Según informó
ayer el subsecretario de Fomento a las Micro, Pequeñas y Medianas
Empresas (Mipymes) de Tabasco, Jaime Córdova Castillo, más de 7 mil
trabajadores han sido despedidos de Petróleos Mexicanos (Pemex) en esa
entidad y en la vecina Campeche. El miércoles pasado el titular de la
Secretaría de Desarrollo Económico y Turismo local (Sedet), David
Gustavo Rodríguez Rosario, afirmó que si Tabasco ocupa el primer lugar
nacional en desempleo se debe a la disminución de actividades en esa que
fue hasta hace unos años empresa paraestatal.
Cabe recordar, como antecedentes, que durante 2015 Pemex eliminó 14
mil 694 plazas de trabajadores despedidos, jubilados o que optaron por
el retiro anticipado; que en ese periodo su plantilla laboral se redujo
casi en 10 por ciento; que para el actual tiene previsto eliminar otras
10 mil plazas y que en marzo pasado dejó sin trabajo a 139 ingenieros
petroleros, geólogos y geofísicos adscritos a Pemex Exploración y
Producción (PEP), los cuales habían sido contratados en el marco del
Programa de Reclutamiento de Talento con el que la empresa planeaba
renovarse y
prepararse para la competencia.
Mientras en Pemex tiene lugar esa mortandad laboral, el presidente de
la Asociación Nacional de la Industria Química (Aniq), Patricio
Gutiérrez Fernández, destacó que su sector ha sufrido en lo que va del
año una disminución de 20 por ciento de sus ingresos debido a la falta
de entregas por parte de Pemex de materias primas derivadas del crudo.
Se encuentra en una circunstancia crítica. “Esta situación –dijo el
empresario– ha generado un importante desabasto para nuestra industria
y, subsecuentemente, para las industrias a las que nuestro sector
provee, como la automotriz (…), la del cuidado personal, alimentos, el
campo, entre otras”. A modo de ejemplo, Gutiérrez Fernández subrayó que
la producción de derivados del metano y etano y aromáticos se redujo en
2016 en más de un millón 400 mil toneladas, a lo que debe sumarse una
disminución equiparable de enero a agosto del presente año. Para colmo,
dijo, mientras los bajos precios del petróleo han permitido ser más
competitivas a las industrias químicas de varios países, en el nuestro
no se presenta tal fenómeno y, por el contrario, algunos insumos incluso
han subido de precio.
La paradoja de una empresa energética sometida a una reducción
en grado de desmantelamiento mientras aumenta la demanda interna de sus
productos difícilmente puede entenderse si no es como resultado de una
política de deliberada destrucción, primero en forma del saqueo fiscal
al que se sometía a Pemex y después, tras la aprobación de la reforma
energética, en la modalidad de una contención y un achicamiento
orientados a abrir espacio para que competidores privados puedan
realizar negocios con los recursos naturales de la nación.
Tales políticas han tenido ya consecuencias trágicas e irremediables
para el desarrollo económico y la soberanía del país, y en la medida en
que no se revierta el empeño privatizador de la industria energética sus
efectos negativos se multiplicarán y agravarán: pérdida de empleos
–como lo ilustran las cifras de Pemex–, devastación social en diversas
regiones, pérdida de control del Estado en grandes zonas del territorio
nacional, disminución o extinción de la renta petrolera y creciente
dependencia energética, política y estratégica.
A contrapelo del discurso oficial, la terca realidad demuestra que la
reforma energética es un error grave que debe enmendarse cuanto antes.
El debilitamiento de Pemex –exponenciado por la entrega a manos privadas
de prospección, yacimientos, plantas, obras, refinación, transporte y
comercialización– debilita al país y a su economía y, en última
instancia, a las instituciones y a la gobernabilidad.
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