Orlando Delgado Selley
En dos días iniciará su
gestión un gobierno federal surgido desde la oposición a los gobiernos
de los pasados 30 años. La elección de 1988, que enfrentó dos opciones
de gobierno distintas, encarnadas en tres propuestas
político-partidarias, se resolvió con un resultado muy discutido. Desde
entonces, en cada elección presidencial las izquierdas presentaron una
oferta electoral que proponía terminar con la contrarrevolución
neoliberal que había empezado a imponerse en el país en 1982 con la
administración federal de De la Madrid.
La elección de este año, que abrió las compuertas de la
transformación del país, generó enormes expectativas entre amplios
sectores. Las posibilidades de transformación no están garantizadas.
Aunque haya la convicción de transformar el país, lograrlo no será
posible sólo con firmeza y honestidad. Los obstáculos son mayúsculos y
pueden descarrilar la propuesta. Es posible remover algunos de estos
obstáculos pactando con grupos empresariales específicos. Pero debe
reconocerse que si las contradicciones se agudizan esos pactos se
violentarán, lo que complicará el manejo general del gobierno.
Para superar verdaderamente los obstáculos que subsistan para lograr
la transformación del país es necesario un proceso de construcción de
fortalezas sociales que debe iniciarse de inmediato. Estas fortalezas
demandan que los diversos espacios de representación social sean
recuperados por liderazgos auténticos. Las organizaciones sindicales,
campesinas y urbanas serán decisivas para que se produzcan contrapesos
sociales que contrarresten el poder de los mercados, es decir, de los
empresarios que controlan los principales flujos de riqueza en el país. A
los movimientos especulativos que golpeen el tipo de cambio y hagan que
la bolsa de valores caiga, habrá que responder socialmente. Pero
también y en primer lugar, política y económicamente.
Se trata de establecer los términos de la confrontación política que
se presentará inevitablemente. Las incertidumbres basadas en
declaraciones de algún miembro de Morena o de sus aliados en el Congreso
son producidas para generar desazón. El tema de las comisiones
bancarias es una magnífica ilustración de la manera en la que se
expresarán las posiciones políticas. La iniciativa presentada en el
Senado fue atacada de inmediato por organismos empresariales, no por los
banqueros, que serían los principales afectados. Rápidamente se
abrieron procesos de discusión en el Legislativo que eran necesarios.
Pudo demostrarse que las comisiones bancarias que se cobran en México
podían efectivamente reducirse, lo que fue documentado por la Condusef y
reconocido por Banamex. El asunto entre los dos principales actores:
Legislativo y banqueros ha encontrado un cauce claramente adecuado para
resolverse, lo que no ha permeado en voceros empresariales, ni en
articulistas opuestos desde siempre a un cambio de modelo económico. Lo
que ilustra la situación de confrontación derivada de las expectativas
de los empresarios sobre la conducción económica. Ellos tienen
expectativas y presionan para influir en las posibilidades del gobierno
entrante.
La administración federal que encabezará AMLO establecerá una
conducción política con sentido popular. En lo económico, sin embargo,
hay menos claridad. La diferencia entre izquierdas y derechas se expresa
en más o menos bienes y servicios públicos, lo que implica un Estado
con mayores o menores capacidades de intervención económica.
Indudablemente hay que separar el poder económico del poder político.
Sin embargo se puede seguir haciendo política económica en favor del
poder económico.
El manejo presupuestal será escrupuloso, lo que generará
posibilidades que se aprovecharán para que los proyectos sociales
emblemáticos sean financiados sustentablemente. Este es un cambio de
importancia, pero hacen falta espacios presupuestales mayores para
modificar la concentración del ingreso y de la riqueza que caracterizan a
nuestro país y así responder a las expectativas sociales que existen.
Estos espacios sólo pueden lograrse con modificaciones legislativas que
construyan una fiscalidad progresiva. Un ejemplo de esta necesidad se
expresa en la alta rentabilidad de los bancos que operan en México, que
se explica en parte por tasas impositivas menores que las que prevalecen
en Estados Unidos, Canadá, España y Gran Bretaña, donde se localizan
las matrices.
El triunfo de AMLO ha permitido que haya grandes expectativas entre
amplios sectores de la población de que el país puede cambiar para bien.
Hay también fuertes opositores a este cambio. La posibilidad de que ese
cambio se logre está en las decisiones políticas que tome el gobierno
de Morena. Las compuertas se han abierto. Ahora es necesario que por
ellas fluya la movilización social para respaldar las propuestas de
transformación social y ampliar las posibilidades de éxito.
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