Las
tareas del hogar continúan feminizadas; para ellos las reparaciones
domésticas; para ellas las responsabilidades del hogar, las tareas más
rutinarias de limpieza, plancha, cocina, cuidado de la prole, consulta
médica de los hijos, vacunas, dentistas, salvo excepciones.
Teresa Sosa
Ellos tienen muy claro su derecho a un tiempo propio. Incluso cuando definen qué es ser un buen padre, contemplan tener un tiempo para sí, algo que no hacen las mujeres y que ellos tampoco lo citan (al menos espontáneamente) entre las cualidades de una buena madre.
Esto responde a una idea interiorizada que enlaza con la ideología de la maternidad intensiva que es profundamente alienante para las mujeres y para su realización personal.
Y también es mala para los hombres, porque les está negando en cierta manera el acceso a eso que se ha definido como femenino pero que es profundamente humano, que es el cuidado de los hijos e hijas.
Muchos ni siquiera son conscientes de que se les niega la paternidad y ese “rescate” posibilita maternidades menos intensivas en las mujeres, que de alguna forma les permite acceder a esos tiempos propios y vivir sin culpa la maternidad y la vida laboral.
Las mujeres dejan de ser ellas para convertirse en un rol, y de eso también hay que liberarse. Al final todo esto viene de aspectos socialmente construidos en socializaciones sesgadas por el género. De hecho actualmente los hogares están actuando como verdaderas escuelas de desigualdad.
Si los hijos e hijas están viendo que roles tienen su padre y su madre, lo interiorizan. Cuando las mujeres decimos: quita, quita, que lo hago yo, los hijos e hijas están aprendiendo que la responsabilidad es de las mujeres y no de los hombres, responde a algo que está estructuralmente y culturalmente pautado y que conviene al sistema para que las mujeres continúen realizando el trabajo doméstico de forma gratuita. Por eso es muy importante romper esa cadena.
La igualdad es una muy buena inversión. Si no, estamos desperdiciando un capital humano que la sociedad no se lo puede permitir. Urge encontrar formad más humanas de abordar la producción remunerada y la producción de la vida.
Mientras no sea así, muchas mujeres continuarán pagando el coste de la reproducción social con sus renuncias unilaterales, su sentimiento de culpa o su resentimiento; muchos hombres seguirán perdiéndose –aun sin ser conscientes de ello- su paternidad; y muchos hogares seguirán siendo una escuela de desigualdad para las próximas generaciones.
En definitiva, todo un cercenamiento de las potencialidades humanas que, como sociedad, no debemos seguir asumiendo.
FUENTE: C. Cruz De Garibay.Entrevista a la Socióloga Raquel Royo Prieto. Directora del Máster en intervención en violencia contra las mujeres de la Universidad de Deusto, País Vasco. Revista Emakunde. Instituto Vasco de la Mujer. Verano 2012. España.
Descargar edición digitalizada Diario de los Andes
Teresa Sosa
Ellos tienen muy claro su derecho a un tiempo propio. Incluso cuando definen qué es ser un buen padre, contemplan tener un tiempo para sí, algo que no hacen las mujeres y que ellos tampoco lo citan (al menos espontáneamente) entre las cualidades de una buena madre.
Esto responde a una idea interiorizada que enlaza con la ideología de la maternidad intensiva que es profundamente alienante para las mujeres y para su realización personal.
Y también es mala para los hombres, porque les está negando en cierta manera el acceso a eso que se ha definido como femenino pero que es profundamente humano, que es el cuidado de los hijos e hijas.
Nuevos modelos
Afortunadamente han surgido nuevos modelos de maternidad y paternidad que permiten a los hombres rescatar parcelas que les ha negado el patriarcado, como la sensibilidad y las emociones.Muchos ni siquiera son conscientes de que se les niega la paternidad y ese “rescate” posibilita maternidades menos intensivas en las mujeres, que de alguna forma les permite acceder a esos tiempos propios y vivir sin culpa la maternidad y la vida laboral.
Culpa, frustración, disolución
La culpa es un sentimiento terrible, es un mecanismo de control de las mujeres. Esa culpa que sienten es por desempeñar un trabajo remunerado y por no responder a las expectativas socialmente construidas, exigentes e injustas con lo que tiene que ser una buena madre, expectativa que no se les exige a los padres. Además es curiosa la ausencia del sentimiento de culpa en ellos, aunque dedican mucho menos tiempo al cuidado de las mujeres.Las mujeres dejan de ser ellas para convertirse en un rol, y de eso también hay que liberarse. Al final todo esto viene de aspectos socialmente construidos en socializaciones sesgadas por el género. De hecho actualmente los hogares están actuando como verdaderas escuelas de desigualdad.
Si los hijos e hijas están viendo que roles tienen su padre y su madre, lo interiorizan. Cuando las mujeres decimos: quita, quita, que lo hago yo, los hijos e hijas están aprendiendo que la responsabilidad es de las mujeres y no de los hombres, responde a algo que está estructuralmente y culturalmente pautado y que conviene al sistema para que las mujeres continúen realizando el trabajo doméstico de forma gratuita. Por eso es muy importante romper esa cadena.
Desigualdad interiorizada
Lo realmente tremendo es que la desigualdad no existe solo fuera de nosotras o y de nosotros, sino que se interioriza y genera formas de percibir, gustos y sentimientos que actúan como invisibles obstáculos a la igualdad. Pero si eso se ha construido socialmente, se puede deconstruir. No es algo natural, es algo creado artificialmente, un producto del poder. Se puede y debemos modificarlo para construir otro tipo de sociedad más humana.Otra sociedad
De alguna forma, toda la esfera de lo reproductivo está invisibilizada y en realidad es la que sostiene lo productivo. Hay que organizar la sociedad de otra forma. Hay que hacer hincapié en la idea de corresponsabilidad familiar y social. Todos los agentes sociales tienen una corresponsabilidad que asumir y las políticas públicas han de promover esa corresponsabilidad.En tiempos de crisis
Solamente una visión cortoplacista y poco inteligente puede pensar que la igualdad no es necesaria en tiempos de crisis. Ahora, más que nunca, la igualdad es necesaria. Hay que modificar la mentalidad que sitúa los derechos de las mujeres y la igualdad como un lujo que se reserva para los tiempos de auge económico.La igualdad es una muy buena inversión. Si no, estamos desperdiciando un capital humano que la sociedad no se lo puede permitir. Urge encontrar formad más humanas de abordar la producción remunerada y la producción de la vida.
Mientras no sea así, muchas mujeres continuarán pagando el coste de la reproducción social con sus renuncias unilaterales, su sentimiento de culpa o su resentimiento; muchos hombres seguirán perdiéndose –aun sin ser conscientes de ello- su paternidad; y muchos hogares seguirán siendo una escuela de desigualdad para las próximas generaciones.
En definitiva, todo un cercenamiento de las potencialidades humanas que, como sociedad, no debemos seguir asumiendo.
FUENTE: C. Cruz De Garibay.Entrevista a la Socióloga Raquel Royo Prieto. Directora del Máster en intervención en violencia contra las mujeres de la Universidad de Deusto, País Vasco. Revista Emakunde. Instituto Vasco de la Mujer. Verano 2012. España.
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