Lorenzo Meyer
Al final, fue el factor político el que inclinó la balanza en relación a
quién y en donde se edificará el nuevo aeropuerto internacional de
México (NAIM). Difícilmente hubiera podido ser de otro modo. La lucha
entre el viejo régimen y lo que busca ser uno nuevo no se resolvió con
la elección del 1° de julio, ese fue sólo un capítulo de una colisión
que tendrá otros escenarios muy diversos.
La decisión de ubicar el NAIM en el ex lago de Texcoco la anunció el
gobierno de Enrique Peña Nieto (EPN) en 2014 y la respaldó con estudios
técnicos y, sobre todo, con el apoyo de algunos de los grupos
empresariales de interés —y de presión— más poderosos que hay en México,
empezando por el del hombre más rico del país: Carlos Slim, cuyo yerno,
Fernando Romero (47), se asoció con sir Norman Foster (83), arquitecto
de fama mundial, para elaborar el diseño ganador de la obra. Y la obra
se pensó en grande, como parte de algo que podría calificarse como
Aerotrópolis.
De acuerdo con el proyecto original, el NAIM podría llegar a tener seis
pistas, ser uno de los tres mayores aeropuertos del mundo con capacidad
para 120 millones de pasajeros anuales (equivalente a la población de
México en 2015) y servir como un polo de desarrollo económico, incluso
dar vida a un bosque de 670 ha., etcétera. Su costo: 169 mil millones de
pesos, (58% sería dinero público),
(consulmex.sre.gob.mx/laredo/images/stories/docs/SCT/dan02416%20naicm-espaol.pdf).
Sin embargo, para agosto de 2018, y con un avance del 30%, el costo
había ascendido a 285 mil millones por la devaluación del peso.
Tras una consulta convocada por presidente electo, Andrés Manuel López
Obrador (AMLO), que no podía ni pretendía ser vinculante ni
representativa —abarcó sólo 538 municipios— y en la que participaron un
millón 67 mil ciudadanos, una mayoría —69%— favoreció cancelar el gran
proyecto y apoyó otro más modesto, en Santa Lucia, y el
reacondicionamiento de los aeropuertos ya existentes en la capital y
Toluca.
Desde su campaña presidencial, AMLO se declaró contrario al proyecto de
EPN y sus poderosos aliados empresariales. Por eso no debió sorprender
que, tras la consulta, AMLO declarara que “obedeciendo” el mandato
ciudadano, al asumir el poder cancelaría el plan peñanietista en favor
del de Santa Lucia. El presidente electo hizo saber que, además del
costo, había otras razones para la cancelación: el plan que ya habían
trazado grandes capitales para aprovechar la obra y efectuar una magna
especulación inmobiliaria alrededor de la misma, pues se proponían hacer
del viejo aeropuerto —660 ha— algo similar a lo hecho años atrás en
Santa Fe: una macro urbanización de lujo, (EL UNIVERSAL, 30/10/18). La
maniobra especulativa también incluía terrenos aledaños al NAIM
adquiridos o donados de tiempo atrás, cuando sólo unos cuantos sabían
del proyecto, (Proceso, 14/10/18, Aristeguinoticias, 2/10/18).
Es verdad, como se ha señalado, que al NAIM lo respaldan estudios
técnicos que avalan su viabilidad pese a lo blando del terreno y a que
podría afectar la captación de agua para reabastecer los mantos
friáticos que proveen el 67% del agua que consume la capital. Pero
también es cierto que al diseñar el NAIM se desecharon estudios
críticos, como el elaborado por la Comisión Nacional del Agua y que en
octubre de 2012 presentó el ingeniero José Luis Luege Tamargo a EPN. Ese
documento sostenía que sería un enorme error construir un aeropuerto en
la zona federal del Lago de Texcoco porque pondría en riesgo su
carácter de regulador hídrico y a la larga provocaría hundimientos e
inundaciones no sólo del aeropuerto sino en la ciudad misma, (EL
UNIVERSAL, 29/10/18).
Texcoco y Santa Lucía presentan, ambos, problemas y retos técnicos, pues
este último también está en una zona lacustre, aunque su hundimiento
sería menor que el del Lago de Texcoco. Sin embargo, a estas alturas el
corazón del problema ya no es técnico sino político. Su resolución
determinará en dónde va a estar no solo el NAIM sino el centro del poder
político, ese que al decir de Harold Lasswell decide “quién consigue
qué, cómo y cuándo” ¿Seguirá estando en manos de esos 16
multimillonarios cuyas fortunas se calcula que crecieron en promedio 20%
en un año y que hoy suman algo más de 140 mil millones de dólares
(Forbes, 6/03/18 y www.bbc.com/mundo/noticias-42583948)? o va a estar en las instituciones de un gobierno electo de forma democrática?
Con la elección del 1° de julio, se dio un golpe muy fuerte a la base
partidocrática del viejo régimen, pero la plutocrática sigue intacta. La
dura reacción del CCE, la Coparmex, el PRI, el PAN, Citibank, BBVA
Bancomer, las calificadoras Fitch y HR Ratings, etcétera, muestra que
esa base de la estructura de poder presidida por EPN, resintió el golpe.
Esta vez AMLO eligió el momento, el terreno y las condiciones del choque
con esa parte de la élite del poder que por decenios fue parte integral
de “los que mandan” en México. El resultado final de la confrontación
podría determinar la naturaleza del proyecto del gobierno que se va a
iniciar, a la manera del que ocurrió en 1935, a raíz del choque entre el
presidente Cárdenas y el Jefe Máximo, por citar un ejemplo que dio paso
a un cambio social sustantivo en el país. La lucha en torno al NAIM es
la lucha por decidir quién va a tener el poder y para qué.
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