La Jornada
"Betsy" ahora cambió su rifle por un papel como presidenta de una cooperativa que enseña profesiones civiles a los guerrilleros desmovilizados que vuelven a la vida civil cerca del municipio de Florencia, departamento de Caquetá. Foto Dpa
Agua Bonita, Colombia. Betsy pasó de ser una niña campesina a una guerrillera y defensora de los derechos de las mujeres, tras permanecer 24 años de su vida en las filas de la fuerza rebelde más grande de Colombia. Su historia no es inusual en el país, donde muchas mujeres se unieron a grupos armados.
Cuando Sandra González se unió a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) a los 14 años, estaba buscando un grupo que pudiera cuidar de ella.
Sin embargo, después de más de dos décadas en las filas del movimiento rebelde más antiguo de América Latina -que firmó un acuerdo de paz en noviembre de 2016 tras más de 50 años de combate-, González es una guerrillera experimentada y una defensora de los derechos de las mujeres.
“Mi padre desapareció cuando tenía cinco años", recuerda la mujer de 40 años, que es más conocida por su nombre guerrillero, Betsy.
Su progenitor trabajaba como cuidador en un rancho de ganado en Balsillas, en la región sur del Caquetá, pero fue acusado de participar en robos de ganado y desapareció.
La madre de Betsy no quería aceptar que su esposo hubiera sido asesinado, por lo que comenzó a buscarlo en todo el país, descuidando a sus cinco hijos.
Los miembros de las FARC que acampaban cerca “venían mucho a mi casa, la guerrilla nos daba comida”, cuenta. La decisión de Betsy de unirse al grupo, al que ella había comenzado a ver como una especie de familia, no sorprendió a los guerrilleros.
Las FARC y otros grupos rebeldes de izquierda más pequeños reclutaron a unos 8 mil 700 niños o adolescentes, muchos de ellos voluntariamente, entre 1960 y 2016, según cifras del Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia (CNMH). Las FARC han cuestionado unas cifras tan altas.
Entre el 23 y el 40 por ciento de los 7 mil miembros de las FARC que entregaron sus armas el año pasado eran mujeres, según las estimaciones citadas en el sitio web Colombia Check.
Las mujeres también se unieron a otros grupos rebeldes, como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que todavía está involucrado en un conflicto armado contra el Gobierno, y el ahora extinto M-19.
Durante su primera década con las FARC, Betsy realizó tareas que no eran de combate, como limpiar y enseñar a leer a los niños analfabetos.
"Portaba una pistola pero le tenía miedo. No me interesaban las armas, sino comprender porqué luchaban las FARC”, explica.
Como parte de su formación ideológica, Betsy recibió información sobre mujeres que lucharon por la independencia de Colombia de España en el siglo XIX.
Eso la animó a creer que ella podría luchar como un hombre. Después de ser enviada al frente de batalla a los 24 años, se ocupó principalmente de los heridos, pero también participó en "varios ataques, emboscadas y bombardeos”.
"Me rodean y si no salgo echando plomo, me matan”, indica Betsy, rememorando el conflicto armado en Colombia que involucró a grupos guerrilleros, el Ejército y organizaciones paramilitares de derecha, y que se cobró al menos 220 mil vidas.
La maternidad no era para mujeres guerrilleras, a quienes regularmente se les inyectaban anticonceptivos. Sin embargo, Betsy quedó embarazada de un compañero de combate a los 30 años de edad.
"No quise tener el hijo, porque era un embarazo no deseado (...) Si uno ingresaba en las FARC, no era para tener hijos, sino para dedicarse a esto". Ella tuvo un aborto y también realizó abortos a otras combatientes.
Betsy niega haber presenciado abusos sexuales o abortos forzados, diciendo que por parte de los comandantes de las FARC “el trato era bueno, los jefes hacían respetar los derechos de las mujeres”.
Sin embargo, hay una "historia oculta" de abuso dentro de las FARC, dice la socióloga Denis Elena Dussan, de la Universidad de Amazonas. Según ella, tanto mujeres guerrilleras como civiles fueron violadas por miembros de las FARC.
De acuerdo con cifras del CNMH, más de 13 mil 800 mujeres o niñas fueron víctimas de violación u otros delitos sexuales durante el conflicto armado.
Una investigación realizada por la oficina del fiscal general documentó 214 casos en los que las niñas sufrieron abusos que incluyeron violación, esterilización forzada y aborto forzado, según Human Rights Watch. Y algunos comandantes de las FARC han sido acusados de abusar sistemáticamente de mujeres y niñas, según los medios locales.
Si bien muchas mujeres participaron en el combate, raramente alcanzaron altos cargos en la jerarquía militar y política de las FARC, y apenas tomaron parte en las conversaciones de paz de cuatro años con el Gobierno.
El acrónimo FARC ahora se refiere a un nuevo partido político, la Fuerza Revolucionaria Alternativa Común, que cuenta con diez representantes en el Congreso, entre ellos dos mujeres.
A pesar de sus fallos en relación con los derechos de las mujeres, Dussan dice que "las FARC han abierto mucho el paso a las mujeres”.
Betsy ahora cambió su rifle por un papel como presidenta de una cooperativa que enseña profesiones civiles a los guerrilleros desmovilizados que vuelven a la vida civil cerca del municipio de Florencia, departamento de Caquetá, en uno de los denominados Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación.
El lugar tiene una cocina común para los aproximadamente 300 residentes, que funciona seis días a la semana con el fin de liberar a las mujeres del trabajo doméstico.
Betsy celebra reuniones periódicas con mujeres campesinas locales para hablar de asuntos sociales y políticos y dice que ellas admiran a mujeres que, como las guerrilleras, lucharon junto a los hombres.
"Hemos hecho muchas cosas de las cuales las mujeres se creían incapaces (...) Somos un referente de mujeres inteligentes”, concluye Betsy.
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