Magdalena Gómez
El periodo de transición
está por concluir, sin embargo, en algunos ámbitos, no hay sorpresas
posibles y sí un cúmulo de preocupaciones que no es posible ocultar, por
más que se hagan llamados al silencio, a la pausa, o que se
descalifique con el peyorativo de
los abajo firmantesy de paso ignorantes
sin baño de pueblo, a expresiones ciudadanas de profesionales y científicos que de buena fe expresaron en días pasados al presidente electo una petición fundada sobre el Tren Maya.
El neoindigenismo delineado por el próximo gobierno nacerá centrado
en la creación del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI) que
sustituye al anterior, sin que se conozca un diagnóstico que explique si
fue el diseño institucional el que motivó que la Comisión Nacional para
el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) no cumpliera con su
objeto, como se señaló en el dictamen aprobado en San Lázaro.
El PRI creó en 1948 el Instituto Nacional Indigenista y lo mantuvo,
mientras ocupó la Presidencia hasta 2000, no sin cambios sexenales en
sus programas. Luego vino el llamado gobierno de Vicente Fox que,
apoyándose en la reforma constitucional de 2001, creó la CDI. Al PRI de
Peña Nieto no le importó seguir con esa institución. Sin embargo, el que
inicia en diciembre sí decidió crear el INPI, cuya iniciativa de ley se
encuentra en el Senado con la previa aprobación de la Cámara de
Diputados. No sabemos si en las horas recientes el Senado aprobó dicha
ley, tampoco si por fin se dio cuenta de que tal iniciativa
reformará la Constituciónmediante el artículo tercero. Me refiero a uno de los temas, entre muchos, que causó oposición en la reforma de 2001 que suponía cumplimiento a los acuerdos de San Andrés. Esto es la consideración de las comunidades indígenas como entidades de interés público y no de derecho público. En la transición se ha insistido en que se reconocerán como sujetos de derecho público, lo que suponía una reforma constitucional. Sin pasar por ello, el dictamen de ley del INPI que se envió al Senado dice:
artículo tercero: para cumplir los fines y objetivos del instituto se reconocen a los pueblos y comunidades indígenas y afromexicanas como sujetos de derecho público, utilizando la categoría jurídica de pueblos y comunidades indígenas en los términos reconocidos por el artículo segundo de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y los instrumentos internacionales en la materia. Queda así
corregidauna norma constitucional: el referido artículo segundo constitucional, en el párrafo final del apartado A, dice:
Las constituciones y leyes de las entidades federativas establecerán las características de libre determinación y autonomía que mejor expresen las situaciones y aspiraciones de los pueblos indígenas en cada entidad, así como las normas para el reconocimiento de las comunidades indígenas como entidades de interés público. ¿Así o más claro?
En otros aspectos son muy cuidadosos, por ejemplo, cuando señalan
entre las funciones de la nueva institución el apoyar procesos de
reconocimiento, defensa de tierras, territorios y recursos naturales, se
aclara
de conformidad con la normativa aplicable. O sea, nada de apoyar la abrogación de las reformas al 27 constitucional o la energética. Si se puede apoyar una reforma en materia lingüística, entran en los derechos
permitidos, que ya he abordado, como aquellos que no entrañan conflicto al proyecto neoliberal.
Así, tenemos que el proyecto del Tren Maya ha encendido los focos rojos en
muchos niveles, desde varios ámbitos comunitarios se ha denunciado la
ausencia de la consulta previa, libre, informada y con pertinencia
cultural. La CNDH hizo un exhorto, al punto que ya se aclaró que se
realizará en cuanto el nuevo INPI pueda ejercer su facultad de instancia
técnica de consulta. La cuestión es que ya se maneja que el 16 de
diciembre inicia el referido proyecto. Difícil que de la parte indígena
se permita la repetición de la reciente consulta precisamente sobre el
INPI, en nueve días realizaron desde la Cámara de Diputados 10 foros
regionales, nada de que a pueblos y autoridades representativas,
seguramente sí llevaron indígenas, y sacaron propuestas institucionales,
pero obviamente su ejercicio no cubrió los mínimos estándares del
derecho a la consulta. El cumplimiento de derechos reconocidos no se ha
naturalizado, si se acercan a la página del Senado encontrarán que la
senadora Xóchitl Gálvez hizo una proposición a la que correspondería un
punto de acuerdo: que se consulte el Tren Maya conforme al convenio 169
de la OIT y no le concedieron dispensa de trámites, sino que la pasaron a
la Comisión Indígena. ¿Cómo ven? Una senadora pide que se aplique un
convenio internacional y resulta que habrá que deliberar. Otra perla.
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