De nuestras jornadas
La Jornada Baja California
El gobierno del presidente
Andrés Manuel López Obrador tiene pendiente un problema social en Baja
California: San Felipe, poblado de pescadores donde organizaciones
internacionales y la Marina cuidan que no se extinga la vaquita marina
(uno de los cetáceos más pequeños del mundo, del que se supone que hay
sólo unos 10 ejemplares), a costa de la supervivencia de una comunidad
de 20 mil habitantes en las costas del Golfo de California.
El 28 de marzo los pescadores quemaron embarcaciones y un depósito de
la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente; además, lanzaron
piedras contra los marinos de la base naval de San Felipe y se hicieron
disparos al aire, en medio de una revuelta desatada porque un militar
disparó a un lugareño, Enrique García Sández, El Kiki.
El enfrentamiento estuvo a punto de pasar a mayores porque el encono
ha escalado. Tras cinco años de vedas –una parcial que se inició en 2013
y la total, que se decretó en 2017– San Felipe, ubicado a 187
kilómetros de la cabecera de Mexicali (forma parte de ese municipio),
con hermosas playas, un aeropuerto abandonado y la flota de pesca en
tierra, sufre una de sus mayores crisis.
El día en que los pescadores fueron a lanzar piedras a la base naval
gritaban que sólo quieren llevar algo de comer a sus familias. El
gobierno de Enrique Peña Nieto les prometió que a cambio de no pescar
recibirían un subsidio de entre 8 mil y 15 mil pesos por familia. Salvar
a la vaquita marina se volvió un tema de gran interés para las
organizaciones que viven del conservacionismo.
Pero no toda la comunidad entró en el padrón de subsidios, sobre todo
por la corrupción de las organizaciones, cuyos líderes colaron a
familiares y amigos. López Obrador canceló los subsidios porque no
llegaban a todos sus destinatarios, pero eso agravó la situación: ahora
nadie recibe subsidio porque a la burocracia le cuesta caminar a la
velocidad del hambre ajena.
Con todo y subsidio, en San Felipe surgió una mafia de la totoaba,
especie cuyo buche se vende a 8 mil dólares el kilo en México, y hasta
20 mil en China. Los pescadores que se atreven a desafiar la prohibición
la venden a la mafia china, que controla los mercados de distribución
en Asia. Un buche puede dar para comer dos meses.
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