Carlos Beas Torres*
El interés por el Istmo
mexicano no es nuevo, utilizar a esta región del sureste como corredor
interoceánico de mercancías ha sido un viejo proyecto enunciado ya por
el conquistador Hernán Cortés. Esta franja de tierra fue ambicionada por
Francia y Estados Unidos; y siendo presidente Porfirio Díaz, los
ingleses construyeron aquí la primera refinería del país y un
ferrocarril interoceánico que al entrar en operación el canal de Panamá
perdió importancia.
Durante muchos años esta zona permaneció en el olvido; sin embargo,
desde los años 60 del siglo pasado, la región istmeña ha sido escenario
de una gran cantidad de proyectos de inversión. Arrancando con la
construcción de la presa Benito Juárez y los fracasados proyectos de
producción de arroz y caña, pasando pocos años después con la
edificación de la refinería Antonio Dovalí Jaime, hasta llegar a
nuestros días con la operación de 27 parques eólicos propiedad de
empresas extranjeras y con la creación de la Zona Económica Especial de
Salina Cruz.
Los programas gubernamentales Alfa Omega, Desarrollo Integral del
Istmo, el Plan Puebla Panamá y el Programa Eoloeléctrico fueron
diseñados para aprovechar sus abundantes recursos y la ventaja
comparativa que le da su ubicación geográfica estratégica. La región en
los últimos 10 años ha recibido una inversión extranjera directa de más
de tres mil millones de dólares, y pese a que los gobiernos neoliberales
convirtieron al Istmo en gran productor mundial de energía, y negocio
de empresas españolas, francesas e italianas, las ciudades y cientos de
pequeñas comunidades no cuentan con agua potable; no existe drenaje ni
rellenos sanitarios; la salud pública es una verdadera calamidad, por
falta de apoyos emigran cada año miles de campesinos indígenas; los
daños por los sismos no se han atendido a cabalidad y, así, una gran
cantidad de necesidades apremiantes sin atender.
¿Entonces por qué viven en la pobreza 70 por ciento de los istmeños?
La explicación reside en que los proyectos de inversión han sido
diseñados desde fuera para servir a intereses ajenos a los de los
habitantes de la región. En el Istmo mexicano se ha impuesto desde hace
siglos un modelo de desarrollo extractivista, basado en el saqueo de los
recursos y en la explotación desmedida del trabajo de la población
regional.
Desde hace muchos años los despojos y la imposición de programas de
inversión han dado lugar a una férrea resistencia, principalmente de las
comunidades indígenas en defensa de su territorio. La resistencia es
una tradición viva y por ello los pueblos ikjots, binniza, ayuuk y
barreños luchan en la actualidad en contra de la imposición de
megaproyectos como son los parques eólicos, minas, un gasoducto
interoceánico y los tendidos eléctricos de alta tensión. En la región en
estos años se han realizado ejercicios de consulta por parte de los
gobiernos neoliberales, ejercicios que han sido sólo simulaciones para
legitimar los despojos y el saqueo.
Hace un poco más de 12 años, cuando López Obrador recorría el país,
en su primera campaña por la Presidencia de la República, tuvimos la
oportunidad de abordarlo al final de un mitin en la ciudad oaxaqueña de
Matías Romero Avendaño. Le expresamos nuestra preocupación sobre el
punto de su Proyecto Alternativo de Nación relacionado con un plan de
inversión a ejecutarse en el Istmo de Tehuantepec. Le dijimos que nos
parecía una continuación de los proyectos de los presidentes López
Portillo y de Ernesto Zedillo, y que estaba en la línea del Plan Puebla
Panamá foxista. De manera escueta nos contestó
que habría que discutirlo más adelantey se despidió. En conclusión, nos dio la sensación de que era una persona que no estaba en la disposición de escuchar posiciones críticas.
Hoy, 12 años después de aquel primer encuentro, el nuevo gobierno encabezado por López Obrador, cuya divisa es
primero los pobres, realiza una
consultacon el fin de legitimar un megaproyecto de inversión, que en términos reales significa
primero los ricos, ya que en una carta por él enviada el 12 de julio pasado al presidente Donald Trump le informó acerca del proyecto de construcción de un tren de carga y la ampliación de puertos en el Istmo mexicano.
Ahora que Andrés Manuel López Obrador ha ganado las elecciones
presidenciales, se coloca en un lugar prioritario de la agenda nacional
el llamado Megaproyecto del Istmo. Una vez más se hace con un enfoque
neoliberal y sin tomar en cuenta los intereses y los derechos de la
población local formada en gran parte por gente indígena y campesina
perteneciente a uno de los 10 pueblos que la habitan. Esperamos que el
nuevo gobierno rectifique su trato hacia los pueblos indios del Istmo,
de la península de Yucatán y de México y no sea este el inicio de la
cuarta involución del país. Esperamos estar equivocados, pero en el
horizonte se divisan barruntos de tormenta y se miran señales de tiempos
locos, como dirían los antiguos sabios mayas.
* Defensor de Derechos Humanos
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