Comunidad libanesa, de luto
La situación financiera del gobierno, expuesta con claridad
Largas filas en tribunales, focos de infección
“El que no tenga un amigo libanés… ¡que lo busque!”: Presidente Adolfo López Mateos
El 21 de noviembre de 1962 el presidente Adolfo López Mateos, uno de
los buenos que tuvo el priísmo, inauguró las nuevas instalaciones del
Centro Libanés, en la colonia Florida de la capital de la República. Ahí
plasmó de puño y letra las palabras “El que no tenga un amigo libanés…
¡que lo busque!” en el libro de visitantes distinguidos que sostenía la
señorita Laila Trabulse Kaim. La frase luego sería rescrita en una placa
de metal que fue colocada en el vestíbulo del Centro. Elocuente y
cálido como era, López Mateos expresó en una breve frase el afecto de
los mexicanos hacia la comunidad libanesa asentada en nuestro país. El
siniestro que ha causado tantas desgracias en Beirut es algo que lastima
a los mexicanos, estamos ligados por lazos amistosos, familiares y de
negocios a la numerosa, respetable, laboriosa comunidad libanesa.
Imposible mencionarlos a todos, pero es preciso mencionar a algunos
personajes que han dejado huella en nuestro país: Carlos Martínez Assad,
historiador e investigador; José David Maauad Abud, industrial textil
en Hidalgo; Alfredo Jalife-Rahme, periodista y analista político,
colaborador de nuestro periódico; la actriz Salma Hayek; Carlos Slim
Helú y su numerosa familia; David Maauad Velázquez, fotógrafo; el hombre
de negocios veracruzano Gregorio Chedraui; el actor Mauricio Garcés; el
ex presidente y fundador de muchas instituciones nacionales Plutarco
Elías Calles; Mohamed Mazeh, operador del restaurante del Centro Libanés
y Antonio Badú, cantante, fue conocido como El emir de la canción. El segundo apellido de la directora general de La Jornada, Carmen Lira, es Saade, también de origen libanés. Para todos, nuestras condolencias.
Las cosas como están
Tras el derrumbe petrolero, la devaluación y los
pancho-dólares, en los años 80 del siglo pasado, el presidente López
Portillo tuvo que recurrir a la necesidad de pedir dinero prestado a los
mexicanos ricos de la época para cubrir la nómina de la burocracia,
entre ellos, al profesor Carlos Hank González y al empresario poblano
Gabriel Alarcón. Luego recurriría a la expropiación de los bancos
privados, en 1982, una experiencia que resultó mas costosa que los males
que trató de remediar. Muchos años después, otro presidente, López
Obrador, enfrenta otro desastre petrolero, con el añadido de una
pandemia, una crisis delincuencial y una devaluación. Con sinceridad
dice que su gobierno cuenta en estos momentos con sólo 300 mil millones
de pesos. El presupuesto global del gobierno es de 6 billones,
aproximadamente. Se entiende que esos 300 mil millones de pesos es un
excedente después de pagar las nóminas, la deuda y los servicios del
aparato estatal. Sigue firme en la idea de no pedir prestado. Celebra
que sigan aumentando las reservas internacionales del Banco de México,
podrían llegar a 200 mil millones de dólares antes de que termine su
mandato, cifra sin precedente, colocaría a México en la lista de los
países con mayores reservas. Es muy claro: esos 300 mil millones de
pesos están etiquetados para los programas sociales, no para bancos ni
grandes empresas. La economía se fortalece de abajo hacia arriba. Admite
que ha subido la deuda pública, pero es por el efecto de la devaluación
y la renovación de deudas heredadas, no por nuevos préstamos. Se
aprecia la crudeza, la claridad sobre la situación del gobierno en este
2020 que esperamos no se repita en siglos.
4T: intrigas, distorsiones
Radiografía del secretario Toledo
Alfonso Romo, pernicioso
6 años: Larrea, Río Sonora
Hoy se cumplen seis años de
una de las tragedias ambientales con cargo al minero Grupo México,
propiedad de Germán Larrea Mota Velasco, uno de los principales
opositores históricos del arribo de Andrés Manuel López Obrador al
poder. Cuarenta millones de litros de sulfato de cobre acidulado fueron
vertidos en los ríos Sonora y Bacanuchi, contaminándolos y afectando a
unas 22 mil personas de ocho municipios sonorenses.
Nada se ha hecho, en realidad, para remediar lo sucedido: la
impunidad ha sido acremente señalada en un documento oficial por los
Comités de Cuenca Río Sonora (https://bit.ly/30tPqYu), que exigen a López Obrador y a la gobernadora priísta Claudia Pavlovich acciones reales y no discursos y promesas.
Pero Larrea Mota Velasco sí consiguió, por ejemplo, que el jefe de la
oficina de la Presidencia de la República, Alfonso Romo, empresario con
conflicto de intereses que él mismo reconoció antes de aceptar ese
encargo, convocara a un desayuno con el secretario federal del Medio
Ambiente, Víctor Manuel Toledo, para tratar de convencer a éste
de que fuéramos más accesibles y, digamos, que presionábamos mucho a Grupo México.
Toledo, según una grabación que comenzó a circular ayer, habría dicho que Romo “ha adquirido enorme centrabilidad ( sic)
y poder dentro del gobierno, dado por el Presidente; es el operador
principal para bloquear todo lo que efectivamente sea, digamos, en la
línea de lo ambiental, de la transición energética, de la agroecología,
todo el tiempo”. En esos afanes, Romo tiene su personalísima pieza
operativa: el secretario de Agricultura, Víctor Manuel Villalobos,
sabido y recontrasabido aliado, promotor y defensor de empresas de
cultivos transgénicos y de intereses trasnacionales, a tal grado que en
estos días se atrevió a incluir con falsedad el nombre de la Secretaría
del Medio Ambiente y su titular para justificar el uso del glifosato
(herbicida señalado como cancerígeno) en cultivos mexicanos.
Aparte de las revelaciones específicas, como el presunto cabildeo a
través de una de las subsecretarías de Gobernación para tratar de que
una consulta pública respaldara la instalación de una cervecera en
Mexicali, las palabras del secretario Toledo constituyen una
desmitificación e incluso descalificación, pues
la 4T, como un conjunto claro y acabado de objetivos, no existe. El gobierno está lleno de contradicciones, se expresa concretamente en luchas de poder al interior del gabinete(https://bit.ly/39ZeJox).
Reconocido como un académico, investigador y articulista honesto y
congruente, el secretario Toledo ha hecho una radiografía que más que
generar enojos o linchamientos de Internet debería mover a análisis,
discusión y corrección: desde las entrañas del poder obradorista está
señalando las contradicciones, la indefinición ideológica y la
descarnada lucha por el poder:
El gobierno de la 4T es un gobierno de contradicciones brutal y toda nuestra visión, que aquí la compartimos a lo mejor todos nosotros, no está para nada en el resto del gabinete y me temo que tampoco está en la cabeza del Presidente.
De visita en Sinaloa, el presidente López Obrador se regaló una
estampa polémica más (antes, el caso Ovidio Guzmán y el saludo a la mamá
de El Chapo): bajó de su camioneta para tomarse una fotografía con José Alfredo Ríos Meza, El Komander, el principal cantor de narcocorridos que ensalzan historias de capos, operativos de degüellos y destazamientos y otras
hazañasde grupos criminales. ¿Habrá escuchado Sanguinarios del M1, del Movimiento Alterado, con El Komander y otros intérpretes (https://bit.ly/3a6HgZl)?
Y, mientras la mayoría morenista en el Congreso de Oaxaca hizo
aprobar ayer la prohibición para que a menores de edad les vendan
bebidas embotelladas azucaradas y alimentos chatarra,
restricción pionera a nivel nacional, que de inmediato provocó la
reacción adversa de cámaras empresariales, ¡hasta mañana, con los
diputados federales planteando la posibilidad de inaugurar sesiones el
primero de septiembre en el Zócalo o en el Auditorio Nacional!
Larrea, protegido por la 4-T
Impune, a 6 años del ecocidio
Se cumplen seis años del
peor desastre ambiental de la industria minera del país, es decir, el derrame provocado por la empresa Buenavista del Cobre de más de 40 millones de litros de sulfato de cobre mezclado con ácido sulfúrico y otros metales pesados en el arroyo Tinajas del municipio Cananea, Sonora, que contaminó los ríos Bacanuchi y Sonora, dañó una zona de 271.6 kilómetros lineales del cauce del río y representó un grave daño ambiental, económico y de salud a 25 mil habitantes de ocho municipios sonorenses, dedicados principalmente a la agricultura, ganadería, elaboración artesanal de quesos y dulces regionales, entre otros.
Seis largos años han transcurrido de otro homicidio industrial de
Grupo México –como lo calificó el sindicato minero que preside Napoleón
Gómez Urrutia, sin olvidar Pasta de Conchos– y los responsables de ese
desastre ambiental (dicho consorcio y su dueño, el tóxico empresario
Germán Larrea) se mantienen en la impunidad absoluta, lo que no sería
novedad, pues a lo largo de los gobiernos neoliberales ambos gozaron de
todo tipo de canonjías y tapaderas, a pesar de las barbaridades por
ellos cometidas. De hecho, EPN dio carpetazo al asunto, protegió al
magnate y nada le importaron las consecuencias ecológicas y la salud de
los afectados.
El problema es que, se supone, México dejó atrás la etapa neoliberal y
está inmerso en la 4-T, pero parece que en Palacio Nacional se protege
al nefasto Larrea, quien no ha dejado de gozar de los
favoresdel gobierno en turno. De hecho, el presidente López Obrador se comprometió (23 de diciembre de 2019) a no dejar impune dicho ecocidio:
vamos a atender de manera integral el problema, empezando por la salud de la gente; no se va a quedar nada más en el diagnóstico, sino que vamos a estar actuando; asumimos nuestra responsabilidad.
Pero todo indica que hay un enemigo en casa que explicaría la inacción en el tema citado. La Jornada (Angélica Enciso) publicó un audio (
al parecer registro de una reunión sobre temas de energía en marzo pasado) en el que Víctor Toledo, secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales, se queja, entre otras cosas, de que “Alfonso Romo (jefe de la Oficina de la Presidencia) le pidió ser ‘más accesible con Grupo México’ y le dijo que presionaban mucho a la empresa responsable del derrame de 40 millones de litros de residuos peligrosos en el Río Sonora)… Romo es el principal operador para bloquear lo ambiental, la transición energética y la agroecología… Estamos haciendo un esfuerzo en Semarnat, pero no estamos en un gobierno totalmente del lado nuestro; adentro hay contradicciones muy fuertes”.
De ese tamaño: en la 4-T, la jefatura de la Oficina de la Presidencia
garantiza plena impunidad a Grupo México y Germán Larrea, como en los
tiempos neoliberales, en los que Carlos Salinas, Ernesto Zedillo,
Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto hicieron exactamente
lo mismo en beneficio del tóxico empresario, integrante de lo que no
hace mucho se conocía como la
mafia del poder, o si se prefiere, la
minoría rapaz. ¿Qué pasa ahí?
En vía de mientras, la Semarnat reconoce que
luego de seis años del derrame hay acciones que aún no se han realizado y persisten la incertidumbre y la zozobra entre los habitantes de los municipios afectados. La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente estará realizando visitas para verificar el cumplimiento de la remediación del sitio. La secretaría reafirma su compromiso de trabajar para resolver lo que le corresponde estableciendo un diálogo claro con los pobladores, autoridades locales, gobierno del estado y Grupo Méxicocon el objetivo de…
recuperar la confianza, tras años de promesas incumplidas por parte de la pasada administración.
Las rebanadas del pastel
Habrá que
federalizarla decisión: Oaxaca es la primera entidad de la República en prohibir la venta, obsequio o donación de
alimentoscon altos contenidos calóricos a menores de edad. Mucho se habla de la obesidad infantil, pero nadie hace nada para combatirla.
Educación privada, con reglas claras
Con muy buen tino, las
autoridades tomaron el problema de la educación justo cuando ya
amenazaba con un estallido de largo alcance, y aunque aún hay problemas
que deben resolverse, sobre todo técnicos, los planteamientos parecen
correctos.
No obstante, lo que deberá tener atención especial es la educación en
manos comerciales que poco o nada atienden los mandatos
constitucionales, y menos aún los lineamientos que traza la Secretaría
de Educación Pública.
La misma SEP tiene toda la experiencia del mundo para elaborar los
contenidos de los programas con los que impartirán las clases en la
educación básica, y hay, también, mucha experiencia en las transmisión
de clases por televisión. En algún momento de la historia no muy lejana
nuestro país estaba orgulloso de su televisión educativa, que con el
paso del sistema de mercado decayó como muchos otros proyectos
nacionales de importancia social.
Hoy parece que se volverá a cuestionar la educación en manos de la
iniciativa privada, negocio que se ha convertido, junto con la salud, en
uno de los instrumentos más eficaces y seguros para los inversionistas,
que hoy podrían entrar en una zona de peligro porque buena parte de su
clientela está en quiebra.
Y no sólo eso, las inversiones que se tendrán que hacer desde cada
casa para responder a las formas de teleducación menguarán las muy
débiles economías que con dificultad se mantienen a flote en estos
tiempos.
Para las firmas de las compañías que ofertan educación en México, las
reglas que señala la Secretaría de Educación son letra muerta. Los
programas los acortan o extienden según sus intereses, y los libros
obligatorios, por ejemplo en las primarias, son sustituidos en los
hechos por otros que recomiendan las escuelas. Los gratuitos, lo que
edita la SEP, apenas se abren.
Pero aun así, tanto las autoridades como los padres de familia
aceptan las anomalías porque no tienen capacidad de respuesta frente a
la demanda de educación que exige el país, y un buen aliado del fenómeno
es el sindicato que a base de huelgas y paros impide que la educación
esté garantizada.
Esto, desde luego, sin contar que los gobiernos recientes provocaron
que los problemas crecieran para no dejar otra opción, para quienes
buscan educar a sus hijos, que los planteles de paga. Así se ha logrado
construir un muy fuerte negocio, con una red de escuelas privadas que
quitan y ponen precio a la educación a su verdadero antojo y sin el
cuestionamiento de nadie.
El presidente López Obrador aseguró que en su gobierno se busca
ayudar también a las escuelas privadas porque seguramente alguien ya le
dijo –y no fue el secretario de Educación– que el Estado no tiene, como
ya dijimos, capacidad para enfrentar la demanda.
Pero ya que esto también obedece a reglas del mercado, y si los van a
ayudar, cuando menos deberían imponérseles reglas claras que deberán
cumplir, es decir: que el gobierno intervenga de lleno en estos negocios
que no deberían ser la salida de emergencia al problema cada vez más
álgido de la educación.
De pasadita
Sin duda, mientras más tarde la vacuna contra el virus de
la pandemia más remedios milagrosos aparecerán en las redes, y más
gente podría padecer los estragos de esas curas maravillosas.
Sin embargo, la desesperación por hallar un alivio al mal construye
credibilidades que por momentos se presentan como incuestionables, pero
que no tienen el aval del retorno a la salud de quienes los han usado.
De cualquier forma, si después de informarse una gente decide usar
esto o aquello, está en su derecho. Mientras no exista una vacuna
científicamente probada, como ya dijimos, desde el tapabocas y hasta el
tequila podrán ser las recomendaciones de quienes suponen tener la cura.
La única recomendación sería: no arriesgue la vida en el afán de
conservarla.
Editorial
Ayer se dio a conocer un audio
en el que el titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos
Naturales (Semarnat), Víctor Manuel Toledo Manzur, afirma que el
gobierno de la Cuarta Transformación está lleno de contradicciones,
carece de objetivos claros, y es escenario de luchas de poder
intestinas. También acusa a otros integrantes del gabinete de sabotear
la agenda en favor del ambiente, la agroecología y la transición
energética, así como de proteger intereses empresariales en éstos y
otros ámbitos. Entre los personajes señalados de manera directa están el
jefe de la oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, el titular de
Agricultura, Víctor Villalobos, además de dos subsecretarios (de
Economía y Gobernación), cuyos nombres no se mencionan.
Exigen a la UNAM que respete contratos a los docentes
El 22 de julio, la UNAM emitió
un comunicado donde se señala que el semestre 2021-1 iniciará sólo si
el semáforo sanitario se halla en verde, lo cual aplaudimos, pues se
hace eco de nuestro señalamiento de no regresar a clases presenciales en
situación de epidemia.
La crisis sanitaria ha
provocado una mayor caída en la economía mundial que se refleja en la
reducción de las inversiones, el aumento del desempleo y la
incertidumbre y seguridad individual y colectiva. Según los analistas y
algunos centros de investigación, como uno del Tecnológico de Monterrey y
de algunas otras instituciones internacionales, la actividad económica
en México se redujo en el segundo trimestre de este año 19 por ciento,
similar a la de España. En Europa también el desplome ha sido de grandes
proporciones como en Inglaterra con 20 por ciento; Francia, 14 por
ciento; Alemania, 10 por ciento, mientras en Estados Unidos fue de 33
por ciento.
La última vez que estuve en
Venezuela fue en 2007, tiempo ya lejano en que el chavismo buscaba
consolidarse apretando todas las tuercas posibles de la maquinaria de
poder para convertir, tantos años después, la incierta utopía del
socialismo del siglo XXI en la alucinante distopía que es ahora. Y me
acompañaban entonces dos libros que me ayudaban a entender el paisaje
viviente, la novela País Portátil, de Adriano González León, ganadora del premio Seix Barral en 1967, y Chávez sin uniforme, escrito a dos manos por Cristina Marcano y Alberto Barrera Tyszka, entonces recién aparecido.
La existencia del Día
Internacional de los Pueblos Indígenas y los festejos que la clase
política realiza en esa fecha siempre me ha parecido una burla hacia
ellos. Se me figura como un cumpleaños donde el cumpleañero no está
presente porque no se le invitó a la fiesta y si se hizo fue para que
sirviera a los otros comensales. Eso ya de por sí es ofensivo, pero
organizar una fiesta para los indígenas, cuando en la vida real se les
ofende, agrede, excluye, discrimina y hasta se niega su existencia,
francamente no encuentro forma de nombrarlo. Afortunadamente en la
actual administración federal no son muy proclives a hablar en serio de
los indígenas, lo cual tendrá como consecuencia que los festejos, si los
hay, serán pocos y no muy vistosos.
En las postrimerías de julio,
con repercusión pública mayor a la usual para este tipo de actos, se
realizó un seminario virtual titulado Economía y sociedad a partir de la pandemia.
Fue iniciativa de dos legisladores, los ahora decanos de una y otra
cámaras del Congreso de la Unión. No es necesario explicitar que ellos
son la senadora Ifigenia Martínez Hernández y el diputado Porfirio
Muñoz-Ledo. Atendieron la invitación de ambos tres docenas de
funcionarios internacionales y mexicanos, antiguos secretarios de Estado
y diplomáticos nacionales, profesores e investigadores de universidades
y centros académicos de México y el exterior y empresarios. Presentaron
y comentaron, a lo largo de dos medias jornadas, 13 ponencias referidas
a diversos ángulos de las consecuencias, inmediatas y diferidas del
Covid-19 y, en especial, sus secuelas sobre la economía y la sociedad
mexicanas.
La muerte de Eusebio
Leal sacudió la isla. Vi llorar a cubanos de todos los sectores y de
todos los colores, profesionales, obreros, poetas, periodistas, personas
venidas desde distintos lugares de Cuba, cronistas que le han seguido
el rastro, amigos, mujeres y hombres que se cruzaron con él alguna vez
en la presentación de un libro o en la calle. ¿Por qué lo quieren tanto?
Su amiga desde hace décadas, la cineasta Rebeca Chávez, me expresó con
voz quebrada que lo querían porque representaba, en el siglo XX y aún
más allá,
Me hago también esa pregunta y la mejor respuesta que encuentro no va
por los caminos ya recorridos en los múltiples obituarios que le han
dedicado al Historiador de La Habana, quien murió el pasado 31
de julio, a los 77 años. Era, sin duda, un espíritu renacentista y uno
de los grandes oradores de la historia de una nación que no ha carecido
de ellos. Católico y comunista, idealista y hombre práctico, alguien que
defendió un monumento cubano como La Habana.
centavo a centavo, ladrillo a ladrillo, la obra del Centro histórico, dice Rebeca. Era todo eso, pero también un intelectual de fino instinto político que, sin proponérselo, tomó decisiones que transformaron al continente latinoamericano.
Fue Leal quien invitó a Hugo Chávez a La Habana, y aquella primera visita a Cuba en diciembre de 1994, con Fidel Castro rindiéndole honores de jefe de Estado al joven militar, cambió el curso de la historia en la región.
Los detalles están narrados en El Encuentro, un libro que escribí con el periodista Luis Báez a partir del testimonio de todos sus protagonistas. En julio de 1994, el teniente coronel venezolano y héroe de una rebelión militar por la que había pasado dos años en la cárcel, ofrecía una conferencia de prensa en el Ateneo de Caracas:
Cuando ya casi me iba, me dijeron que había un cubano hablando de Bolívar en una de las salas del piso superior. Subí, pero cuando llegué, ya estaba terminando. La impartía Eusebio Leal, el primer cubano que me invitó a la isla, nos contaría Chávez 10 años después, en un vuelo de La Habana a Caracas.
Comparto con los lectores de La Jornada un fragmento de la entrevista que me concedió Eusebio para ese libro. El testimonio, poco conocido, no solo hace justicia a todos los protagonistas de esta historia. Revela la especial sensibilidad del Historiador de La Habana y da nuevas pistas de por qué lloran los cubanos en esta despedida en la que no han faltado flores, música y
sábanas blancas colgadas en los balcones, como dice el estribillo de una canción del cantautor Gerardo Alfonso que todo habanero asocia con Leal andando por su amada ciudad.
Cuenta Eusebio en El Encuentro:
“En muy poco tiempo, Chávez se convertirá en uno de los discípulos más sinceros de Fidel. No es el único, pero sí uno muy especial. Es un discípulo que considera a Fidel –y lo ha dicho– como un padre, hasta el extremo de darle el arma con que luchó; hasta el extremo de ser fiel a su amistad y, en el momento terrible del golpe de Estado, de haberlo llamado y de haber sido consecuente con lo que Fidel le dijo. Y hasta el extremo de haber logrado sembrar él también lo suficiente para que fuera su propio pueblo quien lo sacara del encierro y le devolviera lo que legítimamente había conquistado.
“Algún día nos preguntaremos si, en estos años difíciles que hemos vivido, podríamos haber existido sin la Venezuela bolivariana, sin el espíritu de solidaridad de ese país. Una solidaridad que no ha sido sólo para Cuba, porque en medio del egoísmo y de las tonterías con que a veces se analiza la probable concertación latinoamericana, por lo general no se hace nada concreto.
“Sin embargo, el gobierno de Chávez ha apoyado a los pueblos más pobres, a los más desgraciados. Como lo ha hecho Cuba. A mí me han comentado por ahí:
“En muy poco tiempo, Chávez se convertirá en uno de los discípulos más sinceros de Fidel. No es el único, pero sí uno muy especial. Es un discípulo que considera a Fidel –y lo ha dicho– como un padre, hasta el extremo de darle el arma con que luchó; hasta el extremo de ser fiel a su amistad y, en el momento terrible del golpe de Estado, de haberlo llamado y de haber sido consecuente con lo que Fidel le dijo. Y hasta el extremo de haber logrado sembrar él también lo suficiente para que fuera su propio pueblo quien lo sacara del encierro y le devolviera lo que legítimamente había conquistado.
“Algún día nos preguntaremos si, en estos años difíciles que hemos vivido, podríamos haber existido sin la Venezuela bolivariana, sin el espíritu de solidaridad de ese país. Una solidaridad que no ha sido sólo para Cuba, porque en medio del egoísmo y de las tonterías con que a veces se analiza la probable concertación latinoamericana, por lo general no se hace nada concreto.
“Sin embargo, el gobierno de Chávez ha apoyado a los pueblos más pobres, a los más desgraciados. Como lo ha hecho Cuba. A mí me han comentado por ahí:
bueno, pero a Cuba le cuesta mucho esa solidaridad, por los kilómetros de médicos que tiene en los lugares más recónditos de Venezuela. Y les digo: “nadie podría retribuir lo suficiente una noche de insomnio de un médico, de un ginecólogo, de unestomatólogo... Nadie sabe mejor que ellos lo que es el dolor huma-no, y lo que significa ese otro maravilloso sentimiento que es la gratitud. Si fuéramos a contar todo en dólares –que sería fatídico–, entonces nuestra deuda no sería pagada. Pero si lo vamos a contar en términos de lo que Cuba y Venezuela han hecho por el ser humano que sufre y por el amigo que lo necesita, está suficientemente pagada. Y eso nada más lo entiende el que siente que debe y puede hacer algo por la humanidad.”
Tras una serie de vicisitudes,
los gobiernos de Argentina y Ecuador lograron un acuerdo con sus
acreedores externos que restructura mayoritariamente la deuda pública
externa. En el caso argentino, el acuerdo reduce el monto de su deuda en
54.8 por ciento y los intereses disminuyen de 7 por ciento a 3 por
ciento. En el caso ecuatoriano, los acreedores aceptaron una quita de
mil 540 millones de dólares y reducciones de las tasas de 9.2 por ciento
promedio en el que estaban a 5.3 por ciento. En ambos casos, el FMI
felicitó a los respectivos gobiernos señalando que les coloca en una
ruta que permitirá un crecimiento sostenido e incluyente.
Argentina y Ecuador iniciaron el proceso de renegociación declarando
su incapacidad para seguir cumpliendo con los compromisos de pago
derivados de emisiones de títulos de deuda colocados en el mercado.
Ambos países enfrentaban condiciones económicas críticas, explicadas por
causas distintas en cada caso, que colocaban a sus respectivos
gobiernos en la tesitura de seguir pagando su deuda a costa de reducir
sustancialmente el gasto social. Los acreedores, por supuesto en un
litigio prolongado que incluyó decisiones de la corte estadunidense,
aceptaron que en efecto los respectivos gobiernos no podían seguir
honrando su deuda.El resto de los países de América Latina, sin presentar situaciones críticas tan agudas como las de Argentina y Ecuador, desde antes de la pandemia y, por supuesto, con mayor fuerza dadas las enormes caídas de sus niveles de producción, también enfrentan condiciones presupuestales difíciles que están cuestionando su capacidad para cumplir con los compromisos sociales que sus poblaciones demandan. Grupos económicos diversos, particularmente grupos empresariales, han planteado que para cumplir con esos compromisos es necesario contratar nueva deuda externa Los recursos financieros que se recibieran por este nuevo endeudamiento servirían para ampliar los márgenes de acción de las debilitadas finanzas públicas latinoamericanas.
Sin embargo, este alivio financiero sería momentáneo, ya que en un plazo muy corto elevaría los requerimientos presupuestales que habría que dedicar al pago del servicio de la deuda externa anterior, a lo que habría que sumar los pagos derivados del nuevo endeudamiento. Así que contratar deuda adicional no soluciona. En realidad, habría que hacer justamente lo contrario: como los gobiernos argentino y ecuatoriano, los gobiernos latinoamericanos tendrían que declararse incapaces de seguir cumpliendo con los pagos de su deuda externa.
Debieran informar a sus acreedores que la situación provocada por la
pandemia, bien conocida por todos los agentes financieros globales, los
obliga a destinar prioritariamente recursos presupuestales a la atención
de necesidades urgentes de amplios grupos de sus poblaciones. A esto se
suma que el precio de algunas materias primas ha caído sustancialmente y
que, además, la generalizada volatilidad financiera ha provocado que
los tipos de cambio pierdan frente al dólar, con la consecuencia obvia
de que su deuda externa ha crecido como proporción del PIB y, con ello,
los requerimientos presupuestales para su pago también han aumentado.
Así las cosas, es evidente que la situación presupuestal de nuestros gobiernos impide que el manejo pre-pandemia, en el que se cumplieron puntualmente con los pagos de las deudas externas regionales, se mantenga. Dadas las restricciones presupuestales que se enfrentan, con requerimientos sociales y económicos cuantiosos para apoyar a los más golpeados por el largo confinamiento, hacen falta recursos. Además, es necesario reordenar las prioridades colocando en primer lugar la protección de las condiciones de vida y de trabajo de amplios grupos de la población.
El Fondo Monetario Internacional ha saludado la restructuración de la deuda argentina y ecuatoriana, lo que le obliga a reconocer que el endeudamiento de esos países con el propio fondo tendrá que restructurarse en condiciones similares a las acordadas con los acreedores privados. Además, el FMI debiera impulsar que los tenedores de títulos de deuda pública de países emergentes acepten que, dadas las enormes dificultades que estamos viviendo, es absolutamente necesario reconocer que debe haber quitas de capital significativas, que permitan aliviar las dificultades financieras de los respectivos gobiernos.
Corresponde, por supuesto, la responsabilidad fundamental a los gobiernos de los países emergentes, particularmente a los latinoamericanos, de abrir una negociación de esta naturaleza. Negociación que, por supuesto, será complicada y que demandará capacidad de concertación que permita coordinar esfuerzos y sumar capacidades. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) podría ser un espacio útil en este sentido. México tiene la presidencia pro tempore. Habría que aprovecharla.
Así las cosas, es evidente que la situación presupuestal de nuestros gobiernos impide que el manejo pre-pandemia, en el que se cumplieron puntualmente con los pagos de las deudas externas regionales, se mantenga. Dadas las restricciones presupuestales que se enfrentan, con requerimientos sociales y económicos cuantiosos para apoyar a los más golpeados por el largo confinamiento, hacen falta recursos. Además, es necesario reordenar las prioridades colocando en primer lugar la protección de las condiciones de vida y de trabajo de amplios grupos de la población.
El Fondo Monetario Internacional ha saludado la restructuración de la deuda argentina y ecuatoriana, lo que le obliga a reconocer que el endeudamiento de esos países con el propio fondo tendrá que restructurarse en condiciones similares a las acordadas con los acreedores privados. Además, el FMI debiera impulsar que los tenedores de títulos de deuda pública de países emergentes acepten que, dadas las enormes dificultades que estamos viviendo, es absolutamente necesario reconocer que debe haber quitas de capital significativas, que permitan aliviar las dificultades financieras de los respectivos gobiernos.
Corresponde, por supuesto, la responsabilidad fundamental a los gobiernos de los países emergentes, particularmente a los latinoamericanos, de abrir una negociación de esta naturaleza. Negociación que, por supuesto, será complicada y que demandará capacidad de concertación que permita coordinar esfuerzos y sumar capacidades. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) podría ser un espacio útil en este sentido. México tiene la presidencia pro tempore. Habría que aprovecharla.
Hay
momentos en la historia de una nación que quedan congelados para
siempre. Tal vez no sean las peores catástrofes que han abrumado a su
gente, ni las más políticas. Sin embargo, capturan la interminable
tragedia de una sociedad.
Viene a la mente Pompeya, cuando la confianza y corrupción imperial de Roma fueron abatidas por un acto de Dios, tan calamitoso que a partir de allí podemos contemplar la ruina de los ciudadanos, incluso sus cuerpos. Se necesita una imagen, algo que pueda enfocar nuestra atención por un breve segundo en la locura que yace detrás de una calamidad humana. Líbano acaba de proporcionarnos un momento así.
No son los números lo que importa en este contexto. El sufrimiento de Beirut esta semana no se acerca siquiera a un baño de sangre casual de la guerra civil en el país, ni al salvajismo casi cotidiano de la muerte en Siria, para el caso. Aun si se cuentan sus víctimas totales –de 10 a 60 y a 78 horas después de la tragedia–, apenas si alcanzarían registro en la escala de Richter de la guerra. No fue, al parecer, consecuencia de la guerra, en el sentido directo que ha sugerido uno de los líderes más dementes del mundo.
Lo que se recordará es la iconografía, y lo que todos sabemos que representa. En una tierra que apenas puede lidiar con una pandemia, que existe bajo la sombra del conflicto, que se enfrenta a la hambruna y espera la extinción. Las nubes gemelas sobre Beirut, una de las cuales dio obsceno nacimiento a la otra, monstruosa, jamás serán borradas. Las imágenes del fuego, el estallido y el apocalipsis que los equipos de video recogieron en Beirut se unen a las pinturas medievales que intentan capturar, a través de la imaginación, más que de la tecnología, los terrores de la peste, la guerra, el hambre y la muerte.
Todos sabemos el contexto, claro, el tan importante “trasfondo” sin el cual ningún sufrimiento está completo: un país en bancarrota que ha estado durante generaciones en manos de viejas familias venales, aplastado por sus vecinos, en el que los ricos esclavizan a los pobres y su sociedad es mantenida por el mismo sectarismo que la está destruyendo.
¿Podría haber un reflejo más simbólico de sus pecados que los venenosos explosivos almacenados de manera tan promiscua en el centro mismo de una de sus mayores metrópolis, cuyo primer ministro dice después que los “responsables” –no él, no el gobierno, ténganlo por seguro– “pagarán el precio”? Y ni aun así han aprendido, ¿o sí?
Y, por supuesto, todos sabemos cómo esta “historia” se desenvolverá en las horas y días siguientes. La incipiente revolución libanesa de los ciudadanos jóvenes y cultivados debe sin duda adquirir nueva fuerza para derrocar a los gobernantes de Líbano, llamarlos a cuentas, construir un Estado moderno, no confesional, a partir de las ruinas de la “república” creada por los franceses en la que se les condenó sin piedad a nacer.
Pues bien, la tragedia en cualquier escala es un mal sustituto del cambio político. La promesa inmediata de Emanuel Macron después de los incendios del martes –que Francia “siempre” estará al lado de la nación baldada que con arrogancia imperial creó hace cien años– fue una de las ironías más punzantes de la tragedia, y no sólo porque el ministro francés del exterior apenas pocos días antes se había lavado las manos de la economía libanesa. Allá por la década de 1990, cuando planeábamos crear un Medio Oriente más después de la anexión de Kuwait por Saddam Hussein, militares estadunidenses (tres en mi caso, en el norte de Irak) empezaron a hablarnos de la “fatiga de la compasión”.
Aunque parezca escandaloso, lo que esto quería decir era que Occidente estaba en peligro de huir del sufrimiento humano. Ya era demasiado: todas esas guerras regionales, año tras año, y vendría un momento en que tendríamos que cerrar las puertas de la generosidad. Tal vez el momento llegó cuando los refugiados de la región comenzaron a marchar por cientos de miles a Europa, prefiriendo nuestra sociedad a la versión ofrecida por el Isis.
Pero regresemos a Líbano, donde la compasión en el terreno podría ser muy escasa. Siempre se puede evocar la perspectiva histórica para escondernos de la onda expansiva de las explosiones, de la nube hongo que se eleva y de la ciudad destrozada. Pompeya, dicen, costó solo 2 mil vidas. ¿Y qué hay del terrible lugar de la propia Beirut en la antigüedad? En el año 551, un terremoto sacudió Beritus, hogar de la flota imperial romana en el Mediterráneo, y destruyó la ciudad entera; según las estadísticas de ese tiempo, murieron 30 mil almas.
Todavía se pueden ver las columnas romanas en el lugar donde cayeron, postradas a escasos 800 metros de la explosión del martes. Incluso podríamos tomar nota de la locura de los antepasados de Líbano. Cuando la marejada se retiró, caminaron en el lecho marino para saquear navíos que habían naufragado tiempo antes… solo para ser engullidos por el tsunami que sobrevino.
Pero, ¿puede cualquier nación moderna –y uso conscientemente la palabra “moderno” en el caso de Líbano– restaurarse en medio de una combinación tan fétida de aflicciones? Aunque ha librado hasta ahora los fallecimientos en masa por Covid-19, el país enfrenta una peste con deplorables medios de auxilio.
Sus bancos se han robado los ahorros de la gente, su gobierno demuestra ser indigno de ese nombre, ya no digamos de sus ciudadanos. Gibrán Jalil, el más cáustico de sus poetas, nos llamó a tener piedad de “la nación cuyo estadista es un zorro, cuyo filósofo es un malabarista y cuyo arte es el arte de parchar e imitar”.
¿A quién pueden imitar los libaneses de hoy día? ¿Quién elegirá a los próximos zorros? Los ejércitos tienen la fama de meterse en los zapatos hechos a la medida de los potentados árabes; Líbano ya intentó eso antes en su historia, con dudosos resultados.
Este martes se nos llama a considerar esta monstruosa explosión como una tragedia nacional –digna, por tanto, de “un día de duelo”, sea cual fuere su significado–, aunque no dejé de advertir, entre aquellos a quienes llamé a Líbano después de lo ocurrido, que algunos señalaban que el sitio de la explosión, y del mayor daño, parecía estar en el sector cristiano de Beirut. Este martes murieron hombres y mujeres de todas las creencias, pero será un horror especial para una de las minorías más grandes del país.
En el pasado, después de numerosas guerras, el mundo –estadunidenses, franceses, la OTAN, la Unión Europea, incluso Irán– ha acordado volver a poner a Líbano de pie. A los estadunidenses y franceses los echaron a fuerza de bombazos suicidas. Pero ¿pueden los extranjeros restaurar una nación que parece irrecuperable?
Hay una opacidad en el lugar, una falta de responsabilidad política que es lo bastante endémica para convertirse en moda. Jamás en la historia de Líbano un atentado político –de presidentes, primeros o ex primeros ministros, parlamentarios o miembros de partidos políticos– ha sido resuelto.
Así pues, he aquí una de las naciones más cultas de la región, con el más talentoso y valiente de los pueblos –y de los más generosos y amables–, bendecida por nieves, montañas, ruinas romanas, excelsa comida, un gran intelecto y una historia milenaria. Y, sin embargo, incapaz de manejar su moneda, suministrar energía eléctrica, curar a sus enfermos o proteger a su pueblo.
¿Cómo es posible que se hayan almacenado durante tantos años 2 mil 700 toneladas de nitrato de amonio en un endeble edificio, después de retirarlas de un navío moldavo de camino a Mozambique en 2014, sin que quienes decidieron dejar este vil material en el centro mismo de su ciudad capital hayan tomado ninguna medida de seguridad?
Y, sin embargo, todos nos quedamos con este infierno colosal y su cancerosa onda blanca de choque, y luego la segunda nube en forma de hongo (no mencionemos ninguna otra). Este es el sustituto de Gibrán Jalil, la inscripción final de todas las guerras. Contiene el vacío del terror que aflige a todos cuantos viven en Medio Oriente. Y, por un instante, del modo más aterrador, el mundo entero lo vio.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
Viene a la mente Pompeya, cuando la confianza y corrupción imperial de Roma fueron abatidas por un acto de Dios, tan calamitoso que a partir de allí podemos contemplar la ruina de los ciudadanos, incluso sus cuerpos. Se necesita una imagen, algo que pueda enfocar nuestra atención por un breve segundo en la locura que yace detrás de una calamidad humana. Líbano acaba de proporcionarnos un momento así.
No son los números lo que importa en este contexto. El sufrimiento de Beirut esta semana no se acerca siquiera a un baño de sangre casual de la guerra civil en el país, ni al salvajismo casi cotidiano de la muerte en Siria, para el caso. Aun si se cuentan sus víctimas totales –de 10 a 60 y a 78 horas después de la tragedia–, apenas si alcanzarían registro en la escala de Richter de la guerra. No fue, al parecer, consecuencia de la guerra, en el sentido directo que ha sugerido uno de los líderes más dementes del mundo.
Lo que se recordará es la iconografía, y lo que todos sabemos que representa. En una tierra que apenas puede lidiar con una pandemia, que existe bajo la sombra del conflicto, que se enfrenta a la hambruna y espera la extinción. Las nubes gemelas sobre Beirut, una de las cuales dio obsceno nacimiento a la otra, monstruosa, jamás serán borradas. Las imágenes del fuego, el estallido y el apocalipsis que los equipos de video recogieron en Beirut se unen a las pinturas medievales que intentan capturar, a través de la imaginación, más que de la tecnología, los terrores de la peste, la guerra, el hambre y la muerte.
Todos sabemos el contexto, claro, el tan importante “trasfondo” sin el cual ningún sufrimiento está completo: un país en bancarrota que ha estado durante generaciones en manos de viejas familias venales, aplastado por sus vecinos, en el que los ricos esclavizan a los pobres y su sociedad es mantenida por el mismo sectarismo que la está destruyendo.
¿Podría haber un reflejo más simbólico de sus pecados que los venenosos explosivos almacenados de manera tan promiscua en el centro mismo de una de sus mayores metrópolis, cuyo primer ministro dice después que los “responsables” –no él, no el gobierno, ténganlo por seguro– “pagarán el precio”? Y ni aun así han aprendido, ¿o sí?
Y, por supuesto, todos sabemos cómo esta “historia” se desenvolverá en las horas y días siguientes. La incipiente revolución libanesa de los ciudadanos jóvenes y cultivados debe sin duda adquirir nueva fuerza para derrocar a los gobernantes de Líbano, llamarlos a cuentas, construir un Estado moderno, no confesional, a partir de las ruinas de la “república” creada por los franceses en la que se les condenó sin piedad a nacer.
Pues bien, la tragedia en cualquier escala es un mal sustituto del cambio político. La promesa inmediata de Emanuel Macron después de los incendios del martes –que Francia “siempre” estará al lado de la nación baldada que con arrogancia imperial creó hace cien años– fue una de las ironías más punzantes de la tragedia, y no sólo porque el ministro francés del exterior apenas pocos días antes se había lavado las manos de la economía libanesa. Allá por la década de 1990, cuando planeábamos crear un Medio Oriente más después de la anexión de Kuwait por Saddam Hussein, militares estadunidenses (tres en mi caso, en el norte de Irak) empezaron a hablarnos de la “fatiga de la compasión”.
Aunque parezca escandaloso, lo que esto quería decir era que Occidente estaba en peligro de huir del sufrimiento humano. Ya era demasiado: todas esas guerras regionales, año tras año, y vendría un momento en que tendríamos que cerrar las puertas de la generosidad. Tal vez el momento llegó cuando los refugiados de la región comenzaron a marchar por cientos de miles a Europa, prefiriendo nuestra sociedad a la versión ofrecida por el Isis.
Pero regresemos a Líbano, donde la compasión en el terreno podría ser muy escasa. Siempre se puede evocar la perspectiva histórica para escondernos de la onda expansiva de las explosiones, de la nube hongo que se eleva y de la ciudad destrozada. Pompeya, dicen, costó solo 2 mil vidas. ¿Y qué hay del terrible lugar de la propia Beirut en la antigüedad? En el año 551, un terremoto sacudió Beritus, hogar de la flota imperial romana en el Mediterráneo, y destruyó la ciudad entera; según las estadísticas de ese tiempo, murieron 30 mil almas.
Todavía se pueden ver las columnas romanas en el lugar donde cayeron, postradas a escasos 800 metros de la explosión del martes. Incluso podríamos tomar nota de la locura de los antepasados de Líbano. Cuando la marejada se retiró, caminaron en el lecho marino para saquear navíos que habían naufragado tiempo antes… solo para ser engullidos por el tsunami que sobrevino.
Pero, ¿puede cualquier nación moderna –y uso conscientemente la palabra “moderno” en el caso de Líbano– restaurarse en medio de una combinación tan fétida de aflicciones? Aunque ha librado hasta ahora los fallecimientos en masa por Covid-19, el país enfrenta una peste con deplorables medios de auxilio.
Sus bancos se han robado los ahorros de la gente, su gobierno demuestra ser indigno de ese nombre, ya no digamos de sus ciudadanos. Gibrán Jalil, el más cáustico de sus poetas, nos llamó a tener piedad de “la nación cuyo estadista es un zorro, cuyo filósofo es un malabarista y cuyo arte es el arte de parchar e imitar”.
¿A quién pueden imitar los libaneses de hoy día? ¿Quién elegirá a los próximos zorros? Los ejércitos tienen la fama de meterse en los zapatos hechos a la medida de los potentados árabes; Líbano ya intentó eso antes en su historia, con dudosos resultados.
Este martes se nos llama a considerar esta monstruosa explosión como una tragedia nacional –digna, por tanto, de “un día de duelo”, sea cual fuere su significado–, aunque no dejé de advertir, entre aquellos a quienes llamé a Líbano después de lo ocurrido, que algunos señalaban que el sitio de la explosión, y del mayor daño, parecía estar en el sector cristiano de Beirut. Este martes murieron hombres y mujeres de todas las creencias, pero será un horror especial para una de las minorías más grandes del país.
En el pasado, después de numerosas guerras, el mundo –estadunidenses, franceses, la OTAN, la Unión Europea, incluso Irán– ha acordado volver a poner a Líbano de pie. A los estadunidenses y franceses los echaron a fuerza de bombazos suicidas. Pero ¿pueden los extranjeros restaurar una nación que parece irrecuperable?
Hay una opacidad en el lugar, una falta de responsabilidad política que es lo bastante endémica para convertirse en moda. Jamás en la historia de Líbano un atentado político –de presidentes, primeros o ex primeros ministros, parlamentarios o miembros de partidos políticos– ha sido resuelto.
Así pues, he aquí una de las naciones más cultas de la región, con el más talentoso y valiente de los pueblos –y de los más generosos y amables–, bendecida por nieves, montañas, ruinas romanas, excelsa comida, un gran intelecto y una historia milenaria. Y, sin embargo, incapaz de manejar su moneda, suministrar energía eléctrica, curar a sus enfermos o proteger a su pueblo.
¿Cómo es posible que se hayan almacenado durante tantos años 2 mil 700 toneladas de nitrato de amonio en un endeble edificio, después de retirarlas de un navío moldavo de camino a Mozambique en 2014, sin que quienes decidieron dejar este vil material en el centro mismo de su ciudad capital hayan tomado ninguna medida de seguridad?
Y, sin embargo, todos nos quedamos con este infierno colosal y su cancerosa onda blanca de choque, y luego la segunda nube en forma de hongo (no mencionemos ninguna otra). Este es el sustituto de Gibrán Jalil, la inscripción final de todas las guerras. Contiene el vacío del terror que aflige a todos cuantos viven en Medio Oriente. Y, por un instante, del modo más aterrador, el mundo entero lo vio.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
La partida de Eusebio Leal
deja una enorme pérdida para la cultura y la revolución cubanas. Hombre
de corazón noble, abierto a lo diferente, capaz de apreciar los matices y
el valor de la unidad en la diversidad, con cualidades creativas
verdaderamente excepcionales, no dio tregua a los enemigos de Cuba. Fue
un combatiente decisivo en la defensa, no sólo del patrimonio cultural
tangible de La Habana y de todo el país, sino de la identidad nacional.
Íntimo conocedor del pensamiento de Martí y de Fidel, supo extraer de
ellos el método para volcar las más valiosas esencias de la historia
nacional y latinocaribeña en los nuevos valores e ideas que hoy
sustentan la construcción cubana del socialismo.
Activo diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, todavía
resuenan en los oídos de muchos cubanos y cubanas la apasionada defensa
de la ley de los símbolos patrios que hizo ante ella. De esos raros
hombres de elaborado pensamiento y gran capacidad de acción, unidos a
una extraordinaria sensibilidad ante el dolor del prójimo, Eusebio nació
en un hogar muy humilde del proletario municipio de Centro Habana. De
niño sufrió severas privaciones materiales. Años después recordaría,
todavía con dolor, cómo esperaba con añoranza unos soldaditos de plomo
los días de Reyes que su querida madre no podía proporcionarle. En medio
de aquellas estrecheces tampoco consiguió terminar la educación básica.
De modo que sólo a fuerza de un gran sacrificio personal y gracias la
revolución pudo ingresar a los nuevos cursos nocturnos para trabajadores
de la Universidad de La Habana, donde más tarde concluiría estudios
doctorales en ciencias históricas. Trabajador incansable, ya en esa
época había transitado de recaudador de impuestos del gobierno de la
ciudad a defensor ardoroso del patrimonio cultural y discípulo del
venerable historiador Emilio Roig de Leuchsenring, director de la
Oficina del Historiador de La Habana. El sería el sustituto de Roig en
esa responsabilidad y con su desbordante imaginación y, a veces, sus
propias manos, restauró el Palacio de los Capitanes Generales, para
convertirlo en Museo de la Ciudad en 1968. Una tarde de 1971 tuve el
privilegio enorme de que me diera un recorrido por las salas del museo,
donde pude apreciar sus concepciones sobre la identidad como fenómeno
dialéctico, cuyo corazón, en aquellas instalaciones, lo formaban los
espacios dedicados a las luchas independentistas contra el colonialismo
español pero también los simbólicos restos del águila imperialista
derribados del monumento a las víctimas del acorazado Maine, cuya
explosión y hundimiento en el puerto de La Habana fueron tomadas como
pretexto por el gobierno de Estados Unidos para su intervención militar
en Cuba de 1898. A partir de ahí nos unió la amistad y la fecunda
cooperación entre el museo y la revista Bohemia, que yo dirigía.
De aquel museo fue irradiando una febril actividad para crear
conciencia sobre los valores arquitectónicos de la capital, pero también
sobre los hechos y figuras imprescindibles de la historia patria:
Varela, Martí, Maceo, Céspedes. Es la época en que conduce el magnífico
programa Andar La Habana, de las conferencias multitudinarias
en el Anfiteatro de La Habana. En 1981 Eusebio recibe de Fidel la
encomienda del rescate del centro histórico de La Habana. Muy pronto
comienzan los trabajos de restauración de las Plazas de Armas, de la
Catedral y de la Plaza Vieja, así como de calles de gran valor histórico
como San Ignacio, Mercaderes y Obrapía y el Convento de San Francisco.
En la actualidad deben añadirse el Teatro Martí y el gigantesco rescate
del Capitolio Nacional. En 1982 el centro histórico y el sistema de
fortificaciones son inscriptos por la Unesco en el registro del
Patrimonio Mundial. Restaurar todo este magno conjunto arquitectónico
será tarea de Eusebio hasta el día de su muerte, obra en la que dejó un
avance muy notable y formó un conjunto de cuadros técnicos capacitados y
compenetrados con sus concepciones y estilo de trabajo. También miles
de obreros calificados en oficios antes perdidos. Realizó en la zona una
labor social de gran envergadura pues para él la restauración no era
sólo de las piedras, sino de las almas. Instaura ahí valiosos programas
para proteger a las personas de la tercera edad, a los niños con
discapacidad, a las mujeres embarazadas, para dotar de vivienda digna
–un gran reto me dijo en una ocasión– a los residentes, que ha supuesto
hasta ahora la rehabilitación de 4 mil y la edificación de 2 mil
viviendas nuevas. Eusebio gozó de la amistad y del apoyo de Fidel y de
Raúl. Silvio Rodríguez ha dicho de él y de otros que ya no están:
Conforman una estirpe de la que todas las ortodoxias desconfían. Son vidas que no están signadas por el afán de supremacía sino por el ecumenismo y la inclusión. Personas así necesita mucho la Revolución. El pueblo colgó sábanas blancas en las calles habaneras para honrar al muerto. Tal vez nada lo defina tan exactamente como esta dedicatoria de Fidel: Al más leal de los leales.
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