Tan sólo por la fecha de su realización era imposible convocar a una
consulta constitucional sobre la construcción en Texcoco de un nuevo
aeropuerto, cinco cuadras adelante del que ahora funciona y cuya
Terminal 2 aún no se ha pagado por completo.
Los adversarios de López Obrador no quisieron entender que con la
convocatoria a la consulta sobre el proyecto de aeropuerto en Texcoco se
estaba usando un método propio de la oposición en un país sin consultas
legales. El presidente electo y la nueva mayoría en el Congreso siguen
en la oposición y ahí seguirán hasta el 1 de diciembre, cuando lleguen a
ser la fuerza gobernante del país.
Para hacer una consulta constitucional, AMLO, ya como presidente,
hubiera tenido que esperar dos años y medio. Esto lo saben los
furibundos críticos de la consulta, pero fingen ignorancia del texto
constitucional.
Más allá del aeropuerto como proyecto “fabuloso” e igual negocio, el
problema político medular es el método para tomar decisiones sobre
asuntos controvertidos y de trascendencia. Quienes llenaron de denuestos
la consulta, en realidad tienen aversión hacia todas ellas, hacia los
nuevos vientos de la democracia.
Hay países en donde el pueblo ya vota casi todas las leyes importantes. En Suiza también se sufraga a veces en materia fiscal.
Las derechas mexicanas postulan que la consulta ciudadana, como
método, es indeseable porque el sistema de democracia formalista,
puramente representativa, se podría venir abajo con la aplicación de
métodos plebiscitarios.
Sin embargo, muchos derechistas saben que los sistemas que admiten la
democracia directa no cancelan las elecciones periódicas, pero fingen
ignorancia. Las consultas directas y los comicios coexisten.
El problema para esas derechas es que el sistema del formalismo
representativo ya no sería el único y que la ciudadanía tendría derecho a
tomar decisiones. Este derecho es el que molesta. Tales liberales
derechistas viven en el siglo XIX.
El único argumento a favor de la construcción del puerto aéreo en
Texcoco era la cuantía de las inversiones físicas ya realizadas, cuyo
valor, sin embargo, es menor al valor que tiene el aeropuerto Benito
Juárez que quería cerrarse para siempre jamás.
El gran problema era que la decisión de levantar el “fabuloso”
aeropuerto de Texcoco fue tomada sin consultar a nadie, pero además era
económicamente lesiva para el país y técnicamente perjudicial. Cerrar
dos aeropuertos (Benito Juárez y Santa Lucía) para poder construir uno
nuevo carece de sentido práctico. Estambul acaba de inaugurar un
aeropuerto nuevo y tendrá ahora dos, como corresponde a toda
megalópolis, en algunas de las cuales se cuentan hasta cinco.
Además de la polémica sobre la validez de la consulta popular como
método de gobernar, se ha abierto otra discusión. ¿Qué país somos y cuál
queremos ser? ¿Podemos tener un México de obras “fabulosas” o, en lugar
de éstas, necesitamos una infraestructura productiva que se levante en
todas las regiones del país?
Más en concreto, ¿queremos una creciente centralización de las
conexiones aéreas o debemos promover interconexiones múltiples en las
diversas regiones? ¿Necesitamos un “fabuloso” aeropuerto en una sola
ciudad para promover inversiones productivas o requerimos una extensa
infraestructura de trasporte terrestre, marítimo y aéreo para comunicar a
México consigo mismo y con el resto del mundo?
El proyecto de aeropuerto en Texcoco es una muestra de las
extraviadas políticas económicas de los neoliberales, muy dados a
realizar actos de relumbrón que no sirven para promover crecimiento y
redistribución del ingreso.
Peña Nieto inició cuantiosos desembolsos para un “fabuloso”
aeropuerto cuando tenía muchas obras inconclusas abandonadas, entre
ellas hospitales. Hay también aquí asuntos de moralidad en el ejercicio
de funciones públicas.
El debate sobre el lío del proyectado aeropuerto de Texcoco y el
cierre del actual, junto con el de Santa Lucía, nos arroja enseñanzas
adicionales en materia de democracia y gestión pública: no al
verticalismo ni al uso del poder para fomentar fabulosos negocios
privados. Hay que buscar caminos diferentes.
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