Ángel Guerra Cabrera
Con la decisión de cancelar la construcción del aeropuerto en Texcoco apoyado en una consulta popular, Andrés Manuel López Obrador, aun sin tomar las riendas, ha lanzado una idea poderosa del giro que imprimirá a su sexenio. En su mandato no tomará las decisiones la minoría local y extranjera enriquecida obscenamente durante las décadas de festín neoliberal con las corruptas privatizaciones, las exenciones de impuesto, la adjudicación de obras públicas a los cuates, el otorgamiento de depredadoras concesiones mineras y energéticas y la especulación financiera.
No animará al gobierno el propósito de enriquecer a unos pocos a costa del despojo de la gran mayoría y de la destrucción del medio ambiente. El presidente constitucional, electo por 30 millones de votos, gobernará atento a los intereses y la opinión del pueblo. De continuar por esa senda, el rumbo del país no será piloteado, como hasta ahora, por los organismos financieros internacionales controlados por Washington, cuyas decisiones han empobrecido integralmente y cancelado sus esperanzas y sueños a decenas de millones de mexicanos. El rumbo será decidido en México y por las instituciones que deben hacerlo según el texto constitucional, más la nueva legalidad y constitucionalidad que, con la mayoría legislativa de Morena, va surgiendo de líneas maestras como la austeridad republicana, el combate a la corrupción, los ambiciosos nuevos programas sociales, el nuevo enfoque no militarizado de la seguridad o la instauración de la democracia participativa en la decisión de las políticas públicas.
Comienza a cobrar cuerpo la idea lopezobradorista de lacuarta transformación, comparable, por el calado e impronta de sus realizaciones, a las guerras de Independencia, la reforma juarista y la Revolución Mexicana. Que no se rija por las imposiciones de la agonizante globalización neoliberal ni por cualquier otra orientación foránea, enajenante de la independencia nacional.
La cancelación del aeropuerto en Texcoco ya justificaría esta afirmación. Pero existen otros hechos igualmente importantes que delinean el surgimiento de un nuevo país. Me limito por ahora a mencionar dos cuestiones de la mayor trascendencia. Las históricas y fructíferas reuniones del futuro presidente con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, bastión del sindicalismo independiente, defensora y gestora activa e inclaudicable de la educación púbica, laica, gratuita y universal y de las luchas sociales de México por su independencia, soberanía y defensa de los derechos de los pueblos originarios. Quién podía imaginar que un presidente de México se reuniría y expresaría su admiración y respeto hacia este combativo destacamento, cuyos miembros han sido duramente reprimidos por los anteriores gobiernos y denostados por los medios hegemónicos como delincuentes, violentos y holgazanes. De igual modo, optar por una política exterior regida realmente por los avanzados conceptos plasmados en el artículo 89 constitucional: la autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución pacífica de las controversias, la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, la igualdad jurídica de los estados, la cooperación internacional y la lucha por la paz y la seguridad internacionales.
El proyecto político que se dibuja en México, un país de tanta importancia geopolítica, histórica, cultural y económica en nuestra América, ha hecho que vuelvan a él las miradas con esperanza las fuerzas de izquierda, los movimientos populares y los gobiernos revolucionarios y progresistas de la región. Pero incluso más allá, en agrupaciones como Podemos, Syriza y el laborismo de Jeremy Corbyn, quien acaba de expresarse en términos muy elogiosos sobre López Obrador y sus propuestas. Resulta también sobresaliente el interés mostrado por Rusia y China en relacionarse con el nuevo gobierno.
De igual modo, la derecha se articula en Hispanoamérica de la mano de José María Aznar para provocar al gobierno entrante y continuar su demencial y sistemática agresión contra Venezuela bolivariana. Un grupo de los ex presidentes neoliberales más reaccionarios, impopulares y detestados por sus pueblos, reunidos bajo el curioso nombre de IDEA, pide a AMLO que no invite al presidente Nicolás Maduro a su toma de posesión. A sabiendas de que ya el nuevo gobierno ha fijado su postura indeclinable de invitar a todos los jefes de Estado o gobierno de los países con los que México tiene relaciones diplomáticas, continúan insistiendo en este designio discriminatorio en el que tan activos se han mostrado el Partido Acción Nacional y los ex presidentes Fox y Calderón sin obtener mayor atención.
La victoria en México de un gobierno independiente, democrático y defensor del interés nacional cobra el mayor relieve ante la grave amenaza del fascismo en Brasil.
Twitter: @aguerraguerra
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