Pablo González Casanova
El sistema de dominación y acumulación en que vivimos -conocido como Capitalismo- tiene como atractor principal: la acumulación de poder y riquezas. En su comportamiento actual, para lograr sus fines el sistema emplea todos los modos de producción que lo precedieron. Combina el trabajo asalariado con el esclavismo, y uno y otro con el trabajo del siervo y con las nuevas formas de tributación y despojo, que hoy se ocultan en deudas impagables y réditos usureros, que los acreedores cobran con bienes y territorios por las buenas o por la fuerza.
A
los países endeudados, cuando les llega la hora de pagar y no tienen
con qué, los hacen acumular deuda sobre deuda y pagar más y más
intereses hasta que por fin los embargan y los obligan a desnacionalizar
y privatizar propiedades nacionales y estatales… es decir, los
despojan. Esa es la nueva acumulación primitiva o por desposesión en una
de sus muchas variantes. Todo ocurre en un conocido proceso por el que
los gobiernos deudores someten sus decisiones, su dignidad y sus
políticas a las corporaciones y complejos acreedores, que son quienes
realmente mandan.
Los políticos colaboracionistas
creen que ser un buen político es obedecer a esos que mandan, es
enriquecerse con los que mandan, y es llegar a ser como los que mandan.
Piensan que así es la vida, y hasta dicen y se dicen, que la historia
también es así, y que quienes no entienden los cambios actuales se están
aferrando a un pasado que ya no existe, y se ocultan los avances con
sus necios prejuicios.
Piensan también que en este
mundo, aunque no lo digamos, todos somos sinvergüenzas, pero que ellos
-los políticos distinguidos, y que mandan queramos o no- son más
inteligentes y eficaces que quienes los critican. Ganas tuvieran sus
opositores de ser como ellos. Así piensan.
Todo lo
anterior parecería anecdótico si no sirviera para darnos cuenta que la
crisis que vivimos es una crisis económica, moral, intelectual, política
y social. Es una crisis que abarca todas las actividades de la vida
humana, incluso las del conocimiento de lo que pasa y de lo que va a
venir en el mundo y el país, en que sus trabajadores de tierra, mar y
aire, sus campesinos, agricultores y mineros, sus comunidades indígenas y
no indígenas, sus sectores medios y sus juventudes, tendrán más
posibilidades de defenderse, y de ganar, si a una organización de
organizaciones sectoriales, regionales, fabriles, comunales, barriales,
añaden la organización desde abajo y con los de abajo de su voluntad
colectiva y personal; la organización de su conocimiento y del saber, la
organización de su conciencia para mejor lograr lo que los trabajadores
y los pueblos quieren, y para impulsar -lo que es fundamental- el
fortalecimiento y organización de nuestra moral de lucha, de nuestra
moral de cooperación, de compañerismo, y, también, de concertación de
voluntades tanto para resistir, como para luchar, y construir las
relaciones y estructuras de otro mundo posible y necesario en que, con
la democracia-como poder del pueblo- éste organice la vida y el trabajo
para alcanzar esa emancipación, esa libertad y ese respeto a las
diferencias de raza, edad, sexo, religión, filosofía, para las que la
humanidad dispone hoy de conocimientos y técnicas que consoliden la
emancipación humana, Si los sueños del pasado se quedaron en sueños -y
los sueños, sueños son-, hoy, con las técnicas de organización de que
disponemos y una fuerte moral colectiva, se pueden realizar, si no
cejamos en nuestra decisión de lucha y nos organizamos en redes, en
coordinadoras, en colectividades, en colectivos, en comités de fábrica,
de barrio, de calle y en otros enlaces presenciales y a distancia, que
constituyan un nuevo tipo de partido capaz de construir las bases de
otro mundo posible.
Hoy, podemos hacer que nuestra
lucha solidaria de pueblos y trabajadores viva ese paso de lo ideal que
se vuelve real. Sí se puede. Y aunque estemos en plena tormenta, o por
eso mismo.
La crisis en que vivimos es una crisis
que rompe muchas de las tendencias que se daban, en particular las que
buscan su solución dentro del actual sistema de dominación y acumulación
capitalista, con sus mentirosos actos caritativos, generosos,
humanitarios, y hoy, hasta dizque para salvar la tierra que ellos mismos
están con su entrañable codicia, destruyendo.
Las
grandes crisis de este sistema de dominación y acumulación movido por
el afán de poder, de riquezas y utilidades no sólo obedecen a que baja
la tasa de utilidades de las compañías, o a que hay problemas de
sobreproducción o de subconsumo. No sólo se deben a especulaciones de
unos cuantos banqueros que quiebran a miles de deudores, como la crisis
que se desencadenaron en 2008 y que sirvió de detonador de la que el
mundo todavía no sale.
Las crisis se producen
también deliberadamente por las corporaciones financieras para maximizar
su poder, sus riquezas y utilidades, para debilitar a los trabajadores y
hacerlos que pierdan sus derechos y bajen la fuerza de sus demandas y,
que hasta para comer se sometan a toda suerte de tiempos, ritmos,
riesgos, salarios de hambre, enfermedades seguras, y daños incurables.
Las
crisis provocadas, inducidas, sirven a la vez para que las grandes
corporaciones hagan negocios a costa de medianas y pequeñas empresas, y
hasta de países a lo que sacan fuera de los mercados nacionales e
internacionales, o a los que entre deudas, presiones y colusiones
someten, suplantan o integran a sus propias compañías privadas, -como es
el caso del petróleo mexicano-, o de inmensas regiones del territorio
nacional que pasan y pasarán a ser “enclaves coloniales”. Las crisis
inducidas se enfocan también contra los servicios públicos que los
grandes capitales quieren privatizar a toda prisa, o en incesantes
acometidas, como ocurre con las universidades, los hospitales, las
pensiones… y con la educación toda, que buscan desmoronar para
transformarla en negocios de unos cuantos. En los servicios públicos
codiciados incluyen hasta las pensiones y jubilaciones y el conjunto de
la seguridad social. Todas esas actividades en vez de ser una carga
fiscal aumentan sus haberes y poderes. Así como patrones de la educación
forman estudiantes mental y materialmente eficaces y eficientes para
los servicios que requieren, y como patronos de los hospitales estimulan
tratamientos y medicamentos que duran tanto como lo que permiten los
recursos y seguros de los clientes…
Empeñados en
tan fieros empeños, los grandes patrones ni por asomo piensan en las
personas a las que despojan y ponen en la calle, sanos o enfermos, y que
de la noche a la mañana se quedan sin recursos para sus gastos
elementales de salud, educación, pensiones, producción, comunicación,
servicios, alimentación y hasta de agua para beber. Es más a quienes se
vuelven vendedores de la calle, cuidadores de automóviles, boleros,
plomeros, relojeros les quitan sus trabajos con persecuciones de la
policía o con productos que ya no tienen compostura, o que “compactos”
salen de las grandes fábricas y cuando una pieza no sirve se van a la
basura.
La variada ofensiva afecta a grandes y
pequeños países, campos y ciudades, montes y lagos, ríos y mares, suelos
y subsuelos, lo cual significa una creciente disminución de los empleos
y de las fuentes de trabajo, medidas a las que acompañan con
macropolíticas de represión y corrupción que no sólo incluyen la
violación de los derechos nacionales sobre el territorio, la población,
la soberanía, sino los derechos humanos que ellos mismos dicen defender y
que de por sí ya están muy limitados.
Entre sus
agresiones destaca el incesante ataque a los derechos agrarios de las
comunidades, y el despojo por narcos y mafiosos de los recursos y las
tierras de ejidatarios, comuneros y pequeños propietarios. La ofensiva
no sólo incluye los derechos sociales y los de agricultores y campesinos
sino los derechos sindicales, y los derechos ciudadanos… Es más a la
devaluación de la moneda, a la inflación creciente que prepotentemente
juraron controlar, añaden la congelación de salarios en moneda y
especie, o en servicios y mercados antes subsidiados y hoy desaparecidos
o por desaparecer a favor de la megaempresas que todo lo producen y
todo lo venden hasta las semillas de que la vida no nace, y los remedios
que desatan pandemias.
Mientras eso y más ocurre
-y al mismo tiempo- los hacedores de tanto daño, y que a tantos dañan,
se pasean y pavonean haciendo como que son grandes señores, respetables
funcionarios, responsables y seguros empresarios, eficientes y eficaces
hombres de Estado. A su pública apariencia añaden un doble teatro que
también pone en crisis la realidad… desapareciéndola… ¡La realidad no
aparece!
De un lado si el éxito de la dominación
en crisis se debe a la cooptación y colusión de cuadros y clientelas
subordinadas y subrogadas que circulan a través de todo el sistema
gubernamental abierto y encubierto, de otro se debe al arte maravilloso
de la televisión, de la propaganda a la sociedad de consumo, combinada
con mezclas, alianzas y amalgamas de una macropolítica de corrupción y
represión que funciona desde los grandes mandos de la globalización
neoliberal y “desde la sombra” hasta los gobiernos y grupos criminales
abiertos y encubiertos que juegan sus respectivos papeles entre
autonomías y sujeciones, entre soberanías y servidumbres, amalgamadas o
coludidas…. Con razón muchos autores no sólo hablan de una crisis del
capitalismo sino de una crisis de la civilización.
Algo
de eso es lo que está pasando aquí y en el mundo que domina el complejo
empresarial-militar-político y mediático de Estados Unidos y de la
Unión Europea, con sus redes de aliados, socios y subordinados de una
globalización que se distingue de la política imperialista anterior, por
lo menos en dos terrenos: Uno consiste en que más que dominar a los
Estados-Nación desde un centro rector, las sedes imperiales están
organizando una burguesía global, cuyos enlaces consolidados reciben el
apoyo necesario para enriquecerse y acumular, siempre que del ingreso
nacional total, las corporaciones se queden con la mayor parte. A esas
medidas que organizan la lucha de clases global, quienes de veras mandan
añaden otras por las que regularmente dominan a sus socios periféricos.
Consisten éstas en darles “luz verde” en la corrupción y la represión,
una corrupción y represión de las que se benefician en grande las
Metrópolis y que la banca mundial oculta, cuando en realidad son ellas y
ella quienes hacen del narcotráfico y el terrorismo uno de los
principales negocios del “enlace globalizador” de las corporaciones
financieras, armamentistas, mineras, agroindustriales, constructoras, y
de los variados servicios que les dan para la construcción de
infraestructuras y meganegocios en las ciudades y territorios de la
periferia, al tiempo que los gobiernos nativos adquieren cuantiosas
deudas interiores-exteriores, que no destinan al desarrollo del país,
sino a la importación de materiales y productos que los prestamistas
producen y de que se deshacen en ventas negociadas para el descomunal
enriquecimiento y la buena marcha de las corporaciones y sus deudores.
La creciente deuda externa no se emplea así para adquirir bienes de
producción que les hagan competencia en medio de la crisis sino para la
adquisición de bienes de consumo que las corporaciones no tienen a quien
vender.
A tan nuevas y renovadas medidas se añade
otra más que es importante señalar y es la que concierne a la
organización global de la lucha de clases, que corresponde a la
impresionante novedad de los llamados “golpes de estado blandos”
aplicados sobre todo contra los llamados “gobiernos progresistas” o “de
izquierda”. En la lucha global de clases se usan, con beneficios sin
cuento, los vínculos entre el crimen organizado y el gobierno local,
asesorado e informado éste por el gobierno global y apoyados
abiertamente por las burguesías nacionales. En la lucha se combinan las
guerras “internas”, reales, con las virtuales, con o sin uso de los
militares, y mediante la combinación de la inflación con el desabasto,
de la publicidad y la propaganda con los agentes provocadores… La
novedad prevaleciente se basa en el uso de las contradicciones de clase
de pueblos y trabajadores que tiran a los gobiernos progresistas con el
apoyo del poder legislativo y el judicial y a veces con el del segundón
en el poder ejecutivo, todo en medio de un ejército que defiende el
orden legal existente... La globalización es otro imperialismo, muy
otro, en Occidente y también en Oriente; en el neoliberalismo de aquí y
en el estatismo no menos sofisticado de allá.
En
cuanto a los gobiernos que luchan eficaz y eficientemente en las redes
de lo socios comprometidos y leales, la globalización neoliberal apoya
su fidelidad siempre que le den más y más de lo que les piden o que no
incurran en desobediencias. En ambos casos se les amenaza con
denunciarlos y, si es necesario, cuando ya no le sirven, las propias
corporaciones y complejos apoyan las denuncias de latrocinios y
crímenes, y les aplican los calificativos de “gobiernos fallidos” o de
“gobiernos canallas”. Así es el arte de gobernar “eficientemente”, así
se ejerce una llamada “democracia” que ha sido privatizada por las
grandes corporaciones y utilizada por clase política para ocupar puestos
jugosos de elección popular y disponer de las ventajas y concesiones de
que se sirven sus jefes políticos y clientelas.
En
México el sistema político, con sus sindicatos y organizaciones del
antiguo sector popular, obrero y agrario actúa en un mundo
fantasmagórico en que las mutuas acusaciones de corrupción o violencia
criminal, individual y colectiva, generalmente son inconsecuentes, y
“allí quedan” -en meras denuncias-; mientras los partidos políticos, a
más de sus luchas internas y de sus alianzas desideologizadas entre los
que se dicen de derecha o de izquierda, más que presentar y defender un
programa alternativo socialdemócrata, o reformista, o que retome como
programa la Constitución que ya se deshizo, se dedican a acusaciones
personales de latrocinios, crímenes, y flaquezas, con un agravante más:
que cuando presentan un programa para la solución de los problemas
nacionales y sociales, su candidatos, una vez elegidos casi siempre se
olvidan de las promesas, y muestran, con variados tonos, su pobre y
elocuente deterioro moral.
En medio de tan grave
situación se dan dos circunstancias a nivel mundial que hacen cada vez
más necesaria la organización de los pueblos y los trabajadores: la
amenaza a la vida en la tierra si el capitalismo subsiste, y el horror
sistémico que vive la humanidad con la actual organización del trabajo y
de la vida.
Para la solución de todos esos
problemas y para el establecimiento de una democracia desde abajo y con
los de abajo, el papel de los trabajadores va a ser crucial y a su
presencia como actores fundamentales de la emancipación quiero dedicar
unas palabras finales, a reserva de referirme en otra ocasión al
reciente Congreso Nacional Indígena y del EZLN con su extraordinario
acuerdo de consultar a sus comunidades sobre la posibilidad de librar la
lucha electoral con todos los mexicanos que se sumen al proceso
emancipador, y que para ello funden el poder del pueblo mexicano. Los
trabajadores cumplirán en éste y en todos los proyectos emancipadores un
papel fundamental para su organización y éxito.
De
hecho, todos los problemas referidos incluyen la presencia activa de
los trabajadores en su sentido más amplio, que es el correcto y, al
mismo tiempo hay otros problemas que directamente les conciernen y de
que me gustaría hablar, así como, de los retos que se les presentan para
una organización y una lucha que puedan hacer de la clase obrera y del
pueblo trabajador, uno de los actores que con su vanguardias construya
la democracia, es decir, la soberanía del pueblo sobre la de monarcas,
oligarquías, burocracias y corporaciones.
La
crisis está afectando en el mundo y en nuestro país a los trabajadores
como a la inmensa mayoría de los seres humanos y amenaza con afectarlos
como a todos los seres vivos y al planeta tierra. Esto es
científicamente exacto. Pero por lo que se refiere a los trabajadores,
algunos datos y cifras pueden ser muy ilustrativos, y son esenciales
para darnos cuenta de la urgente tarea de organizarnos y de las mejores
formas de hacerlo.
Empleo un estilo telegráfico
para dar cuenta de algunos. Según la Organización Internacional del
Trabajo 25 millones de personas son víctimas de trabajo forzado. Según
la “Walk Free Foundation” el número de esclavos en México es de 376,800
personas. Los peligros de desempleo por la robotización y el uso de
nuevas tecnologías y de “sistemas inteligentes” varían en las distintas
regiones y en una misma región. El riesgo de la automatización del
trabajo en los países de la OCDE alcanza 9%. Parece estar subestimado…
Una investigación de la Universidad de Oxford calcula que los trabajos
en alto riesgo de perderse alcanzan al 47% en Estados Unidos. En todos
estos casos se habla de trabajos que pueden ser automatizados en una
década o dos. La mayoría corresponden a transportes, labores de
producción y también de trabajo administrativo y de oficina. Otra
amenaza más se refiere a los desplazados por la violencia, que según el
Consejo Noruego para refugiados en México llegan por lo menos a 281,400
internos con unos que son masivos -es decir de 10 o más familias-, y en
que destacaron 15 estados. De 2007 a 2011 se estima que pasaron a
Estados Unidos ll5mil personas de las 254 mil que querían entrar sólo en
Ciudad Juárez. Como la ayuda a los campesinos ha sido totalmente
abandonada de acuerdo con la política neoliberal globalizadora
11millones trescientos mil mexicanos se encuentran en la extrema
miseria, cifra proporcionada por Consejo Nacional de Evaluación de la
Política de Desarrollo Social, el CONEVAL. Entre trabajadores,
periodistas, estudiantes, líderes comunales y muchos otros, como
víctimas se registran más de 100, 000 homicidios intencionales de 2006 a
2012, según el Informe Especial de la ONU sobre ejecuciones
extrajudiciales, sumarias o arbitrarias. Según cifras estimadas de
organizaciones de la sociedad civil el promedio anual de migrantes
indocumentados que ingresa a México puede llegar a 400 mil. Y hay
migrantes que llegan de Asia, África, el Caribe, Sudamérica, que tratan
de pasar a Estados Unidos como indocumentados por ciudades del Este y el
Oeste. La emigración actual es inmensa; la del futuro tiende a ser
mayor.
No puede uno ignorar que todos estos datos
son muy “incómodos” para los ricos y los poderosos y para quienes los
encubren y ensalzan, o simplemente, no quieren oír nada del mundo
desagradable. Pero son muy importantes para quienes creemos que otro
mundo es posible y luchamos poco o mucho para que hasta lo que parece
imposible sea posible como decía aquél letrero del 68. Y querríamos
terminar este recuento refiriéndonos a los jóvenes que son quienes van a
vivir en el futuro inmediato como trabajadores manuales e
intelectuales. Sobre todos ellos pesa el peligro de la privatización de
escuelas y universidades. Al conflicto magisterial que la llamada
reforma educativa alentó se añaden crecientes daños y amenazas a las
escuelas y universidades públicas. En ambos niveles, niñez y juventud
viven problemas que parecen identificarse con una política expresa -y no
sólo indirecta-de desarrollo del subdesarrollo. No debemos nada más
enfrentar esa política sino acrecentar las fuerzas de pueblos y
trabajadores y de las organizaciones que con ellos y para ellos luchan
por otra organización del trabajo y de la vida.
Ser
trabajador es ser obrero, campesino, empleado, profesor, ingeniero,
médico, abogado, y profesionista en el uso de las manos y la
inteligencia. Si en los trabajadores productivos se encontró por la
teoría crítica al protagonista de la emancipación, la historia fue
mostrando varios hechos significativos que es necesario llevar a la
conciencia y a la acción. Uno de ellos es que a los trabajadores de la
producción industrial se tienen que añadir hoy los de la agricultura,
los de las comunidades, los desplazados, los sin papeles y también los
de la distribución, los transportes y servicios, así como los
trabajadores que viniendo de las clases subalternas y de los sectores
medios viven en carne propia y en su conciencia, la irracionalidad de un
sistema dominado por quienes están enfermos de poder, utilidades y
riquezas, a tal grado que se ocultan el estado universal de barbarie y
de inmoralidad que el sistema dominante impone, amenazando hoy la
existencia de la propia vida de sus beneficiarios y la de sus
descendientes, hechos todos que no son producto de mentes deprimidas a
las que acusan de catastrofistas, sino de quienes, junto con los pueblos y los trabajadores organizados en su moral de lucha, de cooperación y de compartición, lidiaremos y venceremos.
19/10/16
- Pablo González Casanova es Ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Texto presentado en el Foro Público: “Crisis Global y Nacional: Las Perspectivas Estratégicas de L@s Trabajador@s”.
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