11/22/2018

SNTE: democratización, tarea de los maestros

La Jornada 

Desde que fue exonerada de los cargos de operaciones con recursos de procedencia ilícita, delincuencia organizada y defraudación fiscal, y puesta en plena libertad, en agosto pasado, Elba Esther Gordillo no ha dejado de emitir mensajes sobre su pretensión de retomar el control del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), el mayor del país y de América Latina, que dirigió por propia mano o por interpósita persona entre 1989 y 2013.
Ayer, la ex lideresa difundió un video en el que reiteró su intención de volver a ocupar la dirigencia del gremio magisterial y, fiel a sus tradiciones, procuró presentarse en sintonía con el próximo titular del Ejecutivo federal: le tomamos la palabra al presidente electo (Andrés Manuel López Obrador), dijo, en el afán de construir nuevos liderazgos surgidos del voto libre, incluyente, secreto y universal. Por añadidura, dijo que el país cambió en su manera de hacer y entender la política, y que quienes representaron la farsa y la simulación han agotado su tiempo, deben irse, se están yendo, en referencia a los integrantes de regímenes políticos del Revolucionario Institucional y de Acción Nacional en los que ella fue destacada protagonista.
Ante semejante posicionamiento, senadores de varios partidos consideraron un despropósito y una mala señal la intención de Gordillo de recuperar la dirigencia sindical que perdió cuando fue encarcelada, recordaron el cuestionable desempeño de la maestra chiapaneca al frente del SNTE y se manifestaron porque sean los propios docentes quienes tomen las decisiones sobre el liderazgo del gremio. Con esta apreciación coincidió el secretario de Educación designado, Esteban Moctezuma Barragán, quien señaló que tal liderazgo debe surgir, como en el resto de los sindicatos, de elecciones libres y democráticas.
Estos señalamientos contrastan con la trayectoria del liderazgo gordillista, impuesto a los maestros del país por Carlos Salinas y perpetuado en el control del sindicato con procedimientos patrimonialistas y clientelares, cuando no por medio de asambleas dominadas por golpeadores. Ha de señalarse, por lo demás, que esos a los que la propia Gordillo calificó de representantes de la farsa y la simulación fueron sus protectores, estrechos aliados políticos y beneficiarios de las maniobras electorales de la maestra, y que gracias a esas relaciones pudo ejercer una influencia decisiva en los gobiernos del mismo Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón.
La ex lideresa ha sido un ejemplo destacado del fenómeno conocido como charrismo, que es la utilización de las agrupaciones sindicales por parte de los presidentes en turno como instrumentos de control político y granjas de votos; a cambio de sus favores al poder, los líderes charros han gozado de una impunidad prácticamente total para enriquecerse, reprimir disidencias y rivalidades internas, además de controlar negocios y ramas de la administración pública. Esporádicamente, algunos de esos líderes han caído de la gracia presidencial, como le ocurrió a Joaquín Hernández Galicia, La Quina, a inicios del salinato, y a la propia Gordillo en los inicios del sexenio peñista.
Ahora, ante la promesa lopezobradorista de no interferir en los asuntos internos de los sindicatos, es claro que la disyuntiva entre democratizar al SNTE o volver a ponerlo en manos del gordillismo corresponde única y exclusivamente a sus afiliados y de la correlación de fuerzas entre la propia ex dirigente, el liderazgo oficialista actual, a cargo de Juan Díaz de la Torre, y las corrientes democratizadoras agrupadas en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.

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