Alejandro Nadal
La humanidad está en el umbral
de un fracaso de proporciones colosales en su intento por mantener el
calentamiento global en un nivel moderado. Si se quiere evitar que el
cambio de la temperatura mundial alcance una cota superior, lo que
llevaría a un desastre de dimensiones cataclísmicas, se requiere que
todas las economías del mundo apliquen medidas sin precedente para
reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Es la principal
conclusión del informe especial del Panel Intergubernamental sobre
Cambio Climático (IPCC) dado a conocer el pasado 6 de octubre. El IPCC
es el brazo científico de Naciones Unidas sobre el tema del
calentamiento global.
El informe especial del IPCC se concentra en los efectos de un
calentamiento global de 1.5 grados centígrados sobre los niveles
preindustriales. El Acuerdo de París lo considera un nivel moderado, muy
por debajo de la meta de 2 grados que se considera objetivo alcanzable
si todos los países cumplen sus promesas para reducir las emisiones de
gases de efecto invernadero (GEI). Desgraciadamente, los datos para 2017
muestran que las emisiones han seguido aumentando.
En 2006 se publicó el informe Stern, en Inglaterra, sobre la economía
del cambio climático. El análisis fue por encargo del Tesoro británico y
fue bien recibido por la mayor parte de los expertos sobre cambio
climático, pero no así entre los economistas del medio académico.
Una de las principales conclusiones del informe Stern era que se
necesitaban inversiones cuantiosas para mitigar los futuros daños del
calentamiento global.
En el futuro, el impacto negativo del calentamiento global podría
alcanzar entre 5 y 20 por ciento del PIB. Por tanto, era importante
aplicar medidas para reducir las emisiones de GEI, ya fuera mediante un
impuesto sobre las toneladas de carbono emitidas o vía un (muy
controvertido) mercado de cuotas transferibles o algún otro mecanismo
que penalizara las emisiones de GEI.
El mensaje central era: es necesario incrementar los precios del carbono para reducir las emisiones de GEI.
La estimación de daños que hizo el informe Stern para los perjuicios
en el futuro fue considerada por muchos economistas como una exageración
que buscaba justificar el monto de las inversiones necesarias en la
actualidad para mitigar los daños futuros. Así fundaba Stern su
conclusión de que las emisiones de GEI debían reducirse drástica e
inmediatamente.
Un día de noviembre en 2009, el economista William Nordhaus (de la
universidad de Yale) escribió una nota a su colega Nicholas Stern, en
Londres, autor del informe que lleva su nombre. En el mensaje, Nordhaus
señalaba a Stern que su trabajo se había adelantado unos 50 años. Y no
era un elogio. Nordhaus estaba decididamente en el bando de los
académicos que criticaron la metodología y las principales resultados
del informe Stern. Quizás dentro de 50 años, bromeaba Nordhaus, las
conclusiones a las que llegaba Stern podrían justificarse, pero no
ahora.
Ayer recibimos la noticia de que William Nordhaus ha recibido el
premio Nobel por sus trabajos sobre la economía del cambio climático. Es
irónico que casi el mismo día que se anunció este premio se hubiera
dado a conocer el informe especial del IPCC. Para este economista, la
principal falla del informe Stern era que al utilizar una tasa de
descuento muy baja justificaba la necesidad de realizar grandes
inversiones para reducir las emisiones y mitigar los efectos del cambio
climático.
Un ejemplo permite aclarar por qué la tasa de descuento es el número
más importante en la economía del cambio climático. Supongamos que se
van a necesitar 100 millones para indemnizar a las generaciones futuras
por los daños que estamos provocando con el cambio climático. Tendríamos
que depositar cierta cantidad hoy en el banco para obtener esos 100
millones en unos 60 años. ¿Cuál es la suma de dinero que necesitamos
poner hoy en el banco si quisiéramos obtener 100 millones dentro de 60
años? El valor presente de esos 100 millones con una tasa de descuento
muy baja, digamos de uno por ciento, es de 55 millones, pero si la tasa
es de 3 por ciento sólo necesitamos 17 millones, porque esa tasa de
interés compuesto alta es lo que va a realizar el trabajo de obtener los
100 millones dentro de 60 años.
El informe Stern considera que la tasa de descuento debe ser de 1.4
por ciento, pero Nordhaus considera que debe ser más cercana a 3 o 4 por
ciento, porque debe estar cerca de las tasas comerciales y de
equilibrio de largo plazo. Aquí el flamante premio Nobel patina, porque
las decisiones sobre inversiones de interés público relacionadas con el
cambio climático no pueden equipararse a las de las inversiones privadas
en el sistema financiero. En síntesis, para Nordhaus las inversiones
que hoy se requieren para mitigar el daño futuro son modestas. Su
conclusión va radicalmente en contra de lo que recomienda con un grito
de emergencia el informe especial del IPCC.
Twitter: @anadaloficial
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