Gabriela Rodríguez
¿Qué tipo de pedagogía
de la sexualidad puede esperarse de una corporación cuyos miembros
siguen siendo denunciados por múltiples casos de pedofilia y
encubrimiento de violadores? ¿Qué uso político está haciendo la
jerarquía católica mexicana al condenar el matrimonio igualitario y el
aborto?
Tras la iniciativa presidencial que busca elevar a nivel constitucional el matrimonio igualitario, el semanario católico Desde la Fe, de
la Arquidiócesis Primada de México, a cargo de Norberto Rivera, ha
dedicado cinco números para denostar a homosexuales y lesbianas.
Mientras afirman que la Iglesia ama a los homosexuales, señalan que
la palabra de Dios los rechaza: la identidad de un ser humano no puede ser su apetito sexual, citan a San Pablo.
¡No te engañes! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales... heredarán el Reino de Dios. (1Cor 6, 9-10). Es un hecho que en tiempos de San Pablo la discriminación no estaba tipificada como delito, pero hoy los prelados que editan esa publicación merecerían ser penalizados con tres años de cárcel o trabajo social, tal como lo señala el artículo 206 del Código Penal del DF. Más grave delito es, desde luego, la violación de personas menores, práctica muy generalizada al interior de seminarios y escuelas católicas; el propio Cardenal Rivera encubrió al padre Maciel, y también está acusado por encubrimiento del sacerdote pederasta Nicolás Aguilar. Hace un par de semanas, el joven catequista Lenin Moisés López Jiménez aseguró que Carlos Franco Pérez Méndez, vicario pastoral de la Catedral de Oaxaca, acusado previamente de violación agravada, lo violó el 9 de marzo, pero el arzobispo local se niega a presentar evidencias en contra del clérigo.
Tales crímenes siguen prácticamente impunes en este país. Pero para
salir del drama y si quieren reírse un rato, hay que ver la clase de
educación sexual que ofrecen en el semanario, una visión coitocentrista y
grotesca. “El cuerpo humano no está diseñado para la relación
homosexual. La mujer tiene una cavidad especialmente preparada para la
relación sexual, que se lubrica para facilitar la penetración, resiste
la fricción, segrega sustancias que protegen al cuerpo femenino de
posibles infecciones presentes en el semen.
En cambio, el ano del hombre no está diseñado para recibir, sólo para expeler. Su membrana es delicada, se desgarra con facilidad y carece de protección contra agentes externos que pudieran infectarlo. El miembro que penetra el ano lo lastima severamente pudiendo causar sangrados e infecciones. En el sexo lésbico puede haber contagio de enfermedades de transmisión sexual y daños por la penetración de objetos. Esta descripción expone amplia ignorancia sobre la sexualidad, en especial de la femenina; niega el coito anal entre heterosexuales, centraliza al coito como única expresión sexual y desconoce el placer estético en la variedad de contactos que hay en una sexualidad libre y consentida. Olvida el cibersexo, un disfrute sin contacto físico anclado en la fantasía, que devela el gran secreto del erotismo. La pedagogía eclesial parece partir de prácticas múltiples de penetración peneana, muy características de pedófilos. Un trabajo de J. Ignacio Pichardo sobre discursos y prácticas de homosexuales y lesbianas en España encontró que la penetración no es la práctica más común. Entre varones se incluyen besos, caricias y miradas, suelen intervenir órganos genitales y erógenos (pene, pecho, vagina, ano, boca), es más frecuente el sexo oral y la masturbación mutua, muchos dicen no necesitar un coito para que la relación pueda ser completa y satisfactoria. Las lesbianas entrevistadas expresaron sólo experimentar orgasmo con parejas mujeres, en quienes encuentran mayor placer físico, relaciones que les resultan menos mecánicas y más sensuales, por estar menos centradas en la penetración y más atentas a la estimulación del clítoris. Como sabemos, la única función del clítoris es experimentar placer, se considera el órgano más sensible del cuerpo femenino, cuenta con un glande que lo protege de fricciones excesivas y con ocho mil terminaciones nerviosas que provocan orgasmos más duraderos que los del pene; se trata de un órgano que no envejece porque sigue dando placer en edades avanzadas ( Entender la diversidad familiar, Ediciones Bellatierra, España, 2009).
Los obispos también mienten al afirmar que no hay estabilidad
emocional en parejas gays y que hay daños a la salud espiritual y
sicológica en familias de homosexuales. Lo que está demostrado es que
tales daños ocurren en familias que maltratan y abusan de sus hijos, sin
encontrar correlación con la identidad sexual. Todas esas ideas
distorsionadas han llevado a que padres de familia y diputados panistas
arremetan contra el matrimonio igualitario y pidan que se arranquen las
páginas de educación sexual en los libros de texto. Se trata de libros
que desafortunadamente no hablan de la diversidad sexual ni del derecho a
la interrupción de embarazo a víctimas de violación, aunque sí
contemplan información muy básica sobre el cuerpo humano y la
reproducción, la prevención de embarazos e infecciones de transmisión
sexual, así como de los derechos humanos de niñas, niños y adolescentes.
Urge fortalecer la capacitación de docentes y el currículo de
educación sexual integral, como proponemos en Morena para la
Constitución de la Ciudad de México. Las nuevas generaciones deben
conocer sus derechos, protegerse del abuso sexual y vivir una sexualidad
positiva acorde a su ciclo vital. La insistencia de los jerarcas
católicos en estos temas hoy parece más un chantaje a los partidos
políticos, una oferta para ver cuál les compra esa agenda eclesial a
cambio de campañas en púlpitos y escuelas católicas que les permitan
mantener su gueto de poder.
Twitter: @Gabrielarodr108
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