En la capital y los
extremos norte y sur de Argentina viven y luchan tres de las mujeres más
admirables del país sudamericano: Milagro Sala, Cristina Fernández de
Kirchner y Hebe de Bonafini.
Por su estoicismo y coraje, las tres se han ganado el respeto de los
argentinos bien nacidos, y las tres fueron erigidas por el pueblo en
fuerzas morales de redención nacional.
Sin sentencia, Milagro lleva ocho meses encerrada en un penal de la
provincia de Jujuy, por supuesto fraude y asociación ilícita para
desviar fondos destinados a la construcción de viviendas de las
cooperativas que aglutina la Tupac Amaru, asociación barrial que preside
desde el decenio de 1990.
Miembro de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y diputada del
Parlasur, Milagro acaba de declararse en huelga de hambre tras ser
incomunicada en una celda de dos por tres metros a causa de su
mala conducta: exigir agua caliente para las reclusas, en plena temporada invernal.
Por su lado, Cristina empieza a despuntar como cabeza visible de
oposición al régimen neocolonial que preside Mauricio Macri. Y es claro
que las fuerzas más agresivas de la ultraderecha buscan meterla presa
por causas que día tras día los medios inventan o se sacan de la manga a
discreción.
Asimismo, azuzada por la embajada de Tel Aviv en Buenos Aires, la
cúpula de la colectividad judía respalda a un fiscal a modo que acusa a
Cristina de
traición a la patriapor el memorando de entendimiento de su gobierno con Irán, así como la reapertura del manoseado caso Nisman.
Y junto con ellas, la increíble Hebe de Bonafini, líder de la
Asociación Madres de Plaza de Mayo. A sus 87 años, Hebe acaba de ganar
la enésima batalla contra un poder judicial oligárquico y anacrónico que
usa la justicia como instrumento de persecución política.
Hace unos meses, cuando el papa Francisco anunció que iba a recibir a
Hebe, el jefe de gabinete, Marcos Peña Braun, aseguró en su Facebook
que
mucha gentese sintió
ofendida. “Lo entiendo –escribió–: es difícil encontrar otro argentino que haya sido tan agresivo y ofensivo contra todo aquel que pensara distinto de ella”. Léase:
pensar distintode los que apoyaron al terrorismo de Estado.
Sin embargo, meterse con las Madres que derrotaron a la dictadura más
despiadada de la historia argentina no resulta fácil. Algo que constató
el juez Marcelo Martínez de Giorgi cuando intentó tomarle a Hebe
declaración indagatoriapor algunos ilícitos que habrían sido cometidos por personal de la fundación.
Frontal, como siempre, Hebe respondió al juez que se meta la causa
en el orto, y que Macri era un “hijo de remilputas”. El juez la declaró
en rebeldíay ella respondió que tal era su estado desde febrero de 1977, cuando secuestraron al primero de sus dos hijos desaparecidos y cuando, en el cenit del terror genocida de los militares (y la total indiferencia de la sociedad), las Madres empezaron a dar vueltas y vueltas en la histórica Pirámide de la Plaza de Mayo.
Así las cosas, el jueves 4 de agosto la
justiciaordenó el despliegue de camiones hidrantes y policías pertrechados que rodearon la sede de las Madres con el fin de apresar a Hebe. Orden que fue girada el mismo día en que John Kerry entregaba a Macri una lista de documentos desclasificados del Departamento de Estado relacionados con los derechos humanos en Argentina.
Pero allí se encontraron con una muchedumbre que facilitó
la huidade las combativas señoras con rumbo a la plaza, ya que por nada del mundo iban a estar ausentes en la ronda un mil 999...
Según la cronista de Página 12 Nora Veiras, lo que allí
aconteció fue histórico. Un oficial de policía le dijo a Hebe que debía
irse de la plaza, y ella respondió que no se iría. El policía se
comunicó con su jefe:
Acá la señora me dice que no se va a retirar.
El jefe ordenó que cumpla la orden:
Dice mi jefe que se retire. Hebe respondió:
Traiga la orden por escrito y firmada. El jefe repitió al oficial:
La ley dice que se tiene que ir. Hebe dijo que ella no era abogada y no sabía de qué ley le hablaba. Y todo esto en medio de una multitud que coreaba:
¡Madres de la plaza, el pueblo las abraza!
Ese fin de semana, Hebe y las Madres viajaron a Mar del Plata para
estar presentes en un encuentro sobre comunicación y democracia. Pero en
la habitación del hotel donde se hospedaban se presentó un oficial con
un detector de explosivos. Sentada en su cama, Hebe le dijo:
Quédese tranquilo. La bomba soy yo y explotó el jueves pasado.
Días después, Cristina visitó a las Madres en su sede de Buenos Aires:
¿Cómo están, chicas? Les digo chicas porque Máximo me contó que cuando las vio el jueves pasado, ellos parecen viejos al lado de ustedes.
Al terminar el encuentro, la ex presidenta agregó: “Hebe me decía que
ella no se siente una heroína, y tiene razón, porque todas las madres
son heroínas cuando defienden a sus hijos… Discúlpenme los hombres, pero
si los hombres fueran los que tienen que parir, se hubiera extinguido
la humanidad… En aquella época tan dura, las únicas que se animaron
fueron ellas. Nadie se animó más que ellas”.
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