Como si se tratara de
acercarnos un espejo, podemos analizar lo acontecido en días recientes
en dos comunidades rarámuris y el anuncio de un proyecto regresivo en
materia de consulta que la Suprema Corte de Justicia de la Nación
discutirá mañana contra una comunidad zapoteca. Bien se conoce que los
pueblos han intensificado la lucha por sus derechos ante el Poder
Judicial con resultados ambivalentes y en algunos casos con el costo de
la amenaza y o pérdida de vidas como resultado de sus movilizaciones y
defensa jurídica. Dentro del déficit de justicia en nuestro país,
destaca, sin duda, la histórica cadena de despojos contra los pueblos
indígenas. Hoy contamos a escala de excepción, con juzgadores que de
manera ejemplar y aislada se empeñan en aplicar los derechos de dichos
pueblos. En ese terreno, celebramos lo que es sin duda muy relevante de
ponderar: el pasado 30 de agosto (y notificada hace una semana) el pleno
del Tribunal Superior Agrario emitió por unanimidad una sentencia que
resuelve un recurso de revisión y revoca la sentencia que había emitido
el Tribunal Unitario Agrario distrito de la ciudad de Chihuahua.
En primer lugar define la legitimación activa de los representantes
de la comunidad indígena de hecho Choréachi, municipio Guadalupe y
Calvo, estado de Chihuahua, cuestión que el Registro Agrario Nacional
intentó desvirtuar. Reconoce la propiedad y posesión ancestral de dicha
comunidad. Es muy relevante, siguiendo la excepcionalidad, que sustenta
su decisión, a partir de los artículos primero y segundo
constitucionales, incluso el 27 en este contexto, y aplica el nuevo
paradigma de derechos humanos para realizar control de convencionalidad
a partir de la Convención Americana de Derechos Humanos, el Convenio
169 de la Organización Internacional del Trabajo, la Declaración de
Naciones Unidas sobre Pueblos Indígenas.
El origen del conflicto se remonta a la decisión de la Secretaría de
la Reforma Agraria, hoy Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y
Urbano, por la sobreposición de linderos en favor de la comunidad
mestiza Colorada de los Chávez, con los del territorio de los rarámuris
de Choréachi, lo que legalizó un despojo. Sucedió que la carga de la
prueba recayó en quienes tenían la posesión inmemorial, y el litigio
ante las autoridades agrarias se inició desde 1998, primero por conducto
de movilizaciones y por 2007 les asesoró y han acompañado integrantes
de la organización Alianza Sierra Madre. Justamente su directora pidió a
la Fiscalía General del estado y la Dirección de Derechos Humanos de la
Secretaría de Gobernación protección para los habitantes de la
comunidad y los defensores, ante posibles represalias tras la
resolución, recordando que las comunidades de Choréachi y Coloradas de
la Virgen ya tiene mecanismos de protección, al igual que los defensores
de derechos humanos de la asociación civil que sólo pueden ingresar a
la región con acompañamiento policial, debido a las amenazas de muerte
existentes. Desde fuera puede verse extraño ese enfásis; sin embargo, no
sólo existe el riesgo de que se evada o retrase el cumplimiento de la
resolución, sino que se presente la violencia como respuesta a este
triunfo jurídico. Y horas después de anunciarlo, se presentaron
evidencias de este patrón con el crimen del defensor rarámuri Julián
Carrillo, en su comunidad, Coloradas de la Virgen, vecina de Choreáchi,
que asesora la misma organización.
Amnistía Internacional informó que en varias ocasiones Julián
Carrillo se reunió con ellos y platicó que de un tiempo a la fecha
algunos terratenientes se habían apropiado, de manera fraudulenta, de
las tierras pertenecientes a los rarámuris para entregarlas al crimen
organizado. Tras esto, los afectados interpusieron
reclamos agrariosante las autoridades para recuperar sus títulos de propiedad, pero a cambio sólo recibieron amenazas de los terratenientes. Ante el asesinato, el propio secretario de Gobierno de Chihuahua reconoció que son insuficientes las medidas del mecanismo de protección a periodistas y de derechos humanos, que él tenía asignado un teléfono satelital que desafortunadamente presentó fallas cuando intentó pedir auxilio.
Las diversas instancias nacionales e internacionales de derechos
humanos exigen justicia. El gobierno, como en otros casos, ofrece
investigar y el olor a impunidad se hace presente. Duros mensajes para
los rarámuris y el resto de los pueblos.
En otro contexto, está por concluir un caso que cuestiona la forma
que tomó la llamada consulta, hecha pasar incluso como consentimiento,
sobre el proyecto Eólica del Sur, en Juchitán, Oaxaca. Tras la obtención
de una suspensión mediante un amparo promovido por mil 100 integrantes
de la comunidad zapoteca, llegó otro juez que decretó sobreseimiento y
validó la consulta hecha por la Secretaría de Energía. La Corte atrajo
el caso y en su proyecto reproduce el discurso de esta dependencia,
elude toda consideración a anomalías como la representatividad viciada y
decisiones previas a la consulta, entre muchos otros. Lamentable.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario