¿Se acaba el neoliberalismo?
Cambio, o más de lo mismo
Se supone que pasado mañana,
como por arte de magia, concluiría el trágico periodo neoliberal
mexicano, que se prolongó 36 fatídicos años, y se pondría en marcha un
nuevo modelo económico con objetivos incluyentes y una perspectiva
altamente social.
Se supone, también, que de la noche a la mañana se duplicaría la
raquítica tasa de crecimiento (de 2 pasaría a 4 por ciento) que arrastra
el país, aunque tal logro, en caso de darse, resultaría insuficiente
para las necesidades internas y, sobre todo, para reducir la
abultadísima deuda social acumulada a lo largo de esas tres décadas y
pico.
Pero de cualquier suerte, hasta donde se alcanza a ver, no habría un
giro drástico en política económica, por lo que más que complicado será
romper la inercia que en materia de crecimiento le heredan a la nueva
administración.
De hecho, el Banco de México ya le mandó recado al de la cuarta
transformación: en el primer año de gobierno del presidente López
Obrador, el pronóstico de crecimiento, por llamarlo así, no pasaría de
1.7-2.7 por ciento, inferior al estimado para el cierre del sexenio
peñanietista (2-2.4 por ciento).
Nada nuevo bajo el sol, porque la expectativa de crecimiento ha ido
de menos a mucho menos a lo largo del periodo neoliberal, y a estas
alturas se
avanzaa un ritmo tres veces inferior al registrado durante la
premodernidad(2 contra 6 por ciento, respectivamente) y resulta más que complicado sacudirse esa inercia sin cambios en la política económica.
El Banco de México documenta que para los habitantes de esta
República de promesas el resultado ha sido desastroso: de 1990 a la
fecha el PIB per cápita prácticamente no se movió, en contraste con
naciones como China, donde se multiplicó por cuatro en el mismo periodo,
en India por 3.5 y en Latinoamérica por 1.5. Nuestro país, pues, en el
sótano, siempre con el discurso de
vamos por el camino correctorepetido hasta la saciedad por los seis gobiernos neoliberales.
Dicha institución lo resume así: entre 1990 y 2017, la economía
mexicana creció a una tasa anual promedio de 2.6 por ciento, si bien su
desempeño ha variado a lo largo de este periodo. En particular, el
proceso de liberalización de la economía mexicana que se observó a
principios de los años 90 y la entrada en vigor del TLCAN en 1994
permitieron que el crecimiento promedio del producto interno bruto en
los años subsecuentes a estos eventos se ubicara por encima de 3 por
ciento, incluso a pesar de la caída del PIB que se observó en 1995.
Posteriormente, entre 2002 y 2007, el ritmo de expansión del PIB
disminuyó y se ubicó en una tasa promedio de 2.4 por ciento, como
reflejo, en parte, de la desaceleración de la actividad económica en
Estados Unidos y de la entrada de China a la Organización Mundial de
Comercio.
Finalmente, el crecimiento anual promedio del PIB en México desde la
crisis financiera global de 2008-2009 se desaceleró aún más, registrando
una tasa anual promedio de 2 por ciento desde entonces. De manera
relacionada, si bien las estimaciones del crecimiento potencial de una
economía están sujetas a un alto grado de incertidumbre, diversas
metodologías tradicionales sugieren que en el caso de México podría ser
inferior a 2.6 por ciento, e incluso parecería haber venido disminuyendo
a lo largo del tiempo.
Así, el desempeño de la economía mexicana ha sido notablemente bajo,
especialmente si se le compara con otras regiones del mundo en términos
de crecimiento del PIB por habitante, e insuficiente para atender los
retos y necesidades de la población mexicana.
Las rebanadas del pastel
Buena noticia la divulgada por Pemex: el campo Ixachi
posee gas e hidrocarburos calculados en mil millones de barriles de
petróleo crudo equivalente. Pero no hay que engolosinarse, porque tal
volumen de hidrocarburos líquidos equivale a la producción –a ritmos
actuales– de un año, cuatro meses y 19 días. No más. Entonces, serenos,
que no se trata de otro Cantarell.
Twitter: @cafevega
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