QUINTO PODER
Por: Argentina Casanova*
En los discursos patriarcales hegemónicos no caben las niñas, las
adolescentes, las mujeres, y por supuesto las lesbianas, las identidades
femeninas y los hombres homosexuales.
El odio se dirige y se construye en actos de misoginia, de lesbofobia y
por supuesto de homofobia institucionalizada en el discurso conservador
que ataca y cuestiona, que exige que se consulten los derechos al
matrimonio, y para desgracia de este país se traduce en ataques
feminicidas y crímenes de odio.
No sorprende que en el país en el que conviven los agresores que han
naturalizado la violencia de género, la institucionalicen en omisión y
sentencias que violan los Derechos Humanos de las mujeres y otras
identidades femeninas.
Con el reciente ataque al bar “Madame”, en Xalapa, Veracruz, volvimos a
tener en el escenario un tema recurrente pero negado: los crímenes de
odio y el silenciamiento de los ataques contra la población lésbico-gay
exacerbada por el rechazo alentado desde los discursos conservadores en
los que no hay cabida para el “ama a tu prójimo como a ti mismo”.
No es casual que en medio de la discusión y el reproche conservador de
que “no se consultó a la Iglesia” sobre el matrimonio entre mujeres y
entre hombres, se suscitara un ataque en un bar en el que hubo al menos
cuatro hombres asesinados.
Son los crímenes que han de ser investigados desde una perspectiva de
género y de reconocimiento a las identidades sexuales. No basta, no
debería ser suficiente que salgan a decir que se trata de un asunto de
“control de la venta de droga”.
Es inadmisible que se insista en la retórica que acompañó el incremento
en las desapariciones forzosas, ésas que vinieron acompañadas de los
rumores de que “si algo le había pasado era porque seguro andaba metido
en cosas de drogas”, y así se fueron acumulando de 2007 a la fecha más
de 26 mil personas desaparecidas en medio de la indiferencia que apenas
empieza a ser curada por la insistencia de las familias, que no cesan en
la búsqueda de sus seres queridos.
Es inaudito que a pesar de la gravedad del hecho haya habido poco eco en
los medios de comunicación por las implicaciones detrás de la agresión,
que es sólo una aproximación a la violencia y los crímenes de odio
contra la población gay.
Poco o nada se reconoce en los informes oficiales de la violencia contra
las mujeres lesbianas que se traduce en violaciones correctivas hasta
agresiones que se dan en el seno de las familias que a instancias de sus
iglesias o grupos religiosos llevan a sus hijas a “retiros”, en los que
son sometidas a castigos físicos y humillaciones que claramente violan
sus Derechos Humanos.
Peor situación se da en el ámbito de la oportunidad de vida, pues al
igual que las mujeres, las identidades femeninas tienen limitadas
opciones laborales y parecen estar “condenadas” a la realización de
algunas actividades como la limpieza, el arreglo personal y/o la
prostitución, ante las escasas oportunidades de empleo bajo argumentos
sexistas y discriminadores.
En las cifras de homicidios jamás se incluyen datos que evidencien que
se trata de crímenes de odio, o que en el contexto hubo condiciones o
razones de género para la comisión de los actos que terminaron con la
vida de la persona.
Por una parte, porque las mismas familias prefieren ocultar estas
condiciones y por otro lado porque no se ha generado una documentación
puntual de los elementos que permitan distinguir cuando hay razones de
género.
Al final de cuentas también se trata de la resistencia a identificar los
contextos de violencia de género contra las poblaciones que
“transgreden” el discurso de la heteronormatividad, por los
homosexuales, además de las mujeres y las identidades femeninas.
El problema de fondo en los crímenes de odio es que, al igual que en los
casos de feminicidio, demanda la aplicación de criterios y categorías
de análisis sobre los contextos de violencia por razones de género, y de
la identificación de las masculinidades hegemónicas que han sido
impuestas a todos los hombres.
De nada sirve que promuevan y hagan cursos de capacitación sobre “nuevas
masculinidades” entre personal policiaco y/o operadores de justicia, si
estas mismas se sustentan en masculinidades hegemónicas, porque en el
fondo simplemente no se está entendiendo el problema de la rígida
estructura del sistema patriarcal, los bordes y la periferia a los que
confina a quienes transgreden y se salen del deber ser femenino y
masculino.
Lo que hay detrás de los crímenes de odio es lo que puede traducirse
como violencia basada en género, y no es la que caricaturizan como
argumentos de resistencia los que dicen que “también los hombres pueden
ser violados o también pueden ser maltratados”.
Sí, son los hombres, pero son los que se asumen como gay, identidades
femeninas o que son “feminizados” desde un discurso de opresión que los
confiere, al igual que a las mujeres a islas periféricas con escasas
oportunidades laborales, con discriminación acumulativa y múltiple, y
por supuesto con la adaptación a los entornos para evitar ser
discriminados.
*Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.
Foto: Yunuhen Rangel Medina
Cimacnoticias | Campeche.-
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