Históricamente, detrás de cada megadesarrollo erigido en México
subyace un turbio precedente de especulación inmobiliaria, despojo de
terrenos ejidales y todo tipo de violaciones a las leyes, entre ellas
las ambientales. La corrupción de sucesivos gobiernos priistas y
panistas, llevada a niveles insólitos durante el de Enrique Peña Nieto,
ha marcado también el nuevo proyecto aeroportuario. Aun cuando falta
definir su viabilidad en terrenos del exlago de Texcoco, lo que ya es
irreversible desde 1999 es la compra de terrenos aledaños a la zona por
desarrolladores inmobiliarios y la Comisión Nacional del Agua para
levantar en ellos ese monstruo llamado aerotrópolis. Este reportaje se
publicó originalmente el pasado 14 de octubre bajo el título: Interés
inmobiliario, verdadero motor del nuevo aeropuerto. Por su actualidad se
reproduce íntegro.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En uno de los recientes anuncios del
sitio de bienes raíces Trovit se leen ofertas como ésta: “Excelente
terreno de 10 mil metros cuadrados, excelente ubicación atrás de
Walmart. Ideal para centro comercial o bodegas de servicio para el
aeropuerto… Bardeado, cuenta con luz, agua, oficinas de 200 metros,
caseta de vigilancia de 50 metros cuadrados. Techado firme. 35 millones
de pesos”.
Como éste, hay otros que se ofrecen en 32 millones, de 1 a 100
hectáreas, en la carretera Texcoco-Calpulalpan; o hasta en 60 millones
de pesos sobre la carretera Lechería-Texcoco, “a unos pasos del nuevo
aeropuerto” de la Ciudad de México.
Según la Dirección de Desarrollo Económico del municipio de Texcoco,
la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) ha
disparado la especulación inmobiliaria en esta zona conurbada a la
capital, a tal grado que el valor de los terrenos se duplicó. Lo que
antes costaba 2 mil 500 pesos por metro cuadrado, ahora vale 5 mil.
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No es el único caso. En San Salvador Atenco, en Teotihuacán, en
Chimalhuacán, junto con las comunidades de Santa Isabel Ixtapan, San
Bernardino, San Felipe y Santa Cruz de Abajo la especulación y el
acaparamiento de la tierra de los ejidos y comunidades aledañas a la
zona del NAIM se han convertido en un negocio más grande y conflictivo
que el nuevo aeropuerto, cuyo costo asciende ya a 285 mil millones de
pesos, tan sólo en la primera de sus dos fases.
Para representantes de ejidos, ambientalistas, especialistas y
conocedores de la zona oriente del Valle de México, no son los aviones
sino los terrenos el auténtico gran negocio en torno al NAIM.
Así lo expresaron integrantes del Frente de Pueblos en Defensa de la
Tierra (FPDT) de San Salvador Atenco, que en la casa de transición del
futuro gobierno de Andrés Manuel López Obrador y en los foros realizados
en el Club de Periodistas denunciaron el despojo de más de 500
hectáreas del cultivo en los parajes de Xalapango y El Paraíso por parte
del Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México (GACM), el consorcio
responsable de la construcción del NAIM.
Habitantes del ejido de Santa Isabel Ixtapan entregaron al reportero
denuncias del comisariado ejidal contra el GACM porque “las parcelas de
nueva creación 1210 y 1211 no se las venderemos hasta en tanto no
cumplan con los compromisos contraídos con el ejido, como son las obras y
la compra-venta de parcelas individuales de nuestros ejidatarios que no
han vendido”.
Desde junio de 2016, los ejidatarios de Santa Isabel Ixtapan,
perteneciente al municipio de Atenco, demandaron el entubamiento de las
aguas provenientes de la termoeléctrica y de los consorcios
inmobiliarios ARA y GEO “que llegan sin tratar, hasta la planta
tratadora de la ampliación de Nueva Santa Rosa y almacenarlas en un
estanque”.
Muchos años de especulación
El inicio de la gran compra de las tierras aledañas al exlago de
Texcoco inició en octubre de 1999 y se prolongó hasta 2015. Durante esos
16 años los gobiernos de Arturo Montiel y de Enrique Peña Nieto
mandaron operadores y prestanombres a adquirir terrenos y parcelas a un
promedio de 45 a 120 pesos el metro cuadrado, en la zona de más de 370
hectáreas cercanas al NAIM.
Habitantes de San Salvador Atenco señalan que quienes emprendieron la
compra fueron personajes como Alejandro Ozuna Rivero, secretario de
Gobierno de la administración de Alfredo del Mazo Maza, Rafael Robles
Nava y Valentín Aguilar, entre otros.
También, dice, participaron empresarios como Juan Armando Hinojosa
Cantú, Ricardo San Román, Luis Ernesto y Anuar Maccise, Roberto
Alcántara Rojas, Carlos Peralta Quintero, Alfredo Miguel Afif y Carlos
Hank Rhon.
Los predios adquiridos coinciden con la zona urbanizable de 431
hectáreas que colindan con el NAIM en los municipios de San Salvador
Atenco y Texcoco.
En este perímetro se planea construir una gran aerotrópolis, así como
un nuevo centro habitacional, comercial y de negocios al estilo de
Santa Fe que abarcará 375 de las 431 hectáreas y “ofrecerá oportunidades
de desarrollo para bienes raíces comerciales de clase mundial para
atender a los viajeros… la ubicación estratégica de desarrollos
comerciales, parques empresariales y zonas libres de comercio”, según el
GACM en su solicitud entregada en 2015 a la Secretaría de Medio
Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) para su evaluación y
aprobación.
El GACM sólo menciona este proyecto como parte de las “obras
complementarias” al NAIM, pero el estudio de riesgo presentado por el
Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México
amplía los alcances de este gran proyecto, que incluirá hoteles, centros
comerciales, centros de convenciones y plazas.
“Constará inicialmente de alrededor de 500 mil metros cuadrados de
desarrollo (mitad de hoteles y mitad de espacio comercial), con un
aumento cada año de alrededor de 100 mil a 250 mil metros cuadrados, con
una capacidad total de desarrollo de alrededor de 6 millones de metros
cuadrados o una población de alrededor de 250 mil empleados. Los
supuestos en altura y volumen limitan el desarrollo vertical a 10
niveles (casi 40 metros) y la proporción de área de suelo a 3:1. Se
planea que la mayoría de los edificios sean de cinco a seis niveles, con
una cobertura de lote 50 a 60%”, indica el estudio.
Esta aerotrópolis prevé la construcción de dos estaciones de tren y
una de Metro, así como pasos a desnivel, “rutas de autobuses, parques y
vías peatonales”, y una nueva autopista que “proporcionará una nueva
conexión de ésta a la avenida Circunvalación”. El servicio de Metro
conectará al NAIM con alguna de las líneas ya existentes en la Ciudad de
México (1, 5 o 9).
“Conforme se expanda Aerotrópolis, se agregará una línea de Metro.
Esta segunda ruta operaría de manera subterránea. Conforme Aerotrópolis
se expanda se construirán cinco estaciones de Metro en el área”, prevé
el GACM.
Según Damián McAnally, quien participa en la organización México
Sostenible y escribió un ensayo sobre la futura aerotrópolis –difundido
en la página del gobierno electo–, la Manifestación de Impacto Ambiental
(MIA) de la Semarnat omitió mencionar “los impactos negativos de índole
ambiental que podría tener y, por tanto, también cualquier cosa que
hable de medidas de mitigación y compensación que lo acompañan”.
Y añade: “La urbanización de un predio de este tamaño tiene varias
implicaciones en cuanto al consumo de agua, energía, manejo de residuos y
otro tipo de impactos negativos, como la congestión vehicular. Por lo
tanto, omitir deliberadamente la Aerotrópolis de la MIA equivale a que
esté exenta de un proceso de evaluación de impacto ambiental”.
Compra de predios de la Conagua
Desde el sexenio de Felipe Calderón otra vía para el acaparamiento de
los terrenos aledaños del NAIM fue la adquisición paulatina, por parte
de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), de predios en los ejidos de
Santa María Chimalhuacán, San Luis Huexotla, Santa Cruz de Abajo, San
Bernardino (del municipio de Texcoco), Santa Isabel Ixtapan, San
Cristóbal Nexquipayac y Francisco I. Madero (pertenecientes a Atenco)
con el pretexto de que se desarrollarían suelos menos vulnerables a la
erosión eólica con cubierta vegetal o acuática.
La “compra silenciosa” de terrenos por la Conagua –denuncian los
ejidatarios– ha logrado acaparar 663 títulos de propiedad en estos
municipios para levantar el Parque Ecológico Lago de Texcoco y proyectar
la construcción de un monumental predio “que puede contener 43 veces el
Central Park de Nueva York y 23 veces el Bosque de Chapultepec”, según
estableció el Libro Blanco de la Conagua sobre este proyecto, fechado en
2012. La Conagua planea adquirir un total de 2 mil 929 hectáreas.
En su libro Política, negocios y poder. El Nuevo Aeropuerto
Internacional de la Ciudad de México, el exsenador y futuro
subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, refiere que en 2008
asambleas ejidales de Hidalgo, Carrizo y Chimalhuacán aceptaron vender a
119 pesos el metro cuadrado de sus tierras a la Conagua, y en 2013
otros ejidos, como San Felipe, San Bernardino, Nexquipayac y Santa
Isabel Ixtapa vendieron sus tierras por 157 pesos el metro cuadrado.
Encinas subraya que esta estrategia “fue un engaño que le permitió al
gobierno federal instrumentar con gran sigilo una operación
inmobiliaria que conformó una red de complicidades entre los gobiernos
del PAN, y del PRI, acompañada por el gobierno del Estado de México y
por particulares que tuvieron acceso a información privilegiada”.
Minas y huachicol
El recorrido realizado por los futuros secretarios de Comunicaciones y
Transportes, Javier Jiménez Espriú; de la Semarnat, Josefa González
Blanco, y de la Secretaría del Bienestar, María Luisa Albores, por cinco
municipios colindantes con el NAIM documentó públicamente otro gran
negocio: la explotación de minas de arena, grava, tezontle y tepetate;
materiales que son requeridos para la construcción del NAIM.
Desde octubre de 2015 proliferaron en el nororiente del Valle de
México las minas de basalto y tezontle –157– en un radio de 50
kilómetros alrededor del NAIM. Los habitantes de los municipios
contiguos denuncian que hay muchas más, las cuales afectan el medio
ambiente, ponen en riesgo las zonas habitacionales y operan de manera
clandestina.
“Seis mil camiones diarios trasladan materiales de las minas”,
advirtió Jiménez Espriú, consultado por Proceso tras su visita del
miércoles 10, en la que estuvo acompañado de reporteros y cámaras
televisivas. Ahí se enfrentó verbalmente con María Susana Godínez,
apoderada legal de una mina de tezontle, propiedad de la empresa
Martínez Villegas, que explota 42 hectáreas entre Teozoyuca y Chiautla.
Godínez argumentó que estaban “invadiendo” propiedad privada, y corrió
al ingeniero y a los reporteros.
Los pobladores se quejaron por la grave afectación ecológica de la
zona y el florecimiento de la venta ilegal de combustible o huachicol
para los 6 mil camiones que diariamente trasladan materiales para la
construcción del NAIM.
La mina es propiedad de René Martínez, empresario cercano al gobierno
de Enrique Peña Nieto, y forma parte de una red de más de 60 minas que
están explotándose en la zona, de las cuales sólo 10 tienen concesiones
en regla, según informó el equipo del gobierno de transición de Andrés
Manuel López Obrador.
La empresa Martínez Villegas inició su actividad minera en 1990 con
la extracción de materiales para la construcción. De acuerdo con el
directorio del sector minero de la Secretaría de Economía, explota Cerro
Grande y San Pedro, en Acolman, Globo Azul y La Lupita, en Chicoloapan,
La Guadalupana y La Magdalena en Ixtapaluca, así como otra mina en
Tlahuico. No aparece en este registro la ubicada en Teozoyuca.
Este reportaje se publicó el 14 de octubre de 2018 en la edición 2189 de la revista Proceso.
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