Ana María Aragonés
Mínima es la
información que tenemos acerca de lo negociado entre México y Estados
Unidos en lo que se ha denominado modernización del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte, además de crear incertidumbre con los
desplantes
a tiro por viajede Donald Trump, y la suspicacia generada desde la Oficina Oval con Trump como protagonista del show informando de la finalización de las negociaciones entre México y Estados Unidos y la
presenciatelefónica de Enrique Peña Nieto. La verdad es que hay muchas preguntas sin respuestas, es decir, qué tanto beneficia a México cuando para Donald Trump nuestro país se había aprovechado del tratado.
En términos del sector primario ¿seguiremos atados a las invasiones
de productos agrícolas que no sólo afectan a la seguridad alimentaria
sino a la salud de los mexicanos? De acuerdo con el New York Times
la irrupción del TLCAN significó para México la transición a una dieta
parecida a la de Estados Unidos, culpable del aumento de los altos
niveles de obesidad en el país. Se señala que en 1980 el 7 por ciento de
los mexicanos era obeso, pero esa cifra se triplicó a 20.3 por ciento
en 2016 según el Instituto de Evaluación y Mediciones de Salud de la
Universidad de Washington. La diabetes es la principal causa de muerte
en México, acaba con 20 mil vidas al año, según informa la Organización
Mundial de la Salud. Por supuesto que hay importantes defensores del
acuerdo, los agricultores estadunidenses y los mayoristas de alimentos,
cuyas fortunas de han beneficiado del mercado abierto, las tiendas de
convivencia, propiedad de Femsa, conglomerado de alimentos y bebidas
asociado con Coca-Cola que ha crecido a 16 mil tiendas en contraste con
las 400 que existían en 1990. Muchos estudios han asociado el aumento de
peso con el consumo de alimentos procesados con un alto contenido de
sal, azúcar y grasa, bebidas azucaradas, harinas refinadas, esencia de
los gigantes minoristas, lo que ha cambiado la dieta tradicional del
país basada en granos, cereales y leguminosas.
En materia del sector secundario ¿seguirá México siendo un simple
ensamblador de la industria automotriz favoreciendo el control de los
salarios? De acuerdo con BBVA Research, se aceptó aumentar el requisito
de contenido regional de 62.5 a 75 por ciento y que entre 40 y 45 por
ciento sea elaborado por trabajadores que ganen al menos 16 dólares por
hora. Sin embargo el salario de un trabajador mexicano es de ocho
dólares por hora, en tanto que sus pares en Canadá y Estados Unidos
ganan alrededor de 29 dólares la hora. Se menciona que aquellos
vehículos que no cumplan pueden ser exportados a Estados Unidos
enfrentando el arancel de Nación más Favorecida, que es de 2.5 por
ciento, como tal parece que se ha hecho hasta ahora con una tercera
parte de los autos elaborados en México que se exportan a Estados
Unidos, siempre y cuando
Trump no se salga de la Organización Mundial del Comercio. La conclusión de los autores es que el acuerdo comercial es claramente menos favorable para ambas economías que el TLCAN pero
mejor a la alternativa que estaba en el horizonte. Es decir, que no cambiamos para mejorar sino mantenernos como simples maquiladores.
Y ante la negociación ¿cuál ha sido el papel de los empresarios
mexicanos? Hasta ahora poco han dicho ante las propuestas a pesar de que
los mantiene como simples ensambladores y en el punto más alejado de
las cadenas de valor. Lo único que sí parece preocuparles es que AMLO no
apruebe continuar con el NAICM, lo que, según ellos, crearía las
mayores tragedias económicas para el país. Sin embargo esperaríamos que
fueran capaces de asumir el cambio de gobierno como la oportunidad para
revertir las condiciones de dependencia de la potencia del norte y de
esta forma ser parte del reordenamiento estructural planteado por el
nuevo gobierno. Sin duda se requiere cambiar la mentalidad de obtención
de ganancias a corto plazo y aceptar que mejorar la distribución del
ingreso en favor de los asalariados favorece al mercado interno para que
funcione como impulsor central del cambio. El nuevo gobierno está
dispuesto a incrementar, entre otros, el gasto estatal en favor de la
educación, la ciencia y la tecnología (I+D), ante lo cual las empresas
tienen ahora la oportunidad de reposicionarse después de 30 años de
neoliberalismo en los que se impidió dinamizar la inversión productiva
nacional y se privilegió la inversión extranjera y la entrada sin
límites del perverso capital-financiero. Se esperaría que apoyaran con
inversiones abundantes al desarrollo de la tecnología nacional, a las
innovaciones como son las tecnologías limpias y ahorradoras de energía
para intensificar las exportaciones de contenido nacional y regular las
importaciones. Momento clave para diversificar el comercio buscando
nuevos socios y mejorar así los términos de intercambio, con países
latinoamericanos, China y sudeste asiáticos, etcétera
Como señala J. Valenzuela Feijóo, la crisis financiera es una crisis
terminal del patrón de acumulación neoliberal que requiere un cambio
mayor de orden estructural y un
sepulturero. El nuevo acuerdo comercial no parece responder a estos imperativos. Confiamos en que el nuevo gobierno sea el
sepulturero del neoliberalismo.
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