Bonfil
Incendios en la pradera. Algunos espectadores recordarán el estupendo largometraje Poesía (2010) del coreano Chang-dong Lee, drama sobre la manera en que una sexagenaria procura lidiar simultáneamente con las angustiantes manifestaciones de un probable Alzheimer y la responsabilidad de atender a un nieto problemático, así como a un anciano desvalido. La protagonista encontraba en el estudio tardío de la poesía una suerte de apoyo moral y una redención inesperada. Lo que ocho años más tarde explora este realizador en Burning, su filme más reciente, es un asunto más complejo y ambiguo, definitivamente menos edificante. Su joven protagonista Jong-su (Yoo Ah-in) padece la pasión amorosa contrariada que le inspira Haemi (Jun Jong-seo), antigua condiscípula suya, quien prefiere las estrategias seductoras de Ben (Steven Yeun), otro hombre un poco mayor, muy sofisticado y rico. Este personaje pronto impondrá su dominio sobre la pareja de amantes fallidos, suscitando en ella una gran fascinación y en Jong-su envidia y celos enfermizos. Ben, dueño absoluto de la situación, administra a su antojo las pasiones que suscitan su apostura y su indolencia imperiosa. El personaje sugiere el extraño cruce de un Gatsby decadente con la malicia perversa de un antihéroe de Patricia Highsmith.
Basada libremente en Quemar graneros, relato breve, publicado originalmente en la revista The New Yorker e incluido luego en la reunión de cuentos El elefante desaparece (Tusquets, 2016), del japonés Haruki Murakami, la cinta de Chang dong-Lee traslada a Corea del Sur la acción que originalmente transcurre en Japón, y hace del protagonista Jong-su un hombre joven y soltero, en lugar del personaje casado de la narración literaria. De igual modo, los graneros incendiados del título se transforman aquí en los invernaderos que el misterioso Ben tiene como pasatiempo incendiar. La inspiración declarada de Murakami proviene del cuento Quemar establos (1939) de William Faulkner. Lo interesante en Burning, lo realmente novedoso, es la manera de llevar la trama desde la propuesta anecdótica de un singular triángulo amoroso hasta el conflicto existencial, empecinadamente individualista, cargado de rencor social, que vive Jong-su en su relación con Ben, el rival detestado y envidiado, de quien el amante desairado sospecha las peores maquinaciones criminales.
En este último aspecto se centra una subtrama de cine negro donde se entreveran y confunden realidad y ficción. Considérese, de paso, la anécdota del gato desaparecido o inexistente al cuidado del protagonista. ¿Hasta qué punto el delirio de frustración personal de Jong-su, escritor en ciernes, no lo conduce a construir una trama de asesinatos en serie? ¿El novelista Murakami, y a su vez el director y guionista de Burning, no aluden acaso, con su recurso a las elipsis y pistas engañosas, a una estrategia narrativa del simulacro como metáfora de las posverdades y noticias falsas que cunden hoy en el mundo político contemporáneo?
En una escena elocuente, los personajes escuchan, desde un pueblo de Corea del Sur, situado a unos kilómetros de la frontera con el país autoritario vecino, los rumores de la propaganda oficial que transporta el viento. De modo similar, la versión que apunta hacia Ben como posible asesino serial pudiera basarse sólo en las fantasiosas elucubraciones del pretendiente desdeñado que fabrica a su antojo una narrativa criminal para disimular mejor su desasosiego más profundo. Burning, título que alude lo mismo a una actividad piromaniaca que al adjetivo que acompaña a un deseo frustrado, es una película con varias lecturas posibles.
Desgarramiento sentimental en tono de elegía de un afán amoroso tan desaforado como inútil o alegoría de un mundo político donde prevalecen la simulación y la mentira. El poder simbólico del fuego en Burning, aplicado tanto a la devastación criminal gratuita como a una redención imposible, muy lejos de ser un elemento purificador, termina siendo la clave de ese enigma insondable que es la insatisfacción amorosa. Lo notable en una buena adaptación fílmica de un texto literario es poder abarcar un amplio espectro de posibilidades interpretativas, haciendo de cada espectador un posible lector acucioso. Burning cumple holgadamente ese propósito.
La trama criminal es tan sólo el preámbulo y pretexto para una intensa historia de amor soterrada y compleja donde se diluyen las diferencias entre las víctimas y sus verdugos. Para los lectores asiduos de Murakami la película será una revelación estimulante; para los cinéfilos, una invitación para incursionar en la compleja órbita intelectual de este gran fabulador japonés.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional a las 15:30 y 20:30 horas.
Twitter: Carlos.Bonfil1
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