial de abuso del poder.
Una burocracia improvisada, con miles de
funcionarios en la disciplina de no ver las transas, siempre que los
dejen transar. Amplias redes de corrupción que involucran empresarios,
notarios y servidores públicos acostumbrados a robar sin consecuencias. Y
la ausencia de una oposición política seria capaz de ser un contrapeso
en el Congreso y en las elecciones.
En suma, me preocupa que todo lo que debió funcionar para mitigar o
contener en algo el desastre que Duarte causó estos seis años no sirve, no existe o también está podrido.
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