Uno de los desafíos que dejó el ENM de
Rosario es aunar nuestras voces y generar estrategias regionales que
superen el encuentro anual de mujeres, trans y travestis en lucha contra
el patriarcado. Por eso, la Mesa de Feministas del Abya Yala en
Resistencia, que funciona desde hace nueve años en los Encuentros, es de
vital importancia para escucharnos, intercambiar contenidos y planes de
lucha que nos mantengan conectadas y en alerta en toda Latinoamérica.
Año a año, los Encuentros Nacionales de
Mujeres van creciendo hasta desbordar las fronteras impuestas a nuestros
pueblos por la colonización. Se “desborda” la frontera “nacional” hacia
la experiencia de un continente en cuyos territorios nos levantamos,
como guerreras de la vida. Se “desborda” la frontera delimitada por la
lógica de la heteronormatividad. Mujeres, lesbianas, trans, travestis,
que desde hace más de cinco siglos hemos sido invisibilizadas, negadas,
borradas de la historia; nos “aparecemos” por miles, cambiando la
historia, haciendo que la vida ya no pueda ser pensada ni sentida sin
nosotras. Nos reconocemos en la disidencia frente a los mandatos del
patriarcado sobre nuestros cuerpos e identidades.
La fuerza nace de la magia de mirarnos
llegar, ocupar las calles, pintar las paredes con nuestros dolores y
sueños. Desde esa energía cuestionamos la vida cotidiana, las
instituciones patriarcales, nuestras propias creencias, las
organizaciones de las que somos parte, el lenguaje, la estética, las
religiones, la Academia, revolucionando nuestras revoluciones. Sentimos
la fuerza de nuestro poder colectivo, y corremos los límites que nos
pretenden marcar los machos violentos, que creen que el terror tiene la
última palabra. Ya no. Entre lágrimas nos reímos, porque sabemos que
somos nietas de las brujas que no pudieron quemar… pero también somos
hermanas, madres, hijas, compañeras, de las mujeres, las lesbianas, las
travestis y trans asesinadas por la violencia patriarcal. “Nos tienen
miedo porque no tenemos miedo”, cantamos como conjuro, y fortalecemos
las redes que dicen que “si tocan a una, tocan a todas”.
La noticia vuela. Desde distintos
rincones del continente llegan compañeras que no quieren quedar afuera
de la fiesta. Colombianas, paraguayas, bolivianas, uruguayas, chilenas,
mexicanas, peruanas, brasileñas, venezolanas, centroamericanas,
argentinas, marcan en su calendario la fecha del Encuentro, y llegan.
Hay una cita que funciona hace 9 años en el marco del Encuentro: la Mesa
de Feministas del Abya Yala en Resistencia. Somos feministas que
hacemos ejercicios de autonomía, autogestión, autodefensa, soberanía
alimentaria, defensa de los territorios, salud, comunicación y educación
popular, redes contra las violencias, producciones gráficas, talleres
de poesía, fútbol. Feministas populares que andamos con nuestras
ancestras para todos lados, y bordamos nuestra rebeldía en mantas
coloridas, que nos acompañan en celebraciones en las que se teje una
espiritualidad rebelde y gozosa, donde las revoluciones más distantes y
las más íntimas tienen su lugar.
La primera vez fue en Neuquén, en el
2008. En esa oportunidad, nos acompañó la activista Piedad Córdoba Ruiz,
quien llegó a buscar solidaridad de las mujeres latinoamericanas para
la lucha por la paz en Colombia. Desde el 2009, tuvimos la presencia de
compañeras hondureñas, que denunciaron el golpe de estado, frente a la
perplejidad de quienes creían que había pasado el tiempo de las
dictaduras, de rostro militar o civil. En el 2011, Berta Cáceres, líder
del COPINH (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de
Honduras) llegó al Encuentro de Bariloche. Ahí nos habló largamente de
las batallas del pueblo lenca en defensa del territorio, los ríos, los
bosques, la vida de las mujeres y el cuidado de la naturaleza. En 2012,
se hizo fuerte la presencia de hermanas de Paraguay. Venían a denunciar
un nuevo golpe de estado en el continente. Este año recibimos a las
compañeras de Brasil. Constatamos que los golpes de estado siguen siendo
modos de control del capitalismo patriarcal y colonial. Muy fuerte
volvimos a gritar la consigna creada por las hondureñas: “Ni golpes de
Estado, ni golpes a las mujeres”.
En esas Mesas Latinoamericanas no
faltaba jamás el vozarrón de Lohana Berkins, hablando o cantando
consignas, haciéndonos reír, agitando. Compartimos las peleas por su
derecho a participar como travesti, dando lecciones sobre lo complejo de
confundir al feminismo con un destino determinado por la biología. Este
año la mesa latinoamericana comenzó pensándola, sintiéndola, y
contándole que ahora el taller de las travas reunió a cientos de
compañeras organizadas, que continúan esa lucha. También llamamos a
Diana Sacayan, activista travesti, asesinada un año atrás, cuando la
esperábamos en el Encuentro de Mar del Plata, para el cual había pintado
su cartel: “Travajo ya”. A ella le dijimos que seguimos exigiendo
Justicia frente al brutal travesticidio, sabiendo que al hacerlo nos
comprometemos a luchar por justicia para todas las travas que siguen
siendo asesinadas. Invitamos a que llegue con nosotras Berta Cáceres,
asesinada el 2 de marzo en Honduras, y fuimos nombrando y convocando a
quienes nos faltan tanto pero están, y son parte del bordado de nuestras
rebeldías.
Tejiendo redes
Las mesas de Feministas del Abya Yala
son citas para tejer solidaridades. Nuestro corazón latió fuerte cuando
la compañera kurda Dilan Bozgan denunció la guerra de ISIS contra las
mujeres, y nos llamó a la solidaridad con la que definió como una
revolución “de las mujeres, para las mujeres”.
Las lágrimas y las sonrisas fluyeron por
más de dos horas, amplificadas por la Radio Feminista, que realizó un
gigantesco y colectivo esfuerzo de comunicación. Liliana Daunes leyó el
documento que expresa nuestros acuerdos de lucha común contra el
colonialismo, el patriarcado y el capitalismo. Colectivas feministas que
participan del Frente Darío Santillán y Corriente Nacional, el
Movimiento Popular La Dignidad, ATE y CTA Autónoma, Pañuelos en
Rebeldía, Feministas al Oeste, las Azucenas, la Cátedra Libre Virginia
Bolten, la Marcha Mundial de Mujeres –entre muchas otras– expresamos en
el documento: “El grito de ‘Ni una menos’ avanza ganando corazones y
conciencias en nuestro continente… Desnaturalizar la violencia histórica
contra nuestros territorios cuerpo y territorios tierra, es una acción
no de élites, sino de mujeres del pueblo movilizadas, ocupando las
plazas, las calles, las paredes, las escuelas, los medios de
comunicación, las universidades, los barrios. Enfrentar la violencia en
las casas, de manera solidaria, nos exige romper el silencio. Denunciar
fuerte que una gran parte de las violencias comienzan entre las cuatro
paredes de las casas, donde es habitual el abuso sexual infantil, y se
naturalizan diversas formas de agresión a lxs niñxs. Es necesario para
enfrentar estas violencias, llevar el debate también a los movimientos
populares de los que somos parte, para terminar con la lógica que
escinde lo público de lo privado, y para que la lucha antipatriarcal no
sea proclama sino práctica concreta de nuestros colectivos y
organizaciones”. Después de la mesa, en un encuentro de las feministas
latinoamericanas con las compañeras que impulsan el “Ni Una Menos”,
acordamos promover para el 3 de junio de 2017, un “Ni Una Menos
latinoamericano”.
Mariana Britos, de la Asamblea de
Mexicanxs nos decía al regresar: “Como mexicana, donde en mi país son
asesinadas siete mujeres al día, este fin de semana me llena de
esperanza. La mesa de latinoamericanas me permitió ver las
especificidades de la opresión patriarcal en cada región de Nuestra
América, pero también ver las cosas que hay en común, así como reafirmar
la convicción de que es una necesidad vital que América Latina sea toda
feminista, como dice la consigna. Hay que celebrar la cantidad de
mujeres que salimos a marchar, a poner el cuerpo, habitar las calles,
alzar la voz, para hacer visible que no somos una ni cien, sino miles
las que estamos movilizándonos para combatir al patriarcado”. Chana
Boekle, feminista salvadoreña, nos informaba que “En El Salvador el
aborto tiene una pena máxima de ocho años, pero en la práctica las
mujeres son juzgadas por homicidio agravado, por haber ‘asesinado’ a su
hijo, enfrentando penas de hasta 40 años en cárceles, que recaen siempre
sobre las mujeres de las clases más bajas. Tuvimos 17 mujeres presas,
cumpliendo condenas de entre 20 y 40 años, todas por abortos
espontáneos. Mujeres que llegan al Hospital y se despiertan esposadas y
presas. Ahora un diputado del partido ARENA, Ricardo Velásquez Parker,
introdujo una propuesta de reforma legislativa para aumentar los años de
penas por aborto a 50 años. Es una muerte en vida”. Paola Piedrahita,
del Congreso de los Pueblos de Colombia, afirmaba: “Las mujeres
colombianas nos rodeamos de la fuerza del feminismo popular
latinoamericano, para decir que en Colombia la paz con justicia va, pero
en pie de lucha, sostenidas por esta solidaridad continental. Vamos por
un ‘Ni una menos latinoamericano’. Porque vivas y libres nos queremos”.
El feminismo popular es indígena,
campesino, de trabajadorxs, de los barrios. Es un feminismo de
migrantes, de mujeres que trabajan de sol a sol, en trabajos invisibles.
Bernarda Pesoa, de CONAMURI (Coordinadora Nacional de Mujeres Rurales e
Indígenas) de Paraguay, nos contaba antes de volver a su país: “La
experiencia fue muy linda. Participamos en el taller de ‘Mujeres y
Pueblos Originarios’, donde se discutió sobre el territorio indígena en
Argentina, Paraguay y Bolivia. Hicimos la denuncia de lo que está
sucediendo con el desalojo de la comunidad Sauce del pueblo ava guaraní.
También fuimos al taller sobre las políticas del cuerpo, donde hablamos
de cómo nosotras podemos valorarnos como mujeres. Analizamos el acoso,
la violencia que pasamos como jóvenes y adultas. Para mí fue muy
impactante”. Francis Monterola, de la Escuela de Feminismo Popular,
identidades y sexualidades revolucionarias de Venezuela, nos cuenta:
“Para las mujeres indígenas y negras, no había ningún lugar en mi país
hasta la Revolución Bolivariana. Por eso la defendemos. Uno de los
grandes desafíos es enfrentar la guerra económica y el avance de la
derecha sobre nuestros cuerpos”. Relata que como parte de la guerra que
la derecha hace contra las mujeres, provoca la falta de alimentos, y de
anticonceptivos. “La idea es sacarnos a las mujeres del espacio de
participación política que no dio la revolución. Nuestro desafío es
sostenernos, y crear la comuna antipatriarcal, socialista, como germen
de la revolución que estamos realizando como pueblo”.
Las Feministas del Abya Yala fuimos
parte de la mesa convocada por la Marcha Mundial de Mujeres (MMM), que
promueve junto a otros movimientos populares una Jornada Continental por
la Democracia, contra el Neoliberalismo, para el 5 de noviembre. Nalu
Faría, de la MMM de Brasil, nos decía: “Este encuentro nos muestra cómo
construir un feminismo amplio, masivo, presente en todos los momentos de
la vida. El gran desafío es cómo desde nuestras diferencias construimos
una agenda común en la que todas las mujeres se sientan reconocidas”.
Nalu marcó el carácter misógino del golpe de estado en Brasil. “Una de
las herramientas más fuertes para construir el golpe en la sociedad, era
la misoginia. Con un mensaje perverso, que decía que los varones tienen
poder y tienen el acceso a los cuerpos y la vida de las mujeres. Por
eso oponen la imagen de Dilma a la de la mujer de Temer, una mujer
‘recatada’, diciendo que las mujeres tenemos que estar bajo el mando de
un hombre, de un marido. La única manera de enfrentarlos es con nuestra
lucha, con nuestra capacidad de organizarnos y no callarnos. De decir
fuerte, que ‘sin feminismo no hay socialismo’.” Beth Cerqueira, del
Movimiento Sin Tierra de Brasil, afirmó que va a llevar la experiencia
vivida a su país: “Estoy energizada, y vuelvo con la idea que tenemos
que hacer un encuentro como éste en el Brasil. El patriarcado, el
capitalismo, las derechas, están provocando un retroceso. Necesitamos
más espacios de diálogo, conspirar más. Estoy segura que es posible
internacionalizar este encuentro”.
Otro tema conversado, fueron los modos
de “cuidar a las defensoras de los territorios”. Luna Contreras,
feminista llegada desde el Perú, compartía que allí están debatiendo “la
vulnerabilidad de mujeres como Máxima Chaupe. Un desafío ‘es encontrar
modos comunitarios de asumir la defensa, ya que la individualización nos
está golpeando’. …Decía sobre el impacto del encuentro: “Estoy
emocionadísima de ver cómo estos encuentros feminizan las ciudades, las
llenan de energía creativa, de alegría, de nuestras voces, de nuestras
demandas, de nuestras danzas”. En el mismo sentido, la hondureña Daniela
Galindo afirmaba, recordando la represión frente a la Catedral, y con
el gusto a los gases todavía en la garganta: “Nos provocaron para que
fuéramos violentas, intentaron que nos fuéramos tristes. Pero sus
estrategias no son las mismas que las nuestras. Es más grande y más
fuerte el saber que éramos miles gritando juntas ‘Basta de patriarcado’.
El saber que Berta estuvo entre nosotras”.
Los Encuentros Nacionales de Mujeres
rehacen los espacios que ocupan en clave crítica. Los pañuelos verdes
son señal de identidad. Las escuelas se abren para dar clases de
feminismo, en los talleres y en los alojamientos colectivos. Las plazas
se festivalean. Movilizaciones grandes y pequeñas se cruzan como
pequeños arroyos, ríos y en un momento se vuelven una marea violeta y
verde. Una frase de la costarricense Alina Cedeño sintetiza así lo
vivido: “Un mar de mujeres en luchas y resistencia, con la intención de
exigir nuestro derecho a vivir en paz”. “Fue como abrazar la inmensidad,
y saberse acompañada”.
Nuestro desafío ahora, será cuidar la
fuerza y la unidad de los encuentros, frente a los debates que nos
atraviesan. Ser inteligentes y creativas, para no reproducir las
políticas patriarcales que históricamente buscan fragmentarnos. Porque
con vida nos queremos, nuestro desafío ahora es cuidar el mar, y la
inmensidad.
Artículo publicado originalmente en Página 12
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