El 25 de noviembre de 2008, Jazmín, de 26 años, fue sacada con
violencia por soldados de un domicilio donde pernoctaba con su pareja.
Del lugar fueron sustraídas tres personas, Jazmín, su novio y una
persona a la que ella desconocía.
Los militares la llevaron a las instalaciones del cuartel “Morelos”,
perteneciente a la Segunda Zona Militar, donde “fue torturada física,
psicológica y sexualmente por los elementos castrenses. Fue víctima de
tocamientos, golpes amenazas y violada sexualmente por vía vaginal”.
La joven después sería presentada ante los medios de comunicación
junto con otras personas, sin saber por qué delitos se le acusaba ni
rendir declaración ante una autoridad federal.
Tras ser arraigada por más de 62 días, Jazmín fue obligada a firmar
una declaración autoinculpatoria, y pese a existir certificados médicos
emitidos por el Centro de Ejecución de Sanciones de Matamoros,
Tamaulipas, que revelan afectaciones físicas al momento de ser
internada, así como la denuncia de las agresiones sufridas en su
declaración preparatoria, la joven fue sentenciada a diez años por
delincuencia organizada, por delitos contra la salud y secuestro.
“No deben violarse nuestros derechos humanos. Me interesa que la
gente conozca que soy sobreviviente de tortura. Me fui apagando, empecé a
perder mi esencia, quiero que vean que también soy valiente y estoy
luchando”, sostiene la joven desde su reclusión, en espera de que un
Tribunal Colegiado de Circuito resuelva su solicitud de amparo directo.
Este caso es uno de los 29 que el Centro de Derechos Humanos Agustín
Pro Juárez documentó a profundidad luego que en los últimos cuatro años
hubiese conocido 110 historias de mujeres sometidas a reclusión que
denunciaron ser sobrevivientes de tortura sexual.
La historia de Jazmín fue incluida en el documento “Mujeres con la
frente en alto. Informe sobre la tortura sexual en México y la respuesta
del Estado”, producto de la campaña “Rompiendo el silencio” y que más
allá de ser un registro de los casos, el Centro Prodh pretende generar
“la incidencia judicial mediante comunicaciones dirigidas a las juezas y
jueces que conocen sus casos, formulando conclusiones en torno a la
acusación, y por tanto elaborando argumentos sobre su inocencia y debido
proceso legal”.
Después de dos años de trabajo con las internas que fueron detenidas
entre 2006 y 2015, en plena “guerra contra el narcotráfico, el Centro
Prodh pudo confirmar que “en un contexto en el que la tortura es
generalizada, es perpetrada con excesiva frecuencia en contra de ellas
por parte de las fuerzas de seguridad civiles y castrenses”.
El tema es de gravedad si se considera que por el delito de tortura
en México, prácticamente no hay castigo a los responsables, además de
que persiste poca información al respecto.
Impunidad
El documento destaca que de en 2014 se presentaron 10 mil 462
denuncias por tortura, en tanto que la Unidad Especializada en la
Investigación de Delitos de Tortura de la Procuraduría General de la
República (PGR) sólo integró 8 mil 335 expedientes, de los cuales sólo
17 se tradujeron en consignaciones, y entre 2016 y 2015 sólo se
registraron 15 sentencias condenatorias.
Frente a una situación de tortura generalizada, las mujeres sufren
una violencia descomunal expuesta en recomendaciones de la Comisión
Nacional de Derechos Humanos (CNDH), en cuyos registros de 2006 a 2016
resalta que “el 72% de las recomendaciones emitidas por violación a la
integridad personal en casos de mujeres incluyendo actos de índole
sexual”.
Como antecedentes del estudio, el Centro Prodh cita el informe
elaborado por Amnistía Internacional en 2017, que documentó 100 casos de
mujeres presas, de las cuales 72 afirmaron haber sufrido violencia
sexual en su detención y 33 denunciaron haber sido violadas.
La muestra es importante si se toma en cuenta que en 2007 había 63
internas en Centros Federales de Readaptación Social y diez años más
tarde la cifra fue de dos mil 731.
De acuerdo con el documento, las 29 mujeres que aceptaron participar
en el estudio, enfrentan acusaciones de delincuencia organizada y
portación de armas de fuego de uso exclusivo de las Fuerzas Armadas.
En 27 casos, es decir el 93% de las entrevistadas, sostuvieron haber
sufrido violencia sexual, de los cuales en 16 caso se consumó la
violación, en 12 de ellos fue tumultuaria de dos o más agentes
aprehensores y en dos la agresión se perpetró frente a familiares.
En 11 de los 27 casos, se identificó a efectivos de la Policía
Federal como agentes aprehensores; en seis a miembros del Ejército
Mexicano, en una cifra igual a policías estatales; dos a elementos de la
Secretaría de Marina, en uno a policía municipal y otro a policía
ministerial estatal.
Informe meticuloso
Los estados donde ocurrieron los hechos fueron Baja California,
Sonora, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, San Luis Potosí, Veracruz,
Quintana Roo, Michoacán, Guerrero, Estado de México y la Ciudad de
México.
La investigación del Centro Prodh determinó que en esos 27 casos “se
utilizó la figura de la flagrancia para justificar la detención”, y en
ningún caso las mujeres fueron puestas a disposición inmediata de la
autoridad competente.
Las mujeres fueron retenidas ilegalmente entre seis y 12 horas, en 14
de los expedientes, y entre 12 y 72 horas en 15 casos, siendo que en 12
“las mujeres identificaron que la tortura ocurrió en instalaciones
oficiales”, cuatro de ellas en instalaciones militares.
El informe del Centro Prodh es meticuloso en la descripción de las
distintas formas de tortura sexual a las que fueron sometidas las
mujeres, de las cuales siete denunciaron que las sesiones fueron
videograbadas por sus agresores, una que fue mutilada en sus genitales,
además de que en cuatro casos la tortura sexual ocurrió en instalaciones
del ministerio público y cuatro “a manos de médicos y ministerios
públicos de la PGR”.
A la violencia en razón de género, las mujeres fueron torturadas con
los métodos tradicionales como “golpes reiterados en distintas zonas del
cuerpo, asfixia seca y/o húmeda, cortaduras, quemaduras, descargas
eléctricas en otras partes del cuerpo, privación sensorial y/o de
movimiento, posiciones forzadas, amenazas de desaparición y/o muerte,
simulacros de ejecución y ser obligadas a presenciar la tortura y/o la
ejecución de alguien más, entre otras”.
Secuelas
Tras la experiencia de tortura sexual “las mujeres sobrevivientes
enfrentan impactos físicos que van desde deformaciones en órganos o
partes del cuerpo y desprendimiento de matriz, hasta dolores
permanentes”, destaca el estudio.
A nivel psicológico, las mujeres presentan miedo y “alteraciones de
sus relaciones con los hombres y las afectaciones económicas o en el
desarrollo personal de personas dependientes”.
En cuanto a los procesos penales contra las mujeres, el Centro Prodh
es enfático al señalar que “ningún caso supera el mínimo control
ministerial sobre la legalidad de la detención y la puesta a disposición
inmediata”, agravado porque “en los 29 casos el Ministerio Público pasó
por alto indicios claros de graves violaciones a los derechos humanos”,
como que en 21 de ellos hubo una falta de puesta a disposición
inmediata, lo cual fue ignorado por la autoridad ministerial.
Al señalar que hubo también intimidación hacia familiares, el informe
detalla que en seis casos las mujeres señalaron las circunstancias en
que fueron detenidas al agente ministerial sin que se tomaran en cuenta
sus declaraciones en tanto que once de las víctimas fueron exhibidas
públicamente por la PGR “principalmente en aquellas supuestamente
vinculadas a la delincuencia organizada, incluso antes de ser acusadas”.
En 21 casos las mujeres “firmaron una declaración autoinculpatoria
como consecuencia de la tortura sexual”, en tanto que en 23 “existen
inculpaciones a las mujeres de personas coprocesadas, la mayoría
obtenidas bajo tortura y no ratificadas ante el Ministerio Público”.
Pruebas ilegales validadas
Pese a las deficiencias en las consignaciones, “en ningún caso la
autoridad jurisdiccional excluyó pruebas ilícitas con motivo de alguna
violación a derechos humanos pese a existir evidencia de ello”, ni mucho
menos se invalidaron los partes informativos y de puesta a disposición
“de los que se desprendía un actuar ilícito”.
Por el contrario, los jueces dieron validez absoluta al dicho de los
aprehensores y “en ningún caso las o los jueces juzgaron los asuntos con
perspectiva de género” e incluso hubo algunos que “refirieron
verbalmente que la erradicación de la tortura es una ‘moda’ y que no
verificarían el alegato hasta que la autoridad ministerial calificara
los hechos como tortura”.
Al señalar que en ningún caso se inició una averiguación por el
delito de tortura de manera inmediata y que ningún perpetrador ha
rendido cuenta por los abusos, el Centro Prodh destaca que el
tratamiento que organismos públicos como la Comisión Nacional de
derechos Humanos (CNDH) y sus contrapartes en los estados no fue mejor.
De 14 quejas presentadas ante la CNDH sólo dos se convirtieron en
recomendación y en los estados sólo las comisiones de Veracruz y
Coahuila emitieron un documento recomendatorio cada una.
En el informe se sostiene que no hay “señales de una investigación
diligente por parte de los organismos públicos”, que dieron por
concluidos la mayor parte de los expedientes de queja “por una ilegal
reversión de la carga de la prueba a las víctimas y/o dar absoluta
credibilidad a los informes de las autoridades”.
Como parte del informe, el Centro Prodh elabora 33 recomendaciones
encaminadas a erradicar la tortura sexual, sancionar a los responsables y
reparar a las víctimas, así como dar garantías de no repetición.
Las recomendaciones están dirigidas al Consejo de la Judicatura
Federal y locales; a los operadores de justicia; a los defensores
públicos y privados; a las procuradurías o fiscalías a nivel federal y
estatales; a los organismos públicos de derechos humanos; a la Comisión
Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres
(Conavim); a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV); a los
titulares de las secretarías de Defensa Nacional y Marina y la Policía
Federal; y al Congreso de la Unión.
“Mujeres con la frente en alto. Informe sobre la tortura sexual en México y la respuesta del Estado”, produ… by Revista Proceso on Scribd
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