Javier Flores
Un medicamento oftálmico con 3.5 miligramos de neomicina tiene en el mercado un valor aproximado de 456 pesos, lo que implica que un kilo de neomicina tiene un costo de 140 millones de pesos; en contraparte, el kilo de oro cuesta 789 mil 369 pesos, algo que es intolerable, dijo el presidente de la Comisión de Ciencia y Tecnología del Senado de la República, Patricio Martínez García, al presentar el pasado 13 de marzo ante el pleno una iniciativa para reformar el artículo 31 de la Ley General de Salud. Pocas veces uno lee o escucha una crítica tan certera y a la vez demoledora contra los abusos de las compañías farmacéuticas que operan en nuestro país y a las autoridades que permiten este atropello.
Otro dato que denunció el legislador es que el precio de las medicinas en México llega a ser hasta tres veces más alto que en el resto de los países de América Latina, especialmente los empleados en el tratamiento de enfermedades como las provocadas por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), el cáncer y la diabetes –las dos últimas se encuentran entre las principales causas de muerte en nuestro país. Esto lleva a preguntarse: ¿por qué son más costosas aquí que en otras naciones de la región?
En el texto de la iniciativa, el senador por Chihuahua explica que el poder farmacéutico sobre los precios incluye medidas de control sobre los medicamentos disponibles en cada nación, y cita como ejemplo el caso de las drogas utilizadas contra la leucemia, cuyo costo de producción es de mil 500 pesos al mes, y se venden en México a un precio muy elevado que llega a ser de 484 mil pesos. Otro ejemplo –al que califica como lamentable– es el de la trasnacional Merck, Sharp & Dohme (MSD), la cual consiguó que se retrasara la introducción a México del retroviral Atripla durante cuatro años, con la finalidad de que las instituciones de salud compraran por separado efanvirenz, emtricitabina y tenofovir, tres sustancias contenidas en Atripla, el cual tiene la cuarta parte del importe de los compuestos por separado, además y una vez ingresada en el mercado nacional, mantuvo el precio comparativamente muy por encima del fijado en otros países de América Latina.
La Ley de Salud indica que la Secretaría de Economía debe fijar los precios máximos de venta al público de las medicinas, pero como muestran los ejemplos anteriores este mecanismo ha sido ineficaz, y ha colocado a nuestro país como una de las naciones con los precios más altos del mundo, dice la iniciativa, que propone la modificación de la Ley General de Salud que quedaría como sigue:
Artículo 31.- La Secretaría de Economía, oyendo la opinión de la Secretaría de Salud, asegurará la adecuada distribución y comercialización y fijará los precios máximos de venta al público de los medicamentos e insumos, considerando un precio justo que no pueda incorporar como factor de costo más de un cinco por ciento por concepto de inversión en investigación sin exceder el precio promedio del mismo medicamento en los países de América Latina. La Secretaría de Hacienda y Crédito Público tendrá la intervención que le corresponda en la determinación de precios, cuando tales bienes sean producidos por el sector público.
Además de los abusos de las trasnacionales, en la exposición de motivos de la inicitiva el legislador argumenta que México es el segundo mercado más grande de América Latina para la industria farmacéutica, y se encuentra entre los países manufactureros de medicamentos más importantes en el mundo, pues de las 15 mayores empresas a escala internacional, 14 se encuentran en nuestro país; sin embargo, aclara, las actividades de investigación y desarrollo de estas compañías no se realizan en territorio nacional, sino en sus países de origen.
La iniciativa señala que México debe continuar los esfuerzos gubernamentales para el desarrollo y aprovechamiento de su aparato científico y tecnológico para generar conocimiento que se traduzca en productos innovadores: Es inconcebible que nuestro país siga dependiendo hasta para hacer un jabón o un refresco de una fórmula que nos llega de fuera, cuando está demostrado que nuestro ingenio, nuestro mercado y sobre todo nuestros recursos humanos tienen total y absoluta capacidad para desarrollar nuestros propios productos.
Ojalá que esta iniciativa tan importante no corra la misma suerte de otras que se quedan archivadas, permitiendo la rapacidad de las trasnacionales farmacéuticas en un país como el nuestro en el que más de la mitad de la población vive en la pobreza y no puede comprar artículos de oro, mucho menos los medicamentos para preservar su salud, que como hemos visto, son aún más costosos.
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