Carlos Bonfil
Fotograma de la película más reciente del director Gary Ross
Estados alterados. La cinta más reciente de Gary Ross, Lucha por la libertad, título convencional con que se elige remplazar en México al original inglés Free States of Jones, rescata
un episodio poco conocido de la Guerra de Secesión en Estados Unidos
relacionado con la insurrección de Newton Knight (Matthew McConaughey),
granjero blanco en el condado de Jones en el estado de Misisipi, en
contra de las fuerzas confederadas, por considerar que detrás del
conflicto racial que pretendía perpetuar los privilegios esclavistas, se
escondía en realidad una aguda desigualdad social que afectaba por
igual a campesinos blancos pobres y a los esclavos negros.
Basada en hechos reales, la película acude a imágenes de archivo para
dar un barniz documental al relato dramatizado, e incluso opta por algo
más arriesgado: transportar la acción, en la última parte de la cinta,
hasta los años 40 del siglo pasado para mostrar en un litigio de
tribunal la persistencia e irracionalidad del prejuicio racista. Lo que
comienza por una protesta de Knight en contra de un sistema que exentaba
del servicio militar a los terratenientes acaudalados poseedores de
veinte esclavos (la llamada Ley de los 20 negros), enviando a la
carnicería bélica a los hombres blancos más desfavorecidos, muy pronto
se convierte en una cruzada antiesclavista. En el medio muy intolerante
de la confederación secesionista, sugiere la película, al combatiente
rebelde que interpreta McConaughey –un renegado racial por antonomasia–
no se le condenó tanto por participar en una revuelta campesina en busca
de una mayor igualdad social, como por incurrir en el agravio mayúsculo
de solidarizarse moralmente con la raza negra, formar una familia con
una ex esclava, y ser el origen de una descendencia mestiza, misma que
por largo tiempo seguirá siendo perseguida y condenada en los juzgados
sureños donde la esclavitud había sido formalmente abolida.
El señalamiento de una polarización racial tan arraigada y vigente
décadas después de la guerra fratricida, y la peregrina sugerencia de su
evidente reactivación en la presente era de Donald Trump, ha sido
motivo suficiente para una recepción hostil de la película de Gary Ross
en los medios conservadores estadunidenses. Detrás de lo que pareciera
un rutinario filme de aventuras, con Newton Knight como un carismático
antihéroe con un credo liberal muy providencial y un pequeño ejército de
seguidores blancos y negros, menesterosos todos, movidos por la
indignación y el apetito de revancha, arriesgando los primeros la cárcel
y los segundos la horca, a lo que en realidad invita Lucha por la libertad es a una discusión sobre el legado muy vivo y los saldos desastrosos de una vieja tradición racista.
Al espectador no se le escatiman, desde la primera secuencia,
los aspectos más brutales de una guerra sanguinolenta (cuerpos mutilados
y vísceras expuestas, y los sanatorios improvisados donde campean la
desolación y la desesperanza); viene luego el relato heroico de la
resistencia de una minoría que crece y se fortalece al abrigo de los
pantanos inaccesibles para la tropa de los confederados. Una estrategia
de guerrilla desconcierta y enloquece al ejército superior que se siente
prematuramente derrotado desde dos frentes en apariencia distintos, el
adversario exterior que avanza incontenible anunciando, con Lincoln en
el poder, sus primeras victorias, y ese insidioso enemigo interno que
tiene como líder y profeta a la figura casi legendaria de Newton Knight,
acompañado de un cómplice negro, para un énfasis mayor, llamado Moses.
Cuando la emancipación de los esclavos parece conquistada, y el sur más
tradicionalista se repliega en el rencor que sobreviene a la derrota
militar, los negros recién liberados advierten, desilusionados, cómo
persisten la desigualdad y el sometimiento racial bajo otros nombres. Al
esclavo se le llama ahora
aprendizy así se le compra o se le secuestra, a conveniencia de los nuevos amos. Este paisaje social y este clima de desencanto la película lo presenta de modo elocuente. Si bien Gary Ross, realizador también de cintas comerciales como Pleasantville y Los juegos del hambre, no hila muy fino en su dramatización histórica, o en el diseño de los personajes secundarios, muy esquemáticos algunos, harto convencionales otros, lo que sí cabe destacar es la recreación del territorio exuberante y cenagoso en que se desarrolla la acción de los sublevados, y la fotografía de Benoît Delhomme y la actuación de McConaughey como sus aciertos cardinales.
Twitter: @Carlos.Bonfil1
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