Para la politóloga el debate y el destino último del nuevo aeropuerto se va a dirimir en lo político y no en lo técnico.
Para el historiador Lorenzo Meyer se necesita prácticamente un árbitro internacional
que estudie la viabilidad del Nuevo Aeropuerto Internacional de México
(NAIM), pues existe la “sospecha fuerte” de corrupción, además de la
duda de si se está construyendo en una zona con riesgo de hundimiento.
En la Mesa Política de #AristeguiEnVivo, refirió que según el
candidato Andrés Manuel López Obrador, la obra se construye en una zona
de posible hundimiento, por lo que mejor propone habilitar una pista más
en la base aérea de Santa Lucía y conservar la operación del actual AICM.
“En esta época, grandes obras están cargadas de gran corrupción… es
la parte donde la corrupción puede ponerse de manera más obvia… Hay un
elemento de sospecha y muy fuerte, necesitaríamos a alguien que
realmente quedara fuera de la contienda e hiciera un estudio sobre eso”,
consideró.
“No somos ingenieros, lo único que tenemos es el conocimiento de una
historia de grandes obras donde se hacen grandes dineros para las
empresas privadas y muchos de esos dineros son grandes corrupciones”,
apuntó.
En este proyecto, “la inversión de un puñado de personajes y empresas está en juego” si gana López Obrador y cancela la obra.
Pero “no somos esclavos de lo que se decidió antes“, sino que se pueden repensar hasta las leyes mismas.
Criticó que en este sexenio se “amarren” negocios aún antes de que
empiecen; “en este sexenio más que en otros la obra pública ha sido una
fuente de corrupción” y “son unos cuantos grupos los que han firmado por
miles de millones de pesos con el gobierno actual”.
Al respecto, la politóloga Denise Dresser lo calificó como “otra
cloaca destapada, otro microcosmos de lo que está mal en México: la
cuatitud, la opacidad, el despilfarro del dinero público”.
“Hay muchos enriqueciéndose con dinero público. El aeropuerto ha resultado ser el hoyo más negro en tiempos recientes”, sostuvo.
“¿Quiénes son los beneficiarios? Las grandes constructoras en manos
de amigos del presidente, el yerno de Carlos Slim, los contratistas de
siempre y ahora la Sedena… La pregunta es cómo enderezar lo que ya se
enchuecó”, expuso.
Observó que el debate y el destino último del aeropuerto se va a
dirimir en lo político y no en lo técnico, por lo que podría depender de
una negociación entre López Obrador, puntero en las encuestas, y los
inversionistas.
Agregó que en esta obra, José Antonio Meade defiende el statu quo en una obra bajo sospecha, mientras Ricardo Anaya queda en la incómoda posición de complacer a unos y otros.
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