Por la memoria y justicia de lxs desaparecidxs
“Los desaparecidos nos faltan a todos” es una consigna común en las movilizaciones de colectivos de víctimas que han tomado las calles en los últimos años en casi todo el país.
El sentido de este enunciado es profundo, pues expresa una insistencia por denunciar un problema general que compete a todos los sectores sociales. No obstante, comprender lo que implica la desaparición de un ser querido no es sencillo. Gran parte de la sociedad no tiene la sensibilidad para escuchar a las personas que portan con dignidad la fotografía del rostro de su desaparecido. Para muchas personas, este es un problema ajeno que solo compete a quienes lo sufren, pues se argumenta que “por algo habrán sido desaparecidos”, como hemos escuchado en repetidas ocasiones. La criminalización de la lucha de las víctimas por verdad y justicia también se sustenta en un individualismo exacerbado producido tanto por el capitalismo, como por un sentimiento colectivo de miedo por la inseguridad cotidiana que vivimos. Esto ha generado una idea más o menos común de que es mejor “no meterse en esos asuntos”. Muchas veces no hay apertura para escuchar estos dolores, incluso en los mismos grupos de izquierda.
Para el familiar de una persona desaparecida, saber qué sucedió, cómo pasó y dónde están, son interrogantes que inundan su vida diaria, pero también que motivan su búsqueda en vida o en fosas clandestinas. Sin embargo, no hemos logrado como sociedad captar este sentimiento a pesar de que tenemos el horror en nuestros territorios. Aunque no lo queramos aceptar, a nivel nacional se cuentan aproximadamente 113,130 personas desaparecidas, lo que da elementos para pensar que sí, en efecto, México es una gran fosa. Cada entidad de la república tiene una cifra espeluznante de desaparecidos y, por ende, colectivos de víctimas (en su mayoría mujeres) que se organizan para buscar a sus seres queridos y presionar a las autoridades judiciales a que hagan su trabajo. Comenzar por asumir que tenemos ante nosotros un problema profundo que involucra al Estado, los mercados ilegales y la precarización de la vida, serian motivos suficientes para al menos respetar esta lucha y quizá solidarizarnos de una forma que nos permita avanzar en un horizonte de acompañamiento político, como compañeros de lucha. Hace unos días un comunicado titulado firmado por el Capitán Marcos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) apuntó claramente lo siguiente:
“Pero les decimos aquí lo que les íbamos a decir acá: No dejen de buscar. Esas personas ausentes valen por la sangre que heredaron, la de ustedes. No conocemos a quienes les faltan, pero las conocemos a ustedes y la nobleza de su lucha. No se rindan, no se vendan, no claudiquen. Aunque el horror que afrontan no está de moda, su causa es justa y noble. Y ningún político puede decir lo mismo. Su necia dignidad enseña y muestra el camino. Ojalá más personas las miraran como las miramos nosotros los pueblos zapatistas: con admiración y respeto.”
Una de las victorias morales del movimiento de víctimas tiene que ver precisamente con evidenciar que este es un drama humano sin precedentes, un asunto público que requiere una toma de consciencia de la gravedad del problema y un tránsito a la acción dentro pero también por fuera de las instituciones encargadas de atender la problemática. Por ello, varios colectivos y organizaciones de horizonte anticapitalista hemos planteado que es necesario involucrarnos en la búsqueda de las personas desaparecidas, en la lucha por verdad y justicia. El pasado 24, 25 y 26 de noviembre se realizó en Xalapa, Veracruz, un mural por la memoria en los bajos de un puente vehicular en la zona centro de la ciudad. La acción convocada por el colectivo Buscando a Nuestros Desaparecidos y Desaparecidas Veracruz, integrado por más de treinta familias, junto con colectivos de jóvenes, estudiantes, artistas visuales, fotógrafos, ciclistas, activistas y defensores del territorio, sintetiza un ejemplo concreto de cómo se pueden establecer articulaciones entre diferentes procesos de lucha, en torno a un acto de memoria central que busca llamar la atención de la población xalapeña. Las madres, tías, esposas, hermanas, abuelas e hijas de desaparecidos con brocha y pintura en mano se comprometieron a plasmar en colectivo el mural sobre la barda de casi quince metros que fue pintada durante tres días por decenas de personas que acudieron al llamado.
El mural con su gama de colores y figuras como las luciérnagas y mariposas es una forma de agrietar el olvido y apelar a memoria. Algunas frases escritas en el mural como “hijo te quiero abrazar y besar y decirte cuánto te amo” o “te buscaré hasta encontrarte”, constituyen enunciados que nacen desde el fondo del corazón de las buscadoras y muestra que su experiencia de lucha es desde el amor, para mantener la esperanza del reencuentro. En el fondo, acciones de este tipo donde se combina el arte, el trabajo colectivo y la memoria, buscan fortalecer el sentido de dignidad de las propias buscadoras, al reafirmar que su lucha es legítima y necesaria ante la ineficacia de las autoridades estatales. Al mismo tiempo, busca interpelar a la población a prestar atención a esta compleja problemática con la que lamentablemente tenemos que aprender a lidiar y a fortalecer el cuidado entre nosotres. Este compañerismo que hemos forjado con las víctimas apunta a un hermanamiento de las resistencias para caminar juntes en la lucha, porque sostenemos que les desaparecides no sólo son de sus familias, sino también son de todes nosotres. Impulsar esta tarea resulta imprescindible para quienes hemos decidido apostar por dignificar el trabajo de las buscadoras que es, sin duda, una lucha por la vida.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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