De
acuerdo a varios diccionarios catástrofe significa: “Suceso desdichado
en el que se produce gran destrucción y muchas desgracias con grave
alteración del desarrollo normal de las cosas. Una catástrofe aérea”. Y
usado de manera coloquial: “Cosa mal hecha, de mala calidad o que
produce mala impresión. Nuestra primera cita ha sido una catástrofe.
Sinónimos: desastre”.
En ninguna de las acepciones
puede entenderse qué pretendió decir Enrique Peña Nieto a los jóvenes
que recibió el viernes 12 en el salón Adolfo López Mateos, mientras
otros más no pudieron acceder porque la entrega del Premio Nacional de
la Juventud 2016 estaba programada para realizarse en la explanada
Francisco I. Madero de Los Pinos, pero la contingencia ambiental lo
impidió, pues implicaba arriesgarse a la crítica que en cualesquiera
casos es inevitable por esa propensión de los gobernantes y políticos de
manejarse entre los gobernados con la fórmula: “Yo o el desastre”, como
si fueran menores de edad o lo que es peor, súbditos, ahora que dos
madres angustiadas se hincaron ante el secretario de Gobernación para
implorarle ayuda para localizar con vida a sus hijos desaparecidos.
El
titular del Ejecutivo federal llamó a la juventud –38 millones según
José Manuel Romero Coello, director general del Instituto Mexicano de la
Juventud y destacado adulador de su jefe sexenal–, a “no dejarse
invadir por pensamientos y escenarios catastróficos”, y les aseguró que
su administración ha logrado romper barreras a través de cambios y
reformas estructurales que están abriendo “un nuevo camino para las
futuras generaciones”.
Frente a las “ideas
catastróficas” que no identificó ni mucho menos polemizó con ellas,
enarboló por enésima ocasión las reformas estructurales que constituyen
la nueva “ruta que está siguiendo el país” para tener “una nación más
próspera, con mayor bienestar para su gente”, por ello se trabaja para
que la juventud tenga un “escenario distinto del México que tuvieron
generaciones anteriores”.
Cambios con los que “Por
supuesto que enfrentamos resistencias en ésta y en todas las otras
reformas, porque, repito, es romper con barreras, es romper inercias,
con vicios, con modelos ya añejos que no estaban sirviendo”.
Resistencias
pues “quizá la marca que distingue al gobierno que me toca encabezar,
(es) el de romper paradigmas; romper los modelos que teníamos, que
estaban obstaculizando e impidiendo que pudiéramos avanzar y crecer a
mayor celeridad”, postuló Enrique Peña a 3.5 meses de que comience el
penúltimo año de su gobierno y el crecimiento económico nada más no
llega, el país persiste como en los últimos siete lustros en el
crecimiento mediocre de la economía, de 2.2 por ciento. Y hasta hoy con
todo y la ruptura de “paradigmas” y las santificadas reformas ni
siquiera se logra aquel porcentaje, pero siempre habrá causas exógenas
para justificarlo.
Y por supuesto que no faltó el
elogio a la madre de todas las reformas de un sexenio que no permite
prever un final tranquilo, a pesar de la “amnistía” que ofrece Andrés
Manuel López Obrador a los amos y señores de la corrupción y el
“compromiso de no encarcelar” a Peña Nieto si gana la Presidencia.
Razones
y sinrazones aparte, de los múltiples actores políticos, los agentes
económicos y organizaciones sociales que convergen con posiciones e
intereses propios en el conflicto magisterial, es justamente la muy
santificada reforma educativa, pero poco explicada y menos argumentada,
el tema que más polariza a los mexicanos.
Utopía 1715, 15-VIII-16
www.forumenlinea.com www.facebook.com/forumenlinea forum@forumenlinea.com @IbarraAguirreEd
No hay comentarios.:
Publicar un comentario