Durante el llamado “lunes negro” del 26 de noviembre la Bolsa
Mexicana de Valores (BMV) disminuyó en 4.1%, siendo el Grupo Banorte el
que registró una caída de 13% en sus acciones, Banco del Bajío cayó
8.75% y Santander tuvo un descenso de 6.24%; el peso llevaba una abrupta
devaluación hasta estabilizarse en 20.55 pesos por dólar.
La “narrativa” de los especialistas financieros, de los principales medios del canon económico y de sus comentaristas coincidió con tres palabras: “incertidumbre”, “espanto” y “nerviosismo”. El periódico The Wall Street Journal publicó
ese mismo lunes un amplio reporte con sus principales analistas que
coincidieron en señalar a López Obrador como poco fiable para el libre
mercado desde que se canceló el proyecto del Nuevo Aeropuerto
Internacional de México.
El periódico subrayó que varios gestores de fondos de mercados
emergentes están reconsiderando las inversiones o reduciendo la
exposición por lo ocurrido con el proyecto de Texcoco.
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El Banco de México informó que entre julio y septiembre de este año
se registraron salidas netas de capital por mil 886 millones de dólares,
en contraste con el ingreso de capitales extranjeros en la primera
mitad de 2018.
Informes de la Bolsa Mexicana de Valores señalan que existe molestia
por la iniciativa de la regulación de las comisiones bancarias (que
sigue vigente en el Senado); por la iniciativa presentada por el
diputado del PT, Reginaldo Orozco, que plantea la posible estatización
de las Afores y que no tiene posibilidad alguna de prosperar, pero
generó una airada reacción en las opiniones “especializadas”; y, sobre
todo, por las demandas en puerta frente a la cancelación del NAIM.
En otras palabras, los inversionistas financieros están muy molestos y
lo hacen sentir con la desinversión bursátil con una narrativa que
claramente se expresó en la mayoría de los medios impresos: “Cayó ayer
la Bolsa 4.17%; es el nivel más bajo en 4 años” (La Jornada); “Intenta Urzúa calmar a los mercados” (Reforma); “Mercados castigan iniciativa del PT para estatizar las Afore” (Milenio Diario); “Tira a mercados la percepción de riesgo en México” (El Financiero); “Huracán de desconfianza” (El Economista); “Urzúa apaga otra iniciativa que pegó a peso y mercados (La Razón); “Hunde a BMV posible ajuste de pensiones” (El Sol de México); “Sufren bolsa y peso” (El Heraldo); “Bolsa cae al peor nivel del 2014 y dólar llega a 20.90” (El Universal).
Como se observa, las reacciones bursátiles mencionan posibles
eventos, percepciones y una iniciativa de ley que “sin pies ni cabeza”
ni siquiera se ha discutido en comisiones legislativas y ya recibió la
aplanadora de comentarios negativos de los dueños del dinero. ¿Desde
cuándo se interesan tanto en las decenas de iniciativas que se presentan
en el Congreso? ¿Será que ahora están demandando tener derecho de veto antes de que se legisle para que no exista “incertidumbre”?
Otros analistas, menos enlazados a la narrativa apocalíptica, señalan
que, en realidad, los mercados se están moviendo por la incertidumbre
en las relaciones comerciales entre Estados Unidos y China, así como los
agresivos planes proteccionistas de Donald Trump; y en términos
domésticos por los “efectos contraproducentes” o imprudentes de revisar
las comisiones bancarias que han generado millonarias ganancias a los
bancos (la mayoría extranjeros), tal como señaló la Comisión Federal de
Competencia Económica.
Les molesta que se cierre el picaporte y los pone nerviosos la falta
de una comunicación certera y pronta de las áreas económicas y
financieras del futuro gobierno de López Obrador. Están demandando un
mensaje de certidumbre en la toma de protesta del 1 de diciembre.
La llamada “narrativa de la incertidumbre” es, en realidad, una dura
presión para que la cuarta transformación no altere un viejo pacto entre
el Estado mexicano y la banca privatizada en 1990 con Carlos Salinas de
Gortari. Este viejo pacto no tiene nada qué ver con el “libre mercado”
sino con el control del mercado financiero (en manos de cinco bancos
extranjeros que controlan el 72% del sector) que han ganado desde 1997
más de un billón de pesos en utilidades netas, con enormes facilidades
fiscales.
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