Alegatos
El
dolor es insumiso frente a las opresiones del tiempo o la geografía.
Transgrede también la frontera de lo personal. Quizás por ello –por
citar un ejemplo- cientos de argentinas y argentinos han tomado varias
veces las calles para reclamar justicia por Ayotzinapa.
Las congregaciones son en la Plaza de Mayo o en edificios relevantes
para el gobierno de México. Algunas convocadas frente a la embajada de
México en Argentina. Todas tienen una consigna: rechazar la resignación como opción impuesta e inimpugnable.
Aceptar calladamente la barbarie es el suicidio de la moral
colectiva. Ese es un llorado aprendizaje de las dictaduras del Cono Sur.
Por eso hay que intervenir el paisaje urbano. Hacer de la solidaridad el primer plano.
Eso es lo que hace Milena Pafundi, una artista
visual que se ha propuesto lograr la complicidad con la arquitectura
para juntas reproducir en el silencio de los muros y ventanas su
definitiva indignación. Milena participa en las manifestaciones
políticas acompañada por el Articiclo, una pequeña bicicleta de carga
adaptada con un proyector de imagen. Así, una nueva y breve disputa se
traslada a los muros. Es un nuevo episodio de la poética, la estética y
la política.
Para mí –formado en el campo de los derechos humanos y de la participación política- el Articiclo es una aproximación democrática a la sensibilidad
visual. El Articiclo, con sus iluminadas imágenes, le arrebata a los
edificios su comodidad de testigos para asignarles la función de
actores, participes y protagonistas de la denuncia. Hay edificios, por
ejemplo, que han callado las brutalidades cometidas en sus interiores.
Entonces, con las pintas (el grafitti) en sus paredes los reclamos
aspiran a romper, de manera permanente, esa discreta y terrible función
histórica.
La desaparición de 43 estudiantes mexicanos a manos de policías
locales en Iguala, Guerrero en septiembre de 2014 ha desatado una de las
olas de mayor producción artística como reacción a violaciones de
derechos humanos. No es sólo la diversidad, la intensidad y lo
explícito, también es su condensación en términos temporales. No
recuerdo –personalmente- otro episodio de tanto activismo por medio del
arte.
Vuelvo al Articiclo. Se trata de una expresión de arte, como tantas
otras, que tiene bajo ataque a la geometría de la política. Surge en el
encuentro de la inmediatez que norma la comunicación actual y el hueco
enorme que ha dejado un futuro que sigue en fuga.
Acudimos a un momento histórico en el que el dolor humano involuntariamente hace las veces de curador.
Los heridos, los muertos y los desaparecidos de Iguala son los heridos,
los muertos y los desaparecidos futuros de alguien más. También fueron
los hijos, padres y abuelos de alguien que vive hoy. Las víctimas de
Iguala fueron, son y serán las de alguien más.
Insisto, tal vez porque mi formación es en otros campos y no el
artístico, pero el Articiclo me hace pensar en el arte y su
extraordinario potencial para participar en política y alcanzar la
justicia desde una aproximación “performativa”.
El profesor Engin Isin (al hablar de ciudadanía) afirma que existe en
la medida en que los colectivos se embarquen en “actos de ciudadanía”,
al margen de que cuenten o no con ciertos derechos. Para Isin, esto crea
nuevos espacios de pertenencia e identificación que son diferentes de
los lugares tradicionales. Los “actos de ciudadanía” son transversales a
las fronteras y producen nuevos sujetos y escalas de ciudadanía.
Así, los actos políticos de solidaridad y justicia que logra el arte
quizá también produzcan otras escalas políticas. Algo que podría poner
en entredicho aquella famosa frase de José Martí. La que decía: ¡La
justicia primero y el arte después!…
*Este es un fragmento de un ensayo más amplio publicado originalmente en la revista diSONARE. Más información en: https://www.facebook.com/disonaremagazine/?fref=ts
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