Es un momento complejo en el que el presidente electo, Andrés Manuel
López Obrador, puede hacer lo que desee sin mucha oposición y, cuando
ésta toma cierto auge, la aplaca con descalificación, sea válido o no,
sea desproporcionado o no, el argumento crítico.
Es así por el desprestigio que llevan a cuestas sus opositores y aun
los periodistas y comunicadores que lo cuestionan, con los cuáles, el
presidente electo gusta batirse.
En resumen, puede hacer casi lo que desee sin demasiadas
consecuencias y, si bien en esta ocasión los movimientos en la bolsa
parecen sancionarlo, hay que tomar un poco de distancia para ver qué
tanto se sostienen en relación a la cancelación del proyecto del Nuevo
Aeropuerto Internacional de México (NAIM), y la consabida construcción
de dos pistas en la base militar de Santa Lucía, rehabilitación del
aeropuerto de Toluca y adaptación del capitalino actual.
A estas alturas, la consulta, con sus deficiencias de fondo y forma,
está realizada, y la decisión sobre el cambio de proyecto ya está
tomada, con costos para unos y otros, para todos quizás o quizás no.
Falta todavía ver.
Sin embargo, más allá de esta coyuntura, sus implicaciones y formas,
el asunto ha dejado una vez más la sensación de un sociedad polarizada,
de inquietantes sin razones en uno y otro bando, ajena al diálogo, más
próxima a la perpetuación del conflicto que al pluralismo democrático.
Aquello que el 1 de julio parecía quedar atrás, revivió, pues.
Cierto es que el desaseo de la multicitada consulta así como su
previsible resultado –una confirmación de la propuesta original de López
Obrador desde hace tiempo y hasta el primer tercio de campaña–, motivó
en buena medida el cuestionamiento entre una clase política y
empresarial predispuesta a descalificarlo todo.
Un ejemplo claro ocurrió con la confirmación que, entre otros jefes
de Estado, anunció el futuro canciller Marcelo Ebrard, de la asistencia
del venezolano Nicolás Maduro. Durante un par de días, con los
expresidentes de ese partido, apuntalando el reclamo de desinvitar al
polémico líder venezolano, manipulando con perversidad un asunto
estrictamente diplomático como un tema ideológico.
Enemigos de las libertades, responsables en censuras y represiones,
Vicente Fox y Felipe Calderón, se han asumido inclusive defensores de la
libertad de expresión frente a lo que acusan autoritario. Con ellos o
por agenda y cuenta propia, los corifeos del conservadurismo, lo mismo
que los antiguos beneficiarios de los regímenes recientes, se articulan
para aprovechar todo resquicio de error. Y López Obrador se crece.
La polarización durmió desde el 1 de julio, pero en octubre despertó,
anticipando tiempos conflictivos, desgastes innecesarios (como la
consulta) y muy poco ánimo democrático.
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