Es una sociedad que ha perdido la frescura mental a pesar de que en
ella predominan los jóvenes; pero éstos muy entretenidos están con sus
juguetes electrónicos que hipertrofian, que producen envejecimientos
prematuros. El “Big Data” reprime el pensamiento, anonada la
personalidad. Las redes embrutecen con la uniformidad exigida. La
tensión de los músculos del pensamiento se afloja, sucumben ellos ante
la superficialidad, ante el frívolo espectáculo de las irrelevancias. Es
la irrelevancia, la banalidad, el objeto de los afanes. La verdad tras
las cosas, a nadie le importa.
¡Viva el buen fin y las pantallas gigantes y los celulares
encantadores! ¡Vivan las consultas anodinas para escarnio de la razón!
Democracias filisteas, vaciadas de alma, desvirtuadas, que tienen como
propósito que pasen inadvertidas las pérdidas reales de libertad,
incorporando habilidosamente, ideas y sugerencias facciosas en el
discurso de suave apariencia liberal. Cesarismo que recurre al enjambre
social, a la turbamulta, como instrumentos de decisiones cupulares y
autocráticas que trascienden las formas institucionales, según lo señala
bien J. F. Revel en su prólogo al célebre y aleccionador libro de
Maurice Joly, el Diálogo entre Maquiavelo y Montesquieu. La lectura de
ese libro resulta hoy, indispensable.
Democracias cesaristas, amorfas las que se viven, que hacen del poder
un fin en sí, cuasiprimitivo, a contrapelo de la democracia para la que
el poder del Estado es un medio al servicio de la Nación; lo
fundamental no es el Estado, sino la sociedad plena, la Nación y su bien
a los que el primero debe servir. Oswald Spengler en su Decadencia de
Occidente ilumina la escena al decir clarividentemente: “Mientras tanto
los partidos se convierten en obedientes séquitos de unos pocos, sobre
los cuales el cesarismo ya empieza alanzar sus sombras. Así como la
monarquía inglesa en el siglo XIX, así los Parlamentos en el XX serán
poco a poco un espectáculo solemne y vano. Como allí el cetro y la
corona, así aquí los derechos populares serán expuestos a la masa con
gran ceremonia y reverenciados con tanto más cuidado cuanto menos
signifiquen”. Y las sombras tales alcanzan ya al Siglo XXI.
No salirse del huacal es la norma. Acomodarse, resignarse. La
disonancia está prohibida dice Chul Han al hablar del enjambre social
sometido a lo digital. El hombre actual está agotado, no tiene energías
mentales. La infancia es edad de vitalidad asombrosa, de energía
desbordante que se continúa en la juventud no abortada. Ahora se pasa
generalmente, de la infancia a la adultez vegetativa, acrítica,
invertebrada y dócil.
Asombrarse de la novedad del mundo, es propio de la infancia; es la
edad donde todo se cuestiona con preguntas insólitas. Chesterton, el
genio de las paradojas, así lo constata. Ser un adulto pensante exige
conservar la enjundia del preguntar, del ver el mundo con estupefacción,
con el estupor con el que un niño contempla el mar por primera vez. Es
el no transigir con las apariencias, con el engaño sistemático, con el
interés que sustituye el bien y la verdad.
Mundo de asombrosas paradojas el del país nuestro en estos tiempos
desconcertantes, pero que a tantos pasan inadvertidos. País bombardeado
con antinomias subestimadas por la mayoría capitulante de los
intelectuales seducidos por el poder. Pongamos algunos ejemplos
reveladores de la vida política y económica. Amnistía Internacional, la
ONU y la CNDH, cuestionan la propuesta del gobierno entrante sobre los
temas de seguridad y de la Guardia Nacional. La ponen en entredicho
porque equivale la misma a continuar con la fallida militarización de la
seguridad pública, causante de una crisis humanitaria sin precedentes.
Enmascara esa propuesta, con eufemismos, dicha continuidad atroz,
aberrante, anunciando sibilinamente, “leyes especiales” por venir, de
presumible calado antilibertario.
Y al mismo tiempo, la Suprema Corte de Justicia de la Nación declara,
por fortuna, inconstitucional la Ley de Seguridad Interior,
conculcadora de derechos fundamentales, “legitimadora” de ilicitudes.
Por desgracia, esa inconstitucionalidad durará poco, pues la propuesta
de seguridad entrante, modificará a modo la Constitución para legitimar
lo ilegítimo en materia de seguridad pública: ¡qué paradoja! Y como
colofón de paradojas sublimes, la jerarquía de la Iglesia secunda dicha
propuesta de seguridad: la Iglesia -en México- en manos de Luteros.
En otra pista del espectáculo de las antinomias, un senador de Morena
propone una ley para bajar las altas comisiones de los bancos; pero los
líderes de dicho partido paran en seco la iniciativa justiciera. Y en
la misma pista del circo económico y financiero, un “consejo” de grandes
empresarios ultra neoliberales, es bienvenido por el gobierno entrante:
la economía de “izquierda” en manos de Milton Friedman y sus activos
acólitos. Finalmente, la antinomia de los fiscales no independientes, al
gusto del poder en turno. Antinomia porque sin independencia, no hay
genuina procuración de justicia, sino justicia selectiva.
Y se podría seguir con más paradojas surgidas en un brevísimo lapso.
Pero basten para despertar el asombro en las mentes pujantes que
resisten, esas paradojas por lo pronto. Bombardeo de paradojas,
aturdimiento de la opinión pública para ruina del pueblo noble, cuyas
reservas de grandeza moral, anidan en la provincia y en el campo
mexicanos, reductos de libertad y esperanza.
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