DESDE LA LUNA DE VALENCIA
Por: Teresa Mollá Castells*
La semana pasada se llegaba a un acuerdo de confluencia entre Izquierda
Unida (IU) y Podemos, para acudir conjuntamente a las elecciones
generales del próximo 26 de junio.
Al parecer uno de los escollos importantes que se tuvieron que sortear fue el nombre con el que acudirían a las urnas. Al final hubo humo blanco y se acordó el de Unidos Podemos. Se cerró el pacto y se inscribió la coalición dentro del plazo legalmente estipulado para ello, y a otra cosa mariposa.
Sé, porque me lo han contado varias compañeras, que dentro de IU hubo voces de mujeres feministas que reprocharon a quienes acordaron esa denominación, que al aceptarla, nos ocultaban a las mujeres y que eso era injusto.
Las mujeres feministas de Podemos de la Comunidad de Madrid también elaboraron un manifiesto en el mismo sentido: no se puede invisibilizar a más de la mitad de la población que somos las mujeres.
Las reacciones furibundas de algunos hombres y mujeres de ambas organizaciones no se hicieron esperar, e incluso llegaron al insulto hacia las compañeras que les afearon este ocultamiento.
Y es que en política volvemos al principio de los tiempos cuya lógica patriarcal es: nosotros los hombres vamos a arreglar el mundo, el nuestro que es el importante y después ya vemos las cosas esas que nos están reclamando las mujeres.
Algunos incluso lo siguen llamando aquello tan rancio de “la cuestión femenina”. En fin, que tampoco en ese aspecto hemos avanzado demasiado desde la Revolución Francesa, cuando por reivindicar estos mismos temas le cortaron la cabeza a Olympe de Gouges.
Lo llaman confluencia al pacto de UI con Podemos. Y digo yo que para confluir habrá que tener claros los objetivos. Y ¿quiénes marcan los objetivos? Pues el ejemplo lo tenemos en las fotos de las cervezas entre el diputado por IU Alberto Garzón y el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias.
Confluencia para el cambio de modelo político, para desbancar al Partido Popular (PP) del gobierno, para modificar la Constitución, para derogar las reformas laborales, etcétera, que sí, que muy bien todo, oigan, pero todo desde la lógica patriarcal.
De las demandas por incluir temas específicos de mujeres ni hablamos, porque de lo contrario, nuestros queridos “compañeros de partido” (sea éste el que sea) saltan de inmediato con el tan manido “ya están las chicas con sus cosas”, o lo que es peor todavía, el famoso recurso del “eso ahora no toca”, como está ocurriendo ahora mismo ante las exigencias de las mujeres feministas de IU y de Podemos. En fin, más de lo mismo, avanzamos un paso y retrocedemos dos.
Y ante el tema del uso igualitario de los lenguajes, existe una resistencia brutal al cambio por parte del patriarcado porque éste conoce el verdadero poder transformador de las palabras.
Y cuando hablo de patriarcado, incluyo también a todas las mujeres que se esconden detrás del discurso de que no se sienten discriminadas o excluidas con una definición como la de Unidos Podemos, porque “en la expresión Unidos están todos los seres humanos”. Como si el término “seres humanos” no fuera en sí mismo excluyente ¡¡¡vaya!!!
Que si las feministas hilamos fino con esto del lenguaje, que si eso no es importante, que si somos “feminazis”, que si ya ves tú con lo que ha costado este acuerdo cómo se ponen por una palabra de “ná”, que si somos unas radicales. Y así una larga retahíla de insultos, descalificaciones e incluso justificaciones propias para negar la invisibilidad a la que nos han llevado a las mujeres con esta denominación.
Buscan el cambio político, pero se olvidan de nombrarnos a más de la mitad de la población. Eso no es cambio señores de UI y de Podemos. Eso es tan sólo recambio y por tanto no me vale.
El cambio pasa por ser de verdad inclusivos en todo. El cambio pasa por nombrarnos y reconocernos y reconocer nuestras aportaciones para que ustedes estén ahí. El cambio pasa por bajar el nivel de testosterona existente en la arena política, e incluirnos como verdaderamente iguales y dejarse de numeritos en el Congreso con bebés que no pintan nada en ese espacio.
El cambio pasa por hacer de las reivindicaciones feministas parte de sus programas electorales y de sus agendas políticas, puesto que esas reivindicaciones son de exigencia de una igualdad real. Una igualdad todavía inexistente como acaban de demostrar de nuevo ustedes con la denominación de esa coalición que nos excluye a las mujeres.
Al igual que la del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que se olvida de las OBRERAS, o la de Ciudadanos, que se olvida de las ciudadanas, o como el PP cada vez que habla de los españoles.
El cambio político pasa porque en su agenda sea prioritaria la vida de las mujeres para que no seamos asesinadas por ser mujeres. Y nuestras hijas e hijos no sean condenadas a vivir con sus maltratadores, porque así lo mandata una justicia que también es patriarcal en forma y fondo, y que también deberían revisar.
El cambio pasa porque una reforma educativa radical impulsara desde las escuelas un modelo coeducativo real en el que la igualdad entre mujeres y hombres fuera un valor indiscutible en el currículum educativo formal de los centros y se erradicara ese currículum oculto, que sigue condenando a las niñas a las esquinas de los patios mientras los niños ocupan el centro del mismo con el futbol, por ejemplo.
El cambio pasa por que impulsaran que las religiones, todas ellas, se quedaran en el ámbito de lo privado de cada persona, y dejaran de ocupar espacios públicos, de cobrar dinero público, de socializar en la sumisión de las mujeres y en la violencia contra ellas.
El cambio, señores que quieren cambiar las cosas, pasa porque nos reconozcan como ciudadanas de igual nivel que el que ustedes tienen. Y eso a la primera de cambio se les ha olvidado, porque no nos han nombrado, porque nos han ocultado. Y eso es patriarcado puro que se esconde detrás de un discurso que aparenta progresismo, pero que esconde desigualdad entre las personas. Y el término persona se escribe en femenino, señores míos.
A la vista ha quedado que el cambio que proponen es un cambio, pero no EL CAMBIO para las personas, para todas las personas, puesto que se han olvidado de más de la mitad de la población que somos las mujeres.
Y francamente señores, ese cambio a mí no me interesa. Y no me interesa porque no me representa. Y si no me represente ni siquiera en el nombre, pues que no me creo lo de su confluencia. Ni que el cambio que proponen sea el que necesitamos las mujeres y las niñas. Y por eso mismo ya les anuncio que no les voy a votar.
Y me permito advertirles que esta opción de no votarles no es sólo de quien escribe estas letras. La compartimos mujeres de todo el espectro político y cada una votará lo que crea más adecuado, pero no nos creemos sus discursos patriarcales, arrogantes y llenos de vacuidades, cuando no directamente de mentiras.
Sin las mujeres no hay democracia real. Sin las propuestas feministas no puede haber cambio real. Y sin cambio real, sólo son sopas de letras. Y como a la genial Mafalda, no me gusta la sopa.
tmolla@telefonica.net
*Corresponsal en España. Comunicadora de Ontinyent.
Especial
Cimacnoticias | España.-
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