28 de septiembre Día por la despenalización del aborto en ALyC
En
el cuarto de una clínica médica de la Ciudad de México, antes de
iniciar el proceso de aborto, la ginecóloga que atendió a Sandra* le
reprochó con enojo -“fíjate aquí está”- refiriéndose al producto
mientras hacía el ultrasonido para determinar el periodo de gestación y
el método adecuado que necesitaría para interrumpir el embarazo.
“Hay un castigo, este sentimiento que a mí me embargó, andabas ahí de
loca entonces tenlo” “¿Las mujeres vamos a ejercer la maternidad desde
el castigo? ¿Dónde va nuestro proyecto de vida?” se cuestionó Sandra.
Este 28 de septiembre Día por la Despenalización del Aborto en
América Latina y el Caribe, Cimacnoticias entrevistó a mujeres que
decidieron interrumpir un embarazo. Todas se enfrentaron a una sociedad
que no les reconoce su derecho a decidir sobre la maternidad; en los
servicios médicos les reprendieron, lo ocultaron a sus familias, algunas
amigas las cuestionaron pero otras las acompañaron, las parejas
permanecen al margen del proceso, encontraron que el aborto es un
privilegio solo para quien tiene el recurso económico, el internet se
convirtió en su fuente de información para consultar cuántas pastillas
deberían consumir para inducir un aborto.
Todas concluyen que estas situaciones son evitables si el aborto
fuera legal pero mientras se mantenga enterrado en los estigmas
sociales, las mujeres no podrán ejercer un derecho libre, gratuito, y
seguro.
MATERNIDADES DESEADAS
Sandra es de Celaya, Guanajuato, una entidad conservadora y que tiene
las mayores restricciones legales del país para abortar, sólo está
permitido en dos casos excepcionales: si el embarazo es producto de una
violación sexual o si ocurre por un accidente.
Sandra tuvo que empeñar una cadena y un anillo que le regaló su
abuela para conseguir dinero y viajar a la Ciudad de México. Era el el
año 2014 y ya tenía siete años que el gobierno de la capital despenalizó
la interrupción del embarazo hasta las 12 semanas de gestación.
A Sandra no sólo le angustiaba no tener el suficiente recurso para
pagar el servicio, se juzgaba. Era la segunda vez que interrumpía un
embarazo, un año antes ya lo había hecho con pastillas de misoprostol,
este medicamento e instrucciones se lo brindó una organización civil
local, fue un aborto sin contratiempos recordó. En esta ocasión, volver a
utilizar el mismo método ponía en riesgo su salud entonces decidió
acudir a una clínica especializada.
La decisión estaba tomada. Tenía 23 años, una relación sentimental
estable y estaba por concluir sus estudios universitarios, le era claro
que convertirse en madre afectaría su proyecto de vida: “En ese momento
sentía que continuar con el embarazo iba ser por culpa, por
remordimiento. Me decía si vas a ser madre es porque decides ser madre,
porque es el mejor momento de tu vida, no vas a hacer madre por culpa”.
A pesar que el programa de Interrupción Legal del Embarazo (ILE) es
gratuito en la Ciudad de México y cuentan con clínicas gratuitas, Sandra
descartó acudir por desconfianza a los servicios públicos confesó,
prefirió atenderse en un servicio privado y encontró una “clínica” en la
avenida Insurgentes que ofrecía una “oferta para las mujeres foráneas”,
el servicio de aborto más un método anticonceptivo, esa parte la pagó
su pareja.
Era una clínica pintada de rosa, recuerda. En cuanto llegó le
pidieron pagar y la separaron de su pareja que la acompañó. El primer
encuentro fue con la ginecóloga que con la frase -“fíjate aquí está”-
tan simple pero cargada de estigmas, la arrolló sentimentalmente:
“De por sí me venía juzgando, yo ya conocía de derechos sexuales y
reproductivos pero en ese momento estaba vulnerable, me dolió este
segundo aborto, pero no me iba a detener. En el cuarto de espera había
una niña al lado que no quería abortar pero sus padres la llevaron,
lloraba, lloraba… y me volteaba a ver y no sabía qué decirle. Había otra
chica que había vuelto a ir -a la clínica- porque no le hicieron bien
el primer aborto, me inundó un miedo impresionante que no iba salir bien
¿sabes?”.
En estas condiciones Sandra abortó. Con siete semanas de gestación le
practicaron el método de aspiración y aunque la “oferta” de la
“clínica” aseguraba que incluía un anticonceptivo no era cierto, se lo
cobraron aparte y no la dejaron salir hasta que se lo pusieran, a lo que
accedió.
Aunque tenía la posibilidad de reposar después del procedimiento,
decidió marcharse de aquella clínica que no le ofreció un trato digno.
Tomó el transporte público, permaneció un día en un hotel de la ciudad y
regresó a su estado.
“Pienso que el aborto es una cuestión de privilegios ¿quiénes podemos
ir a abortar? Me queda claro, yo empeñé mis joyas, el aborto lo pagó mi
expareja, ¿qué pasa con las mujeres que no tenemos dinero? ¿en qué
manos nos ponemos? Podemos morir, no es un juego, el aborto es
necesario, es ya”.
PRECIO Y VIOLENCIA
El aborto se practica, es un hecho, reconoció Sandra, pero al
permanecer en la ilegalidad no se reconoce como un servicio médico o un
derecho que el Estado está obligado a dar, entonces para quien determine
practicarlo en México tiene precio. A Antonia por ejemplo, le pudo
costar 6 mil pesos.
Antonia también vive en Guanajuato, cuando presentó el embarazo ya
tenía una hija, conocía las tareas que acompañan a la maternidad y
además, había decidió que solamente la tendría a ella.
En principio, narró a Cimacnoticias, fue un embarazo que no deseaba,
su pareja se quitaba el condón cuando tenían relaciones sexuales,
siempre le cuestionó esta práctica pero él le respondía: “no siento, no
me gusta, no me ajusta el condón, ya sabes esas cosas que dicen, es
inútil lidiar con ellos”, apuntó. Cuando Antonia confirmó que estaba
embarazada entonces su pareja le confesó que fue porque se quitó el
preservativo, “ya para que me decía, ya habían pasado dos meses de eso”
dijo la joven.
La hermana de Antonia conocía que en la Ciudad de México el aborto es
legal, entonces le recomendó acudir a una organización civil que hace
acompañamiento a mujeres que buscan interrumpir un embarazo, esto no
sólo le dio certeza que recibiría un servicio confiable también le
permitiría pagarlo. “Yo no llevaba nada de dinero, es desesperante y más
por la distancia”, la agrupación le pagó a Antonia el traslado de
Guanajuato a la capital del país, que tiene un costo de aproximadamente
mil pesos, el aborto fue en una clínica privada, eso, con un costo de 5
mil pesos. Sin esta ayuda, Antonia no hubiera logrado interrumpir el
embarazo.
CONOCER UN DERECHO
Viridiana conocía que el aborto existe, pero cómo se práctica o si
era un derecho, no. En septiembre de 2017 presentó un embarazo, su
pareja y ella no utilizaban métodos anticonceptivos, ella sólo realiza
el conteo de los días que no es fértil.
“Yo la verdad no me quiero casar, todavía no quiero tener esa gran
responsabilidad –un hijo-, en ese momento mi pareja me decía que no lo
abortara, pero yo no estoy segura querer que él sea mi pareja para toda
la vida, entonces dije no, yo no quiero” contó con seguridad en
entrevista con esta agencia.
Viridiana buscó en internet si había alguna clínica en Morelos donde
ella vive pero nada, en esta entidad también es ilegal y sólo se permite
por violación sexual, peligro de muerte, inseminación no consentida y
malformaciones genéticas del feto. Entonces acudió a sus amigas para que
la ayudaran, varias de ellas trataron de disuadirla, otras la ayudaron a
buscar el servicio y conoció que en la Ciudad de México estaban las
clínicas gratuitas, pero por el tiempo en sus actividades escolares y
los cuestionamientos que podía hacer su familia del viaje, decidió no
trasladarse a pesar de la relativa cercanía.
“Si hubo cierta angustia, pero yo sabía que iba a encontrar algo, que
pasara lo que pasara, iba a encontrar algo para abortar”. El hermano de
su pareja había cursado la misma situación, le recomendó el uso de
misoprostol, al investigar en internet cuántas pastillas consumir
encontró cantidades distintas, tomo la mitad de la máxima cantidad
recomendada, “yo me arriesgué”, manifestó.
Aunque en estos testimonios las mujeres lograron interrumpir un
embrazo sin complicaciones en su salud, algunas fallecen al intentarlo.
La Secretaría de Salud (Ss) reportó que durante 2017 el aborto se
mantuvo como la tercera causa de mortalidad materna (MM) en el país
después de las hemorragias obstétricas y las enfermedades hipertensivas,
con una razón de 2.3 defunciones por cada 100 mil nacimientos.
En suma, quienes abortan en las 31 entidades de la República Mexicana
donde está prohibido, son criminalizadas. De acuerdo con el Grupo de
Información en Reproducción Elegida (GIRE), de 2007 a 2016 en total 850
mujeres enfrentaron un proceso por el delito de aborto y de enero de
2007 a diciembre de 2016 se dictaron 98 sentencias a mujeres por
abortar.
DESPUÉS DEL ABORTO
Después del aborto, no ocurren los mitos de los que hablan los grupos
provida, por el contrario, a algunas mujeres les brinda las
herramientas para ejercer su sexualidad de manera segura, Viridiana optó
por utilizar métodos anticonceptivos.
Aunque ella describe que el aborto se trató simplemente de un
proceso, para otras mujeres decidir interrumpir un embarazo es más
trascendente, como lo fue para Sandra de Guanajuato, o para Hilda quien
habló de proceso de autodeterminación, se asumió en defensa del aborto y
da acompañamiento a otras mujeres.
Cuando ella presentó un embarazo estudiaba en la universidad. Era
2007, el aborto se acababa de despenalizar en la Ciudad de México por lo
que fue a las clínicas de ILE, en una le dijeron que no tenían “los
aparatos para hacerlo”, en la otra, que el médico que daba el servicio
“estaba de vacaciones” que iba regresar cuando ya tuviera más de 12
semanas de gestación. En ninguna la canalizaron a otro lugar.
“Desde que fui –a las clínicas- no iba llorando en el camión,
pensando porqué me paso esto a mí, es el algo que se tiene que
resolver”, dijo tajante Hilda a Cimacnoticias. Ante las resistencias que
se le presentaron en ese entonces en los servicios de salud a pesar de
ser legal en la urbe, Hilda recurrió a comprar medicamento para inducir
el aborto.
“La sociedad nos ha hecho creer que el aborto está mal, durante la
misa nos dicen que nos vamos ir al infierno o que le feto nos va
despertar en los sueños. A las mujeres no les afecta el aborto, le
afecta a la sociedad. Es un evento, como si te torcieras un pie, te
duele, hay un proceso en el que tu cuerpo se ve violentado, en cuanto tu
moralidad no afecta nada. Es un derecho”.
*Los nombres de las mujeres fueron cambiados para proteger sus identidades
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Hazel Zamora Mendieta
Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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