5/20/2016

“La política performativa”, artículo de Miguel Pulido



Alegatos por Miguel Pulido
aristeguinoticias.com

El dolor es insumiso frente a las opresiones del tiempo o la geografía. Transgrede también la frontera de lo personal. Quizás por ello –por citar un ejemplo- cientos de argentinas y argentinos han tomado varias veces las calles para reclamar justicia por Ayotzinapa.
Las congregaciones son en la Plaza de Mayo o en edificios relevantes para el gobierno de México. Algunas convocadas frente a la embajada de México en Argentina. Todas tienen una consigna: rechazar la resignación como opción impuesta e inimpugnable.
Aceptar calladamente la barbarie es el suicidio de la moral colectiva. Ese es un llorado aprendizaje de las dictaduras del Cono Sur. Por eso hay que intervenir el paisaje urbano. Hacer de la solidaridad el primer plano.
Eso es lo que hace Milena Pafundi, una artista visual que se ha propuesto lograr la complicidad con la arquitectura para juntas reproducir en el silencio de los muros y ventanas su definitiva indignación. Milena participa en las manifestaciones políticas acompañada por el Articiclo, una pequeña bicicleta de carga adaptada con un proyector de imagen. Así, una nueva y breve disputa se traslada a los muros. Es un nuevo episodio de la poética, la estética y la política.
Para mí –formado en el campo de los derechos humanos y de la participación política- el Articiclo es una aproximación democrática a la sensibilidad visual. El Articiclo, con sus iluminadas imágenes, le arrebata a los edificios su comodidad de testigos para asignarles la función de actores, participes y protagonistas de la denuncia. Hay edificios, por ejemplo, que han callado las brutalidades cometidas en sus interiores. Entonces, con las pintas (el grafitti) en sus paredes los reclamos aspiran a romper, de manera permanente, esa discreta y terrible función histórica.
La desaparición de 43 estudiantes mexicanos a manos de policías locales en Iguala, Guerrero en septiembre de 2014 ha desatado una de las olas de mayor producción artística como reacción a violaciones de derechos humanos. No es sólo la diversidad, la intensidad y lo explícito, también es su condensación en términos temporales. No recuerdo –personalmente- otro episodio de tanto activismo por medio del arte.
Vuelvo al Articiclo. Se trata de una expresión de arte, como tantas otras, que tiene bajo ataque a la geometría de la política. Surge en el encuentro de la inmediatez que norma la comunicación actual y el hueco enorme que ha dejado un futuro que sigue en fuga.
Acudimos a un momento histórico en el que el dolor humano involuntariamente hace las veces de curador. Los heridos, los muertos y los desaparecidos de Iguala son los heridos, los muertos y los desaparecidos futuros de alguien más. También fueron los hijos, padres y abuelos de alguien que vive hoy. Las víctimas de Iguala fueron, son y serán las de alguien más.
Insisto, tal vez porque mi formación es en otros campos y no el artístico, pero el Articiclo me hace pensar en el arte y su extraordinario potencial para participar en política y alcanzar la justicia desde una aproximación “performativa”.
El profesor Engin Isin (al hablar de ciudadanía) afirma que existe en la medida en que los colectivos se embarquen en “actos de ciudadanía”, al margen de que cuenten o no con ciertos derechos. Para Isin, esto crea nuevos espacios de pertenencia e identificación que son diferentes de los lugares tradicionales. Los “actos de ciudadanía” son transversales a las fronteras y producen nuevos sujetos y escalas de ciudadanía.
Así, los actos políticos de solidaridad y justicia que logra el arte quizá también produzcan otras escalas políticas. Algo que podría poner en entredicho aquella famosa frase de José Martí. La que decía: ¡La justicia primero y el arte después!…
*Este es un fragmento de un ensayo más amplio publicado originalmente en la revista diSONARE. Más información en: https://www.facebook.com/disonaremagazine/?fref=ts

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