En esa comunidad mixteca, se materializa lo que ocurre en el proceso
electoral federal, es un escenario reflejo de la política nacional.
Para el pueblo, las cosas han cambiado desde aquel operativo letal
que lanzaron los gobiernos de Gabino Cué y de Enrique Peña Nieto, para
desalojar profesores que mantenían un bloqueo carretero. Fue un
desastre: las hostilidades se extendieron aquel día de 2016 a la mancha
urbana y la población terminó confrontando la avanzada policial cuando,
sin miramientos, allanó el camposanto y detuvo a los dolientes en un
funeral; atacó con gases desde un helicóptero el hospital y disparó
sobre población civil de manera indiscriminada. Una jornada tremenda a
la que llegaron en apoyo decenas de comunidades mixtecas.
Colocada así en el mapa de la represión impuesta por el peñanietismo,
Nochixtlán ha visto desde entonces la injusticia sobre el caso, padece
el pernicioso divisionismo que suelen alentar los grupos de poder para
minar la indignación social, y la continuidad del cacicazgo político y
económico de los hermanos Herminio y Daniel Cuevas.
Identificados con el exgobernador Ulises Ruiz –y con el titular de
Sedesol federal, Eviel Pérez–, los Cuevas solían alternarse la
presidencia municipal y la diputación local. Al mismo tiempo, acumulaban
riqueza. Los símbolos de su poder político y económico, el Palacio
Municipal y su rancho, fueron incendiados por la población en los
sucesos de junio de 2016. El cabildo quedó disuelto de hecho y ellos
desaparecieron. Pero su influencia se mantuvo.
Cosas del gatopardismo partidista de estos tiempos, los Cuevas
dejaron como presidente municipal a Rubén Alcides, quien ganó la
elección por el estatal satélite del PRI, Partido Social Demócrata.
Asumió el cargo y se dedicó a reconstruir la estructura electoral y
clientelar de los caciques vilipendiados, que se articula en las
organizaciones de taxistas.
En Nochixtlán, la descomposición se expresa en robos en pleno día y
homicidios, 15 de estos, estilo paramilitar durante 2017. El domingo,
una mujer fue asesinada en el centro y con ese pretexto Rubén Alcides
convocó a través de redes sociales a un acto la noche del lunes, para
analizar el Fondo IV del Ramo 33, que sin embargo, lejos de acciones
para la seguridad, tuvo como principal “acuerdo” el retiro de cascarones
vehiculares incendiados en junio de 2016, sin importar que formaran
parte de la cadena de custodia con diligencias pendientes. Lo hizo con
los taxistas de la vieja estructura, una acción evidentemente política.
La oposición del Comité de Víctimas del 19 de Junio por la Justicia y
la Verdad (Covic) al retiro de esos vehículos fue respondida a golpes y
disparos –las víctimas dicen que de policías municipales– que se
prolongaron por al menos tres horas, dejando mal heridos a Juan Acevedo
Martínez, con tiro en el hombro y pulmón perforado, así como a Martín
Silva, con disparo en la pierna, ambos del Covic.
Rubén Alcides intenta reelegirse, ahora por la coalición Por México
al Frente, alianza esta que como en otras candidaturas en Oaxaca
–incluida la del exdirector de Liconsa, Héctor Pablo Puga, al Senado–
lleva el sello de Ulises Ruiz, en pleito con los Murat, que por su
parte, resienten el descontrol de la entidad, entre las injerencias de
José, el padre y, de Alejandro, el vástago gobernador dedicado a los
maratones.
Cancha abierta a Ulises, que convenientemente apareció el pasado
martes con una coartada para el blindaje: criticó la campaña de José
Antonio Meade, entroncando una vez más con un personaje clave para
Nochixtlán, como lo es Aurelio Nuño, a quien pide relegar. Mensajes
mafiosos, entre líneas, al viejo estilo priista… y de por medio, un
pueblo.
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