El odio y el rencor, el clasismo y el racismo, la cerrazón y la
imposición de ideas, la descalificación y la estigmatización irracional
han sido algunas de las expresiones más recurrentes que ciudadanos,
opinadores y miembros de grupos políticos y sociales difundieron en las
redes de una manera tan brutal como peligrosa desde que se anunció la
realización de la encuesta para definir la sede del nuevo aeropuerto.
En este mundo de la sinrazón, la descalificación va por delante. Los
epítetos contra el que piensa diferente corren en cascada sin que nadie
se pare a razonar. Van desde el “pinche indio” y el “naco” hasta el
“fifi” o el ignorante, pasando por nuevas descalificaciones, como el
“chairo”, que son utilizadas ad nauseam para agraviar al otro, al que apoya una idea o un proyecto distinto al de uno.
Algunos opinadores se han distinguido claramente como precursores de
este proceso de descalificación vomitando sus ideas bajo el argumento de
la libertad de expresión, atizando más el odio y el rencor que ya ha
formado quistes que supuran una enfermedad en la sociedad, manchando
todo lo que hay a su alrededor.
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Opinadores y ciudadanía se han enfrentado en las redes sociales sin
mediar ningún razonamiento. Cada uno cree tener la verdad y en ese
individualismo pernicioso quieren imponerla sin ofrecer ideas claras ni
bases concretas en sus argumentaciones.
Se trata de una guerra de agravios en la cual el que insulta más es el que mejor se siente. Es la dopamina del odio.
En el caso de la encuesta aplicada para determinar dónde se construye
el NAIM, al final de las discusiones bizarras ya no importaban los
impactos económicos, sociales y políticos que traerían las dos opciones,
sino resaltar los errores y la desorganización para descalificarla.
Muchos de los que rechazaron el ejercicio, sobre todo los opinadores,
olvidaron que el gobierno de Enrique Peña Nieto es el responsable de
haber tomado la decisión de hacerlo en Texcoco sin tomar en cuenta el
impacto ecológico para el Valle de México, la corrupción en los
contratos y el incumplimiento en los tiempos de culminación, lo cual
elevó los costos.
Solo miraron los graves errores de los organizadores de la encuesta y
emitieron opiniones catastróficas y apocalípticas para la economía,
pronosticando un desastre para el gobierno entrante encabezado por
Andrés Manuel López Obrador.
Para estos opinadores, la decisión de cambiar la sede del nuevo
aeropuerto afectará a los contratistas más ricos de México sin decir que
a estos lo que menos les importa son los beneficios sociales, sino la
riqueza que pueda generar para sus bolsillos.
Mientras que del otro lado, del equipo lopezobradorista, se ufanaron
de haber conseguido una victoria con la encuesta minimizando los graves
errores que se cometieron, blandiendo la idea de que esto es la
democracia, pero cerrando los ojos, los oídos y la razón a la critica o a
las llamadas de atención de que a veces “el pueblo se equivoca” como ya
se demostró con “El Brexit” en el Reino Unido, el arribo de Donald
Trump en Estados Unidos o la reciente elección de Jair Bolsonaro en
Brasil.
Lo ocurrido el pasado fin de semana es quizá la muestra o la señal de
lo que vendrá en el próximo gobierno, una etapa de encono y sinrazón en
la sociedad que tiene acceso a las redes sociales y que contaminará al
resto del cuerpo ciudadano con el grave riesgo del enfrentamiento.
Por cierto… En los últimos años, las redes sociales
en México han cobrado gran relevancia. Hacia el 2016, su uso alcanzó una
penetración de 93.6% del total de usuarios, es decir, 64.7 millones de
personas, debido a la expansión en el uso de los teléfonos inteligentes.
La mayoría de los internautas son menores de 40 años, es decir, la
población joven que vota. El alcance se expande día a día y con esto
también los escenarios de una polarización social que no ayuda en
tiempos de crisis.
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