Dicha asociación fue creada por el exgobernador de Coahuila y
exdirector de Pemex, Rogelio Montemayor Seguy, economista excluido de la
élite tecnócrata, acabada su carrera política por ser protagonista del
escándalo conocido como “Pemexgate”, de triangulaciones millonarias de
la entonces paraestatal al sindicato petrolero para de ahí, financiar la
campaña presidencial de Francisco Labastida.
Miembro de una influyente familia en el norte de Coahuila, Montemayor
era un estereotipo del tecnócrata. Estudió economía en el Tec de
Monterrey, maestría y doctorado en la Universidad de Pensilvania, donde
fue adjunto de Lawrence Klein, el Nobel de Economía, creador de las
herramientas econométricas para predecir tendencias.
Luego de ocupar diferentes posiciones en el gabinete económico, llegó
al INEGI en sustitución de Pedro Aspe, presidiendo el organismo de 1985
a 1988, año este último en el que inició, impulsado por el salinismo,
una vertiginosa carrera política: diputado federal (1988), senador
(1991), gobernador de Coahuila (1993-1999) y director de Pemex
(1999-2000).
El caso fue ampliamente ventilado en medios, se convirtió en bandera
anticorrupción del gobierno de Vicente Fox, pero sus consecuencias de
derecho se perdieron en el maniobrerismo, la negociación, la simulación y
la inexperiencia. Multado el PRI con mil millones de pesos, el asunto
no tuvo responsabilidades penales y Montemayor, como los demás
implicados, quedaron exonerados.
Menos conocidos en el ámbito nacional, son los negocios de los
hermanos Edilberto, Jesús María y Rogelio Montemayor Seguy en la minería
de carbón: sin controles ambientales suficientes han perforado
indiscriminadamente la región para enriquecerse como proveedores de la
Comisión Federal de Electricidad, inclusive a costa de la vida de los
trabajadores, como ocurrió en el Pozo 3 de Binsa, en mayo de 2011, donde
murieron 13 trabajadores y un niño trabajador quedó mutilado, en una
mina en la que Jesús María era concesionario.
Rogelio, libre de todo proceso judicial, se arrimó a Grupo México por
ahí de 2008. Apareció por Cananea, intentando sabotear la huelga
minera, consiguió la reapertura de una lavadora de carbón en Pasta de
Conchos y, tiempo después, fundó la mencionada asociación energética
fincando alianzas locales, nacionales y trasnacionales para promover el
fracking. Una campaña en forma que va de escribir artículos en diarios
(con guiños de simpatía hacia López Obrador) a consolidar alianzas en
todos los niveles, y promover el fracking en pueblos y comunidades.
Consiguió que aceptaran ser “asociados” al menos 15 instituciones de
educación superior, entre estas, Texas A&M International University y
el Tecnológico de Monterrey; cuatro centros de investigación con
presupuesto federal como lo son IIE, Ciqa, Comimsa y Cinvestav; en lo
local, 19 ayuntamientos y el gobierno del estado; pero principalmente,
57 empresas, entre las que destacan Grupo México, Peñoles e Iberdrola.
Una versión hasta ahora no confirmada es que, entre sus asociados y
políticos de la entidad, hay inversiones millonarias en acaparamiento de
tierras con potencial de shale gas, pues hasta hace unos días el
negocio parecía inminente, con tenue oposición de los siempre
minoritarios ambientalistas.
El pasado viernes 5, Andrés Manuel López Obrador, anunció que no se
permitirá el fracking, lo que ha causado nerviosismo en los ya
dispuestos inversionistas. Previsible, sigue una fuerte presión sobre el
gobierno que aún no inicia desde el tejido de alianzas construidas por
Montemayor Seguy, en un contexto donde el presidente electo tiene ante
el poder económico, varios frentes abiertos.
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